Garrigues, el letrado que defiende convivir también en el desacuerdo

Antonio Garrigues Walker lleva buena parte de su vida cruzando la línea profesional de las leyes y la empresa para dejarse llevar por su impulso más artístico a través del teatro, la poesía y la pintura. Como autor teatral, su última obra apareció en enero de 2017 en 'La Revista de Occidente' con el título ‘El saber de nuestro tiempo’, pero le viene de lejos su vocación de dramaturgo. La primera que se anota es 'A los políticos' y tiene fecha de 1958

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ntonio Garrigues Walker, prestigioso jurista, político y presidente de uno de los despachos de abogados más importantes del mundo, lleva buena parte de su vida cruzando la línea profesional de las leyes y la empresa para dejarse llevar por su impulso más artístico a través del teatro, la poesía y la pintura. Como autor teatral, su última obra apareció en enero de 2017 en La Revista de Occidente con el título El saber de nuestro tiempo, pero le viene de lejos su vocación de dramaturgo. La primera que se anota es A los políticos y tiene fecha de 1958. Suma hasta cincuenta y dos en total y buena parte de su producción literaria ha alcanzado su máxima expresión sobre los escenarios, con representaciones de grupos de teatro amateurs dirigidas por él mismo para amigos y familiares. Muchos recuerdan la exclusividad de representaciones míticas en Sotogrande, pero algunas han pasado por escenarios de más calado como La Abadía, el Círculo de Bellas Artes, el Gran Teatro de Huelva o el Tívoli de Oporto.

Los personajes que elabora Garrigues son de comedia de ópera bufa. Y con su  pluma de autor de teatro no elude los temas que, de verdad, le importan. En El saber de nuestro tiempo da la palabra a un poeta atormentado y lastimado de tristezas y a una prostituta admirable, para debatir el problema de la desintegración aparente del capitalismo.

Si algo define toda su trayectoria es su estricta vocación de servicio público, ejercida durante tantos años desde el ámbito privado. Es así como se muestra también en su último drama, con personajes tan tristes, atormentados y desgarrados que naufragan y se ahogan en su soledad. Todos ellos tienen, al final, la ambición de trascender para, con su amargo testimonio cargado de toneladas de ironía, cambiar un poco el mundo.  Afortunadamente cuando Antonio Garrigues es él mismo, se muestra afable y siempre encuentra una salida al desasosiego. Siempre, al final, una puerta abierta.

Dice Luis María Ansón, que lo ha seguido casi cada mes de agosto –cuando llega el estreno teatral-, que este pobre hombre se ha tenido que dedicar en la vida a otras cosas. A ganar dinero, puntualiza. Pero que el talento de dramaturgo lo tiene. Sus personajes son de comedia de ópera bufa. Y con su  pluma de autor de teatro no elude los temas que, de verdad, le importan. En El saber de nuestro tiempo da la palabra a un poeta atormentado y lastimado de tristezas y a una prostituta admirable, para debatir el problema de la desintegración aparente del capitalismo.  A una joven refugiada siria y a un dirigente europeo responsable del tema migratorio, para tratar sobre la migración y el refugio. Y, para acabar, a una mujer (un robot  de base esencialmente humana), y a un hombre cualquiera (desempleado y sin futuro), para tratar sobre los avances científicos y tecnológicos.

Antonio Garrigues visitó Foment y fue él mismo. Sin personajes interpuestos. Convencido de que la economía de mercado debe generar menos efectos negativos y reducir la desigualdad.

Maestro de abogados, él es en su obra el resultado y la suma de tantos otros autores: Arnaud, Ionesco, Beckett, Buero y Sartre. El humor atrapa a la anécdota hasta que cae y se hunde en el ceño fruncido de la reflexión sobre el amor, el poder, la gloria, la vida y la muerte

El ejercicio literario de afrontar desde el teatro las grandes cuestiones que perviven en el ser humano hasta tumbarlo y hacerle creer y sentirse insignificante, Garrigues lo resuelve con humor de carcajada. Como si se permitiera en sus escritos tomarse las licencias para las que no hay lugar en el derecho y la actividad profesional de jurista y gran empresario. Maestro de abogados, él es en su obra el resultado y la suma de tantos otros autores: Arnaud, Ionesco, Beckett, Buero y Sartre. El humor atrapa a la anécdota hasta que cae y se hunde en el ceño fruncido de la reflexión sobre el amor, el poder, la gloria, la vida y la muerte. Nada anodino, revuelve las emociones, y sus protagonistas –un poco de vuelta de todo y resabiados- muestran enojados su voluntad de transformar todo lo que se les ponga por delante, aunque disimulen con una aparente desgana. Lo más natural es creer que detrás de todos ellos, ejerciendo de ventrílocuo, está Antonio Garrigues Walker.

No se puede obviar su vocación política, que arranca de su sentido de responsabilidad por todo lo público y el bien colectivo. Ha elegido participar de todo ello desde la empresa y el ejercicio de la abogacía con el derecho como materia prima. Y por ello dice: “la abogacía no es sólo conocer la ley, es también saber cómo se aplica y saber, incluso, que aunque uno tenga derecho, puede también renunciar a su aplicación”. Cuestión de matices.

“Todos tenemos fe en el sistema democrático y aceptamos que la democracia no es un sistema que permita que todos estemos de acuerdo, sino que permite convivir con el desacuerdo. ¿Cómo? No contemplo otro sistema que el diálogo”

Porque de hecho es a él a quien le interesan, le preocupan y le ocupan los grandes temas de la humanidad y, por tanto, y por supuesto, en esto se incluye España. Es así como acaba: “todos tenemos fe en el sistema democrático y aceptamos que la democracia no es un sistema que permita que todos estemos de acuerdo, sino que permite convivir con el desacuerdo. ¿Cómo? No contemplo otro sistema que el diálogo. ¿Es posible convivir en desacuerdo si no es hablando? Yo creo que no. El rechazo del diálogo, por principio, yo no lo acepto. No lo puedo aceptar porque sería negar la fe en el sistema democrático. España tiene problemas, pero no más que otros países occidentales. Yo personalmente creo que tenemos menos y que estamos en una posición mejor para afrontarlo”.