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n las pasadas elecciones municipales el principal eje de debate fue definir qué Barcelona necesitamos para vivir y todo parece indicar que en las próximas será determinar qué Barcelona queremos proyectar para el futuro. El salto de un eje a otro es el salto que va de la necesidad que surgió en el 2008, fruto de la crisis económica, a la ilusión de ver factible proyectar una nueva Barcelona más competitiva e inclusiva. La cuestión es ofrecer un proyecto de ciudad a los ciudadanos que les impulse ir a votar.
Más allá de la competencia ideológica, de proponer ofertas más o menos factibles de cumplir, existe en el aire un estado de ánimo entre los habitantes de Barcelona que podría sintetizarse en la necesidad de saber con claridad qué ciudad habitaremos en los próximos veinte años. Esa nueva Barcelona que será el resultado de haber sabido afrontar los cambios que modificarán nuestra noción de movilidad, de conectividad, de identidad, de comercio, de consumo, de gobernanza de las instituciones públicas, de seguridad, de demografía o de cultura. Para entender la evolución de la ciudad, consideremos el planteamiento que hiciera Walter Benjamín en su artículo París, capital del siglo XIX para describir los nuevos elementos que conferían a París el status de capital del mundo.
RUTINAS O EXPERIENCIAS
De igual modo que los pasajes comerciales dieron forma a la fisonomía de las calles de París del siglo XIX y marcaron el principio de una nueva era caracterizada en las nuevas formas de consumo; en el siglo XXI, el concepto de tienda como espacio identificado para comprar directamente un producto con la intermediación de un vendedor va a dejar paso a espacios/experiencia como es la tienda de Apple de la plaza Cataluña. Se entra en Apple Store como si entráramos en un templo. Al entrar, hay que subir por una escalera que conduce al lugar de reposo y de oración tecnológica. Otro ejemplo son las nuevas oficinas de “la Caixa” donde los usuarios penetran en un mundo azul, sin ruido y amable, sin las estridencias de las colas y los turnos. La desaparición del espacio sólo para comprar va convirtiéndose paulatinamente en una experiencia en la que el comprador/usuario tiene la impresión de adquirir un patrimonio duradero y con un relato a compartir con otros.
En la famosa tienda de ropa Santa Eulalia, que este año ha celebrado los 175 años de vida, uno puede comprar una corbata o un perfume, o comer rodeado de una excelente colección de fotografías que están a la altura de una galería de arte contemporáneo. Lo mismo ocurre en Merci de París o en la ya cerrada Colette. La evolución de los espacios en la ciudad, tanto privados como públicos, con su mutación constante, señala que su futuro será más apto para cazadores de instantes irrepetibles que para los amantes de la rutina. La ciudad deberá estar preparada para el constante devenir en un flujo constante que sobrepasa lo efímero. Ciudades siempre en proceso de ser.
FIESTAS O PLATAFORMAS CREATIVAS
Una de las principales contribuciones creativas de la ciudad de Barcelona ha sido la puesta en marcha de proyectos artísticos que, apoyados en la idea de festivales musicales o exposiciones de artes visuales, han derivado a plataformas creativas que sobrepasan la experiencia cerrada de un evento que dura un tiempo definido. El festival Sónar es un claro ejemplo de esta forma de entender las nuevas formas de ocio y conocimiento. En el festival de música electrónica Sónar se puede escuchar música, asistir a una exposición, ver los procesos de creación o las últimas tendencias tecnológicas.
La ciudad de Barcelona vive a caballo de la tradición de las fiestas de gracia o de la Mercè y las plataformas creativas e innovadoras de festivales como Sónar o Primavera Sound. En el futuro, las ciudades deberán ser capaces de encargar proyectos creativos independientes de la gestión pública que diseñen nuevas apuestas de certámenes para la ciudad, que reactualicen su lugar en la esfera internacional y que propongan una nueva forma de estar en el mundo.
Uno de los principales retos de las ciudades modernas es determinar si es gobernada por las emociones ciudadanas o por los responsables políticos. No sólo hablamos de movimientos sociales y políticos sino de grupos sociales como ciclistas, taxistas, u otros colectivos que han conseguido con sus acciones redefinir la ciudad que habitamos sin que los ciudadanos puedan participar directamente en el debate
A PIE O EN VÍDEO JUEGO
La expansión de los vídeo juegos ya sean de ocio, educativos, médicos, o deportivos ha situado a Barcelona como una de las capitales del videojuego europeo, junto a Madrid o Paris. Es interesante reseñar que una ciudad conectada a un modelo de negocio que se mueve a nivel global, sin fronteras y en constante evolución tecnológica tanto desde el punto de vista creativo como económico, evidencia la necesidad de priorizar el talento y garantizar su formación.
El sector del vídeo juego es síntoma de un cambio que opera tanto en quien juega como en el que desarrolla los juegos. Está en juego apoyar una industria y ver que es la punta del iceberg de un cambio más global que la ciudad deberá afrontar. Un cambio basado en que el ciudadano irá estableciendo parámetros de conducta que deberán quedar reflejados en las políticas municipales de su ciudad. El universo del vídeo juego debe interpretarse como metáfora de un mundo que se relaciona a distancia, que se adapta con mayor velocidad a los cambios de consumo, que se mueve en redes internacionales y dibuja nuevas formas de relación humana.
BARRICADAS O UNA NUEVA GESTIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO
En muy pocos años, se ha borrado la frontera que separaba el espacio privado del espacio público, debido a la crisis económica, la desigualdad social, y la crisis de representación parlamentaria. Nos encontramos con que la diferencia entre dentro fuera se ha difuminado. Las ciudades deberán aprender a redefinir el espacio público para que mantenga su carácter público y no sólo de aquellos con voluntad de manifestarse. Uno de los principales retos de las ciudades modernas es determinar si es gobernada por las emociones ciudadanas o por los responsables políticos. No sólo hablamos de movimientos sociales y políticos sino de grupos sociales como ciclistas, taxistas, u otros colectivos que han conseguido con sus acciones redefinir la ciudad que habitamos sin que los ciudadanos puedan participar directamente en el debate.
Definir el espacio público implica también ser capaces de definir el espacio público virtual, que también debe tener un uso equilibrado y responsable. Las ciudades del futuro deberán planificar su crecimiento siendo capaces de controlar lo público y garantizar lo privado.
Estas son algunas cuestiones que Barcelona debería estar dispuesta a debatir para alcanzar conciencia de la necesidad de adaptarse al cambio que ha comenzado a definir la realidad de muchas ciudades a su propio cambio.