Nos encontramos en medio de un hipotético futuro, en el que ha tenido lugar una revolución tecnológica espacial que ha conseguido enviar a humanos a vivir fuera del planeta Tierra. ¿Cómo cambiará el arte y su percepción cuando no estemos restringidos por las leyes físicas que nos impone el planeta Tierra? Es hora de investigar y experimentar sus implicaciones culturales potenciales. Este es el punto de partida de The Zero-Gravity Band, un proyecto que se hace preguntas y se adelanta en el tiempo para hablar de música y arte en un espacio ingrávido. «Si eliminamos la gravedad de los procesos creativos, nos damos cuenta de que la manera de crear música y arte cambia totalmente», explica Marc Marzenit. Es productor y compositor de música electrónica y, junto con Albert Barqué-Durán, investigador en ciencias cognitivas en la City, University of London, ha desarrollado este proyecto que saldrá a la luz en el Sónar 2018. Las recientes investigaciones de la Dra. Elisa R. Ferrè, profesora del Departamento de Psicología de la Royal Holloway, University of London, acerca de cómo los humanos perciben y experimentan la estética en condiciones de microgravedad, también han motivado este proyecto, promovido por la Fundación Quo Artis.
Ya hace más de medio siglo que los humanos llegaron a la luna y también se han enviado naves a Marte, pero el espacio exterior ha sido visto siempre como un lugar inhóspito para la vida. «Uno piensa que no se puede sobrevivir en un espacio en el que no hay gravedad, oxígeno o protección ante la radiación. Sin embargo, los últimos progresos hacen que la percepción esté cambiando y presentan el universo como un lugar repleto de rincones que pueden ser más o menos acogedores», explica Marzenit. The Zero-Gravity Band quiere mostrarlos a través de una experiencia inmersiva de 360 grados, que tendrá lugar en el festival Sónar de música electrónica y que tiene como objetivo inducir sensaciones de gravedad cero a través del sonido. Precisamente en el año en el que el certamen cumple un cuarto de siglo, su hermano más teórico (Sónar+D) dará un salto de 25 años hacia el futuro para imaginar cómo serán los artistas entonces. Como si estuviéramos en el 2043, inspirados por una creatividad que desafía el espacio y el tiempo, grabarán música en el espacio, utilizarán nanosatélites y tocarán junto a compañeros virtuales, hijos de la inteligencia artificial. Bienvenidos a la vanguardia musical «extraterrestre».
«Con Albert, parimos esta idea en ediciones anteriores del festival. Albert creó un proyecto que mostraba la creación de una musa artificial a través de una red neuronal de inteligencia artificial. Y entonces entramos en contacto con Elisa, considerada la partner científica, que nos aportó la teoría del proyecto actual», recuerda sonriendo el productor musical leridano. Y de aquí a Burdeos, donde hicimos una primera simulación de vuelo sin gravedad. «Una de las cosas que más cambia es que el peso de tu cuerpo y las percepciones que tenías hasta ahora desaparecen. Lo mismo pasa con los instrumentos, un piano o una batería, no se pueden tocar como lo hacemos en la Tierra. Cambia mucho la manera de componer porque se necesitan otras herramientas, como el anillo sensor que utilicé en el vuelo de Burdeos y que me permitía controlar y manipular los sonidos que creaba a través de un teclado», explica Marzenit.
Por este motivo utilizan un instrumento creado para tocar en el espacio llamado Telemetrón. El artífice es el arquitecto del MIT (Massachusetts Institute of Technology), Nicole L’Huilier, doctorando de un grupo que investiga la expresión musical más allá de la atmósfera. «Es una investigación paralela a la que nosotros estamos haciendo con Elisa y fue muy interesante ver que habíamos tenido problemas similares y que habíamos cometido errores con las mismas características. Además de los resultados de las previsiones de cómo su instrumento, diseñado para la composición e interpretación en ausencia de gravedad, interacciona en esas condiciones. Yo mismo he diseñado un prototipo, el Savnac, para poder pintar en el espacio», reconoce el investigador y artista Albert Barqué-Duran.
La expresión artística es otro de los puntos clave del proyecto The Zero-Gravity Band. La propuesta de Barqué-Duran ha sido la construcción de un prototipo bautizado con el nombre de S A V N A C, que nace de la palabra «canvas» al revés. Este prototipo pretende ser un lienzo clásico rediseñado en 3D, adaptado para ser manipulado y percibido en un entorno flotante de 360 grados y que permite al artista producir una obra de arte efímera en momentos de gravedad cero.
Pueden parecer planteamientos extravagantes, pero son paralelos a otras iniciativas que cada vez se ven más próximas, como los viajes espaciales turísticos o las misiones para explotar los recursos de planetas y cometas, entre otros. Todo apunta a una mayor presencia humana en el espacio en un futuro próximo. Para avanzar en este camino en el mundo del arte, el siguiente paso que quiere impulsar The Zero-Gravity Band es hacer otro vuelo de gravedad cero con el avión entero para poder hacer las pruebas científicas y artísticas que les quedan pendientes. «En definitiva, continuar investigando y recaudando fondos para poder pagar los 200.000 euros que vale una experiencia de estas características», finaliza Marzenit. Nadie ha dicho que los «bolos» espaciales tengan que ser baratos.