El sastre Arnau Aguilar en su local de Barcelona.
El sastre Arnau Aguilar.

La sastrería de alta costura de Arnau Aguilar mira al mundo desde Barcelona

El profesional defiende la importancia "del 'savoir faire’ de antes" y de la combinación de la artesanía con la contemporaneidad, en un sector en el que asegura que faltan manos

En un momento de digitalización en el que la inmediatez impera, lo artesanal y lo tradicional se reivindica. Slow food, slow fashion, slow travel; entre la celeridad digital emergen nuevas tendencias, mientras que otras mantienen su actividad bebiendo de la tradición y de un know how adquirido durante décadas. La slow fashion se concreta en proyectos como el del sastre Arnau Aguilar, que ofrece servicios de sastrería tradicional y artesanal a medida desde su local junto a la Diagonal. 

“Un gran segmento de la población valora la artesanía, y cada vez existe una carencia más grande de profesionales de la sastrería en todas partes”, defiende Aguilar rodeado de maniquíes, espejos y telas en su local. Con su confección artesanal y tradicional, su sastrería facturó 130.000 euros en 2023, y prevé un crecimiento del 25% para este 2024. 

Todo proceso de confección en su local requiere al menos tres pruebas y horas de trabajo, hasta alrededor de 70 en el caso de las americanas, que son la pieza más complicada. Y, aunque su establecimiento está equipado con tres máquinas de coser, mayormente las piezas se cosen manualmente: “El 80% de una americana la cosemos a mano”. La costura manual es la mayoritaria en la sastrería, también en piezas como abrigos, faldas y fracs. Entre todas ellas, la más demandada es el traje de cuatro estaciones, que pueden confeccionarse con “infinidad de materiales”. Este catálogo de materiales, además, no tiene en cuenta sólo el clima de Barcelona, “sino que es de una diversidad de nivel mundial”, respondiendo a los clientes internacionales a los que la sastrería presta servicio. 

A nivel internacional, Inglaterra e Italia “son los reyes de la sastrería”, con profesionales de renombre también en Francia, además de Barcelona y Madrid. A pesar de que recurrir a los servicios de un sastre se sale de lo mainstream, “en todas partes faltan profesionales de la alta costura”, y de todos los rangos y especializaciones. Y es que en las sastrerías solía haber personal encargado concretamente de coser las mangas o de planchar las prendas, “pero ahora no se encuentran mangueros, planchadores y tampoco oficiales”. Lo mismo ocurre con los sastres como tal, ya que requieren una extensa formación y experiencia, lo que implica estar dispuesto al sacrificio y empezar siendo aprendiz. 

Él lo fue del sastre Antonio Trigo en Sabadell. El camino desde el que llegó a ser su aprendiz no siguió un plan estructurado: Aguilar estudiaba diseño industrial cuando le regalaron la máquina de coser de segunda mano que le llevó a redirigir su carrera. Pese a que su abuelo estuvo vinculado a la hilatura y su abuela a la costura, desconocía completamente el sector, que le cautivó al permitirle materializar sus creaciones de forma artesanal. Aguilar empezó entonces a compaginar sus estudios con las tardes en la Escuela Guerrero para aprender patronaje industrial. En su camino en tren desde hasta la escuela, se cruzaba con la sastrería de Sabadell, de la que acabó siendo aprendiz durante dos años.  Al final, la moda acabó ganando y dejó sus estudios de Diseño Industrial. Sus inicios en Sabadell desembocaron en cuatro años trabajando para el sastre de prestigio internacional Josep Maria Blasi y, luego, casi tres más en la referente en moda de lujo Santa Eulàlia

El sastre Arnau Aguilar trabajando en su local.
Arnau Aguilar cortando piezas para una prenda en su taller en Barcelona.

Aguilar, también profesor de sastrería en IED, empezó a atender peticiones de clientes por su cuenta en 2015, y abrió hace tres años su local en la plaza de Narcís Oller, un rincón de quietud a dos pasos de la bulliciosa Diagonal. Desde entonces, su negocio ha ido creciendo hasta incorporar a un oficial y a contar con externos para realizar determinadas tareas. La previsión, según Aguilar, es seguir esta progresión creciente, como lleva a pensar la “inmejorable” temporada de primavera y verano en la que está inmersa la sastrería, en la que prevé superar los 50 trajes. 

Entre quienes se acercan hasta su sastrería en Barcelona figuran clientes recurrentes del ámbito internacional y ejecutivos de grandes multinacionales. “Un sastre es una persona de confianza; cuando encuentras al adecuado, no lo cambias”. Así, Aguilar cuenta con una clientela fidelizada que repite, con pedidos que van desde el traje de cuatro estaciones, el más demandado, a encargos más singulares, como el smoking de 1969 que ha modificado para el hijo de su dueño original. Y es que las prendas de sastrería de calidad son sumamente” trabajables”. De este modo, se convierten en piezas vivas que pueden modificarse en repetidas ocasiones y utilizarse incluso durante décadas. Con una prolongada vida útil que va a contracorriente de las tendencias actuales de la moda de masas y del fast fashion, Aguilar las trabaja “siguiendo el estilo más riguroso de la profesión, con ese savoir faire de antes y combinando artesanía y contemporaneidad”. 

El sastre Arnau Aguilar cosiendo a mano.
Gran parte de las prendas de la sastrería de Arnau Aguilar se cosen a mano.