Pareja Port Barcelona
Los barceloneses han decidido visitar su propia ciudad. © theNBP
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Redescubriendo Barcelona

Una de las consecuencias de la pandemia ha sido la desaparición de los turistas del espacio público en beneficio de los barceloneses y un mayor interés de estos por la ciudad

Hay múltiples maneras de interpretar una ciudad. Una es en clave de lucha constante por el espacio. Viviendas, industrias, comercios y oficinas pugnan por conquistar su lugar, y entre ellos se abren paso a trancas y barrancas las zonas verdes. El uso del espacio público también es una lucha entre ciudadanos —peatones, músicos y artistas callejeros— y actividades económicas y sociales. De hecho, cuando nos sentamos en la terraza de un bar estamos comprando, a través de la consumición, el derecho a utilizar temporalmente esa porción del espacio público.

En los últimos años, en las ciudades globales, ha emergido una cruenta batalla por el espacio público que se dirime entre turistas y locales, que a veces crea tensiones y un sentimiento contradictorio. Por un lado, el turista aporta economía, pero también es molesto. Esta dicotomía se ha manifestado plenamente en estos tiempos de confinamiento, mascarillas, restricciones y toques de queda. Los turistas han prácticamente desaparecido de ciudades como Barcelona, lo que está arruinando muchos negocios, pero también ha dado la oportunidad a los locales de redescubrir su ciudad.

Hace unos días, leía un reportaje al respecto en el Financial Times sobre Nueva York, donde este verano muchos ciudadanos han optado por esperar mejores tiempos para viajar y redescubrir su ciudad. Algunos de los testimonios recogidos eran muy elocuentes. Ante la perspectiva de que Nueva York jamás volverá a ser como ahora, los neoyorquinos han convertido su ciudad en una especie de gran patio de juegos en el que son las estrellas de su propia película.

En Nueva York, muchos ciudadanos han optado por esperar mejores tiempos para viajar y redescubrir su ciudad

El reportaje iba sobre Nueva York, pero el periodista habría podido escribir uno no muy distinto de Londres, París, Barcelona o cualquier otra ciudad habitualmente tomada por turistas. Solo hay que andar un poco por Barcelona para deducir que también los barceloneses están redescubriendo su ciudad. Hace unos días, paseaba con unos amigos por el Barri Gòtic y aprovechaba para explicarles detalles sobre la Plaza del Rei, la catedral y sus alrededores. Disfrutaron como nunca les había visto hacerlo. ¿Por qué nunca antes se habían interesado por las piedras con inscripciones hebreas, el escudo de la Inquisición o las columnas venidas de Troya del Palau de la Generalitat? Probablemente porque se trata de espacios que hemos cedido a los turistas.

He intentado estos días objetivar con datos que los barceloneses, como los neoyorquinos, hemos decidido reconquistar el espacio cedido al turismo y volver a los museos, visitar monumentos y disfrutar de actividades culturales y de ocio a las que muchos habían vuelto la espalda. No ha sido fácil por una razón obvia, tanto que no era consciente, y es que quienes miden el impacto del turismo en la ciudad analizan el comportamiento de los turistas, no la de los residentes, por lo tanto, no sabemos de verdad el comportamiento de lo que llamamos turismo doméstico. Lógica aplastante. Me recuerda la concepción simple del fútbol que tenía Johan Cruyff. Cuando le alertaban de que el peligro de un delantero contrario era su habilidad para desmarcarse, sencillamente decía: “Pues no hay que marcarlo”. Simplicidades como esta le convertían en un genio.

Aun así, he hallado algunas pistas en el último Barómetro del Ayuntamiento de Barcelona, en el que los barceloneses expresan una mayor voluntad de practicar actividades de proximidad, como ir al teatro (del 53% al 63%), a los museos (del 65% al 70%) y a conciertos (del 50% al 57%).

Parecía que los turistas volvían este verano, pero los últimos repuntes de contagios han variado estos planes, de modo que nos enfrentamos a otro mes de agosto para nosotros. Buena noticia para los detractores del turismo y pésima para quienes dependen de este sector, que son muchos. No soy en absoluto partidario de criminalizar el turismo, pero sí de regular mejor y ordenar la convivencia entre turistas y residentes, y que el redescubrimiento de Barcelona por los barceloneses nos haya enseñado que el futuro será mejor si aprendemos a compartir el espacio público en lugar de luchar por él.

Fundació Miró
Visitantes locales en la Fundació Miró. © theNBP