“Hombre bajito pantalón gris de chandal chaqueta corta oscura disimulando, a hecho cosas raras esta en Pompeu Fabra”. Esta es la reproducción fiel (aunque traducida del catalán) de un mensaje enviado el 5 de enero de 2020 al grupo de WhatsApp Alerta Mira-sol, un chat de vigilancia creado por vecinos y vecinas de esta urbanización de Sant Cugat del Vallès para compartir información sobre robos y actividades “sospechosas” en la zona.
La fotógrafa Blanca Mut utilizó este chat como centro de su proyecto de investigación de final de carrera en IDEP-Escuela Superior de Imagen y Diseño de Barcelona, que incluye mucha otra documentación (fotografías, recortes de diario, entrevistas, etc.), todo pensado para ilustrar el estado de alarma permanente del vecindario. Una muestra de este trabajo forma parte de la exposición Suburbia del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona a la que me he referido en artículos anteriores.
La seguridad es sin duda una de las principales preocupaciones para las personas que viven o tienen una propiedad en cualquiera de estas áreas de baja densidad. Las diferentes oleadas de noticias (no exentas en ocasiones de exageración o incluso directamente basadas en fake news) que se han producido en torno a la acción de bandas organizadas, a menudo formadas por personas procedentes de países con guerra en curso o reciente, lo que añade siempre un plus de inquietud, ha contribuido notablemente a reforzar todos los temores. Lo mismo ocurre con el más reciente bombardeo permanente de informaciones (de nuevo, no apoyadas por la evidencia de los datos) liderados por los programas matinales de televisión en torno a ocupaciones ilegales.
Es precisamente el relativo aislamiento de las viviendas, en especial cuando se trata de unifamiliares, la que genera sensación de mayor indefensión ante cualquier intromisión en la privacidad. Todo un reto también para los cuerpos policiales, que lógicamente se encuentran en un entorno mucho menos controlable que en la ciudad compacta y que en muchas ocasiones deben enfrentarse a los reproches y reclamaciones de los vecinos y vecinas de las urbanizaciones por falta de efectividad. El paso hacia una variedad de formas de autodefensa, como en el caso de Mirasol, pero que pueden llegar a ser más extremas (como patrullas “armadas”) está pues servido sólo con que aparezca alguien con cierta capacidad de liderazgo entre el vecindario.
La exposición contiene todo tipo de material documental y artístico sobre la parte oscura de los suburbios, principalmente en la sección que lleva por nombre La pesadilla residencial. Pero no es sólo el miedo a ser víctimas de delitos la que actúa sobre las personas que residen en estos espacios: desde la amenaza nuclear, que llevó a la proliferación de refugios y búnkeres integrados en las casas en los momentos álgidos de la guerra fría —y parece que vuelve a hacerlo—, hasta la presunta caída en el valor de las propiedades debido al acceso de personas de menor renta o racializadas, pasando por la indefensión ante catástrofes naturales como los incendios forestales.
El paso hacia una variedad de formas de autodefensa, como en el caso de Mirasol, pero que pueden llegar a ser más extremas (como patrullas “armadas”) está pues servido sólo con que aparezca alguien con cierta capacidad de liderazgo entre el vecindario
La exposición no presta excesiva atención al fenómeno de las gated communities, o urbanizaciones literalmente cerradas por muros y con servicio de seguridad privada. Un caso extremo de segregación que, a pesar de tener presencia en Estados Unidos, foco de la muestra, adquiere su máxima expresión en países como la Argentina, donde bajo el nombre de countries han experimentado un boom, sobre todo después de la pandemia, hasta el punto de que actualmente hay más de 350 alrededor de Buenos Aires alojando más de 50.000 exclusivos habitantes. En realidad habría que hablar de autosegregación o, incluso, de “cuarentena inversa”. Este concepto, acuñado por el sociólogo Andrew Szasz en el libro Shopping Our Way to Safety, quiere explicar la tendencia de quien dispone de medios para hacerlo de aislarse del “mundo enfermo” que los rodea. Todo este auge de los countries y sus implicaciones lo explica muy bien Claudia Piñeiro, la autora de Las viudas de los jueves, novela llevada al cine en el año 2009.
Precisamente, como refleja Suburbia, la producción cultural en torno a esta inquietud que podríamos calificar de estructural para los vecinos y vecinas de las urbanizaciones, es ingente. La literatura, y en particular la novela negra, por descontado, encuentran un campo abonado para la construcción de todo un nuevo imaginario en el que el jardinero o la canguro (casi siempre de origen migrante) sustituyen al mayordomo como principal sospechoso de unos crímenes que en realidad suelen perpetrar, o al menos inducir, los acaudalados residentes a los que dan servicio.
Por su parte, la plataforma Filmin ha habilitado un canal vinculado a la exposición con una selección de largometrajes ambientados en este modelo residencial a los que podríamos añadir también un número inacabable de series de televisión desde los años 50 hasta ahora, con títulos como Desperate Housewives (Mujeres Desesperadas) como uno de los mejores casos de condensación de todos los elementos que se revisan a lo largo de la exposición.
Es, sin embargo, el despliegue fotográfico y pictórico lo que le da ese aire más oscuro a la muestra. La mejor manera de disfrutarlo: reservar un par de horas para hacer una visita a Subturbia antes del 8 de septiembre.