Corría el año 1772 cuando entró en funcionamiento el faro del Port de Barcelona. Se había empezado a edificar en 1751 en la punta del dique que se estaba construyendo para ampliar las instalaciones, en la parte que más entraba en el mar en aquel momento. De estilo neoclásico, el faro se diseñó con una base cuadrada y una torre piramidal truncada, con la linterna coronando el edificio. En aquel momento, fue uno de los tres únicos faros construidos con piedra —y en funcionamiento— de toda España.
El nuevo faro tuvo un papel relevante durante los siglos XVII y XIX. Lo tuvo tanto que el matemático y astrónomo Jean-Baptiste Joseph Delambre y el geógrafo y astrónomo Pierre Méchain recurrieron a él para medir la longitud del arco del meridiano, desde la ciudad portuaria del norte de Francia Dunkerque hasta Barcelona. Las observaciones que obtuvieron desde este vértice geodésico este par de investigadores sirvieron para establecer el sistema métrico decimal. Por si fuera poco, una de las figuras más relevantes para la historia de la ciudad, el ingeniero Ildefons Cerdà, tomó el faro del puerto como referencia para diseñar las avenidas del Paral·lel y la Meridiana en el plan que sirvió para crear el Eixample.
Esta unicidad y protagonismo se vieron superados muy pronto por las consecutivas ampliaciones que se fueron produciendo en el Port de Barcelona durante el siglo XIX. Cada vez, el faro se encontraba más alejado de la bocana portuaria. A esto se sumó la entrada en servicio del faro del Llobregat en 1852, por aquel entonces, en el término municipal de L’Hospitalet de Llobregat y, posteriormente, integrado en la Zona Franca de Barcelona, haciendo que la segunda ciudad de Catalunya perdiera su única vía de acceso al mar. También se vio relevado por el nuevo faro de Montjuïc. Fue entonces cuando se planteó el apagón de la linterna barcelonesa y el derribo de la torre que la acogía.
A pesar de todo, la institución portuaria decidió mantener el faro, pero reconvirtiendo su uso a principios del siglo XX. La linterna se sustituyó por un reloj de cuatro grandes esferas. Tenía que servir para señalar la hora a los navegantes y a los portuarios, así como a los vecinos de la Barceloneta y a toda persona que pasara por aquella parte de la ciudad.
Los 250 años de historia que ha vivido la Torre del Reloj, protegida como bien cultural de interés local, serán los protagonistas de una exposición temporal en el Portal de la Pau, con la participación del historiador Joan Alemany y formada por diferentes imágenes antiguas, y de varios actos para darla a conocer a la ciudadanía. La celebración coincide con la reforma del Muelle de Pescadores, que permitirá que el antiguo faro se pueda visitar y quede ubicado en un espacio de acceso público. Actualmente, se encuentra dentro de un recinto cerrado y vigilado por la Policía Portuaria donde solo tienen acceso los pescadores y profesionales del sector.
“Una de las tareas del Port es preservar el patrimonio portuario porque es un patrimonio de todos. Lo estamos haciendo en los edificios históricos, como es el caso de los faros que dependen del Port de Barcelona, estableciendo acuerdos con los ayuntamientos donde están presentes para abrirlos a la ciudadanía. Y lo hemos hecho en el caso de la Torre del Reloj, en la que se ha realizado un completo mantenimiento de sus elementos interiores y exteriores, procurando preservar al máximo los elementos originales, que incluye la restauración del segundo mecanismo del reloj”, expone su presidente, Damià Calvet. En este sentido, este miércoles se ha encendido la nueva iluminación de la Torre del Reloj, con los colores azul y amarillo, los de la Barceloneta, pero también los de la bandera de Ucrania.
La celebración coincide con la reforma del Muelle de Pescadores, que permitirá que el antiguo faro se pueda visitar y quede ubicado en un espacio de acceso público
La transformación que está viviendo esta zona del Port de Barcelona también incluye el proyecto de construcción de una nueva Lonja de Pescadores y la reurbanización de un espacio portuario de más de 24.000 metros cuadrados que se abrirá a la ciudadanía, con una inversión de ocho millones de euros. El proyecto de la nueva lonja lo ha realizado el estudio de arquitectura OAB, liderado por Carlos y Lucía Ferrater. Se prevé que las obras empiecen a finales de año y que se prolonguen a lo largo de 17 meses, con la previsión de estrenar el nuevo edificio de cara al 2024.
La nueva lonja también se podrá visitar gracias a la construcción de una pasarela exterior que permitirá compaginar la actividad de los pescadores y las subastas con la presencia de público. La pasarela se iniciará junto a la Torre del Reloj y pasará a lo largo de todo el edificio. Asimismo, los ciudadanos podrán comprar pez en la misma lonja, ya sea para llevárselo a casa o para que se los cocinen inmediatamente en el futuro restaurante de cocina marinera que también se construirá en el nuevo Muelle de Pescadores.