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acques-Yves Cousteau, oficial de la marina francesa, alcanzó fama mundial en su vida civil como explorador e investigador del mundo submarino. Seductor nato, sabía conquistar a los productores, patrocinadores y a los espectadores de sus reportajes cinematográficos y documentales para televisión. En sus conferencias internacionales, que le servían tanto para aumentar su halo de aventurero-chic como para captar ayudas para sus fundaciones oceanográficas, repetía algunas ideas que hacían pensar a su audiencia. “Nuestro planeta no tendría que haberse llamado tierra, sino planeta agua”, decía Cousteau solemne, mientras mostraba un mapamundi o la imagen de la tierra desde el espacio.
Cousteau era un enamorado de la naturaleza y le fascinaba todo el potencial que se escondía bajo océanos y mares. Siempre daba vueltas a lo poco conocido que era algo tan cercano. Precisamente y con relación directa con el mar, en Barcelona hay algo tan próximo como generalmente poco conocido: el puerto, una enorme locomotora económica que está permanentemente en marcha y del que poco se sabe si no se está involucrado directamente con su día a día. Siempre presente, aunque se desconoce su alcance, el peso real que tiene en la ciudad, en la economía de la gran metrópoli y, en general, la enorme influencia que tiene para Barcelona toda su actividad.
El puerto vive siete vidas en paralelo. Unas son más conocidas y otras más discretas. Algunas están integradas en la ciudad y otras están tan alejadas que prácticamente podría decirse que están convenientemente escondidas de miradas innecesarias.
¿Y por qué el puerto de Barcelona tiene un peso tan y tan grande? Pues porque el 90% del comercio mundial se mueve por vía marítima, una cifra notable. Tanto como las 61 millones de toneladas de mercancías (un 26% más que el año pasado) que se movieron por barco en Barcelona y que evidencian la gran importancia de esta instalación, un lugar tan poco conocido como fundamental para el funcionamiento de la ciudad, el país y su economía.
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acques-Yves Cousteau, oficial de la marina francesa, alcanzó fama mundial en su vida civil como explorador e investigador del mundo submarino. Seductor nato, sabía conquistar a los productores, patrocinadores y a los espectadores de sus reportajes cinematográficos y documentales para televisión. En sus conferencias internacionales, que le servían tanto para aumentar su halo de aventurero-chic como para captar ayudas para sus fundaciones oceanográficas, repetía algunas ideas que hacían pensar a su audiencia. “Nuestro planeta no tendría que haberse llamado tierra, sino planeta agua”, decía Cousteau solemne, mientras mostraba un mapamundi o la imagen de la tierra desde el espacio.
Cousteau era un enamorado de la naturaleza y le fascinaba todo el potencial que se escondía bajo océanos y mares. Siempre daba vueltas a lo poco conocido que era algo tan cercano. Precisamente y con relación directa con el mar, en Barcelona hay algo tan próximo como generalmente poco conocido: el puerto, una enorme locomotora económica que está permanentemente en marcha y del que poco se sabe si no se está involucrado directamente con su día a día. Siempre presente, aunque se desconoce su alcance, el peso real que tiene en la ciudad, en la economía de la gran metrópoli y, en general, la enorme influencia que tiene para Barcelona toda su actividad.
El puerto vive siete vidas en paralelo. Unas son más conocidas y otras más discretas. Algunas están integradas en la ciudad y otras están tan alejadas que prácticamente podría decirse que están convenientemente escondidas de miradas innecesarias.
¿Y por qué el puerto de Barcelona tiene un peso tan y tan grande? Pues porque el 90% del comercio mundial se mueve por vía marítima, una cifra notable. Tanto como las 61 millones de toneladas de mercancías (un 26% más que el año pasado) que se movieron por barco en Barcelona y que evidencian la gran importancia de esta instalación, un lugar tan poco conocido como fundamental para el funcionamiento de la ciudad, el país y su economía.