En 1981 se estrenaba en las pantallas For your eyes only, una de las entregas de James Bond protagonizada por Roger Moore. En un guion alejado de los vehículos lujosos a los que nos tiene acostumbrados la saga, se puede ver al agente al volante de un Citroën 2cv, driblando la acometida de ramas entre campos de olivos, algarrobos y una mezcla de conceptos ibéricos bastante tronados. Pero más tronada es todavía la caricaturesca aparición de la, por entonces, primera ministra británica, Margaret Thatcher, al final de la película.
En la escena, una especie de homenaje al Pop Art de Lichtenstein, Thatcher figura que está en la cocina del 10 Downing St. vestida con una falda azul -el azul de las grandes ocasiones-, delantal y unos guantes de látex amarillo que se quita para atender el teléfono que suena en el armario de los paquetes de cereales. La Primera Ministra entonces descuelga el auricular rojo a través del cual un miembro de su gabinete le hace saber que, tal y como ella había solicitado, el agente 007 está al otro lado de la línea. Pero en vez de Roger Moore, ocupado con la joven que lo acompañaba en el 2cv, las fuerzas secretas británicas burlan a la astuta Dama de Hierro con un loro -hecho, lo de burlar a la Primera Ministra, bastante improbable- mientras esta última, aún pegada al teléfono, pega a su marido en la mano mientras éste rebuscaba en los cuencos de la cena antes de tiempo. La escena es el sello de la coyuntura de un mundo que todavía necesitaba héroes de carne y hueso en el imaginario colectivo. El año del estreno de For your eyes only, Margaret Thatcher hacía dos que, contra todo pronóstico, se había erigido en Primera Ministra del Reino Unido y se veía obligada a meterse, una vez tras otra, en un berenjenal.
Margaret Thatcher venía de una familia de comerciantes y, a pesar del contexto desfavorable, supo ganarse el reconocimiento tanto en el entorno del partido Conservador como en el contexto de la sociedad inglesa, claramente dominada por los hombres. Entró en la Cámara de los Comunes con sólo 24 años, y a los 27 ya fue Ministra de Educación y Ciencia. Durante los tres primeros años de mandato, su perfil intransigente la llevó a unos niveles de popularidad nefastos, hasta que en el 82 reaccionó, al vencer la provocación de Argentina en la Guerra de las Malvinas. Thatcher supo aprovechar la ola de patriotismo que despertó la victoria para imponerse con claridad en sus segundos comicios y, meses más tarde, situó a Gran Bretaña al frente de la economía mundial. Repasando la trayectoria del personaje he lamentado la ausencia de canales digitales en ese periodo. Estoy casi convencido de que Thatcher hubiera querido pilotar -si no siempre, sí en buena medida- su cuenta de Twitter: The lady’s not for turning, habría tecleado. Habría desatado valles de polvareda durante la pugna con los sindicatos y habría reventado las estrategias de su equipo con un selfie en el Rancho de Ronald Regan, o de espaldas al mausoleo de Lenin con Mikhail Gorbachov enganchado por el hombro.
Quien en cambio sí ha dispuesto y dispone de los canales digitales es Alexandria Ocasio-Cortez, la líder -en alza- del Partido Demócrata de los Estados Unidos. Los amantes de las coincidencias y los entramados zodiacales deben saber que Thatcher y Ocasio-Cortez nacieron el mismo día. Las separan 64 años y un abismo en cuanto a la manera de entender la política. Aun así, también son notables las semejanzas. Ocasio-Cortez, de sólo 28 años, nació en el Bronx, distrito neoyorquino y cuna de buena parte de los taxistas, camareros y basureros de la ciudad de Nueva York, feudo tradicional de los Demócratas. Poco antes de imponerse en las primarias del 27 de junio de este año, aún trabajaba en la taberna mexicana de Union Square, el bar donde servía copas desde hacía 11 años, desde que murió su padre.
Alexandria es un fenómeno de la comunicación en las redes. Además, la campaña de la nueva líder de los Demócratas, con un presupuesto 10 veces inferior al de su rival, el histórico Joseph Crowley, de 56 años, ha sido financiada a través de pequeñas donaciones de la gente de la calle -el 80% no superan los 70$-, renunciando, de forma explícita, a las aportaciones de las grandes corporaciones y a los consecuentes compromisos con ellas. El estilo de la joven líder es demoledor: transparente, directo, ambicioso, magnético. Alumna aventajada de la escuela Obama, sobrepasa la maestría de quien, probablemente, acabe siendo su predecesor en la órbita del partido de los Kennedy y los Clinton, e incluso al frente de la Casa Blanca y la política global. No es casualidad que Crowley, al conocer la derrota, se subiera al escenario y guitarra en mano -en un gesto marca de la casa- le dedicara el Born to run de Bruce Springsteen.
El camino que espera a Ocasio-Cortez está lleno de obstáculos, y la franqueza y la magia que desprende su forma de dirigirse a la gente -os animo a seguirla a través de canales y plataformas como Instagram, Twitter, YouTube- la hace tan vulnerable que, tal vez por ello, dan ganas de protegerla y de entregarse a la causa. “La nueva política ha dejado de ser de izquierdas o de derechas para pasar a ser un duelo en el eje de los de arriba y los de abajo”, afirma. Thatcher tomó el atajo para encabezar Westminster y permaneció 11 años. A pesar de la controversia de sus políticas, su empeño cambió el mundo y, en buena medida, le hizo perder autoestima. El mundo de Margaret Thatcher era plano y pesado como una losa. El mundo de Alexandria Ocasio-Cortez, en cambio, se prevé original y alineado con la tendencia al cambio. Es, posiblemente, la última esperanza en la política global. Que la fuerza -y el coraje para no dar media vuelta- la acompañen.
* The lady’s not for turning. Es una conocida sentencia que Thatcher lanzó durante el discurso en la Conferencia del Partido Conservador del 10 de octubre de 1980. Thatcher, con este juego de palabras, aplacó las peticiones de la oposición que reclamaban disipar las políticas económicas de los últimos meses, las cuales habían causado un incremento notable de la recesión y el paro. La frase hizo fortuna y, al terminar, el discurso desató una ovación de más de 5 minutos.
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Alexandria Ocasio-Cortez en Nueva York el 30 de junio de 2018. Foto de ZUMA Press, Inc. / Alamy Stock Photo