La Barcelona suburbana y sus retos

En mi anterior artículo explicaba cómo la densidad resulta clave para la vitalidad urbana y que, en este aspecto, la región metropolitana de Barcelona se encuentra en una situación ventajosa respecto a muchas otras ciudades del mundo, ya que muestra unos niveles de densidad bastante superiores y repartidos por diversos puntos del territorio.

Aun así, la presencia en nuestro entorno de la baja densidad no es nada despreciable y lleva asociada grandes retos económicos, sociales, ambientales e incluso políticos. Sobre esta cuestión trató precisamente un seminario organizado por la Diputación de Barcelona los pasados 2 y 3 de mayo en las instalaciones del CCCB, como actividad complementaria a la exposición Suburbia.

El desarrollo de manera significativa de la urbanización de baja densidad se inició en nuestro país, tal y como explicó el comisario de la exposición, el geógrafo Francesc Muñoz, durante la década de los 60 del siglo pasado. En aquel momento, se trata fundamentalmente de segundas residencias en los límites de la primera corona metropolitana (Ordal, valleses, Maresme y litoral sur hasta la costa del Penedés).

Unas segundas residencias, en formato unifamiliar (el famoso “chalet” o “torre” de la clase media trabajadora), en muchos casos de autoconstrucción y/o en espacios con bastantes déficits urbanísticos (cuando no legales), que se esparcen coincidiendo con el impulso de la industrialización fruto de la apertura económica del momento, con la aparición del SEAT 600 en el mercado y coincidiendo también con un periodo de crecimiento de la densidad de la ciudad central con los polígonos de viviendas característicos de la época, construidos para acoger una nueva oleada de migrantes, principalmente del sur de España. La “casita y el huerto”, pues, como un signo de prosperidad que significaba la posibilidad de desconexión del trabajo y del estrés de la ciudad.

El segundo gran impulso a la baja densidad y la consiguiente dispersión urbana se produce a finales de los años 80, siguiendo un modelo diferente. En primer lugar, porque se trata ya en general de primeras residencias. En segundo lugar, porque hay un predominio de viviendas adosadas que resultan prácticamente clonadas de manera masiva. Tercero, por su alcance, que llega ya a todo el territorio metropolitano y más allá. Y cuarto, porque con la vivienda se produce también la dispersión por el territorio de la actividad económica (y los puestos de trabajo asociados), incluyendo los equipamientos de consumo y de ocio.

En cambio, como coincidencia, también aquí encontramos unos vasos comunicantes con las transformaciones de la ciudad central. En esta ocasión, las operaciones de mejora urbana vinculadas al despliegue del “modelo Barcelona” de urbanismo para poner el día la ciudad condal de cara a la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992.

La presencia en nuestro entorno de la baja densidad no es nada despreciable y lleva asociada grandes retos económicos, sociales, ambientales e incluso políticos

Estos movimientos de población implicaron que, si Barcelona ciudad concentraba el 60% de la población de la provincia en 1950, en 2011 este porcentaje ya había bajado por debajo del 30%. Lógicamente esta drástica reducción no significa que todo el crecimiento se trasladara a entornos de baja densidad, ya que otro 30% de la población total se ubicó dentro de un radio de 20 km de la plaza Catalunya, según el demógrafo Antoni López Gay. La que lo hace en las urbanizaciones, de acuerdo con el experto, presenta unas características muy determinadas; por ejemplo, sólo un 17% de las mujeres entre 35 y 39 años de Sant Quirze del Vallès, municipio con una docena de entidades de población que ha doblado el número de habitantes desde 1995, no tienen hijos, frente a un 27% de media en la región metropolitana de Barcelona y un 45% en la capital.

La cultura de la propiedad, el modelo de vida reproducido en las series norteamericanas, que tan gráficamente recoge la exposición Suburbia, unidas a la facilidad de acceso al crédito antes de la crisis de 2008 son factores clave para explicar el estallido del fenómeno en el cambio de siglo. Hoy en día, sin embargo, se puede decir que los principales factores que explican la suburbanización en nuestro entorno, de acuerdo con el sociólogo Sergio Porcel, tienen que ver con la crisis de la vivienda en las grandes ciudades metropolitanas, las nuevas preferencias en materia de vivienda tras el shock de los confinamientos y la revalorización de los entornos rurales.

La diferencia entre desplazamientos forzados por las condiciones de mercado de aquellos que se realizan por propia voluntad y capacidad económica es clave para entender otro fenómeno asociado a la suburbanización: la segregación de la población según sus niveles de renta. Un fenómeno que, como nos recuerda el geógrafo Oriol Nel·lo, se intensifica con el paso del tiempo y tiende a formar verdaderos ejes metropolitanos de riqueza y pobreza a lo largo del territorio.

Allí donde también hay una visión casi unánime sobre los efectos negativos de la baja densidad es a la hora de evaluar su impacto ambiental. La ambientóloga Irene Navarro hacía un amplio repaso: desde los mayores consumos de agua a la ineludible necesidad de recurrir al vehículo privado para los desplazamientos, imprescindibles para acceder a la gran mayoría de servicios, pasando por la progresiva desaparición de suelos agrícolas o las dificultades para asegurar la eficiencia energética de las viviendas.

En este contexto, el geógrafo David Saurí mostraba cómo el mantenimiento de los jardines privados y el césped suponen un consumo de agua mucho más relevante que el de las piscinas que, además, actúan como refugios climáticos. En este sentido, la utilización de la tarificación progresiva y las regulaciones de algunos municipios, como Sant Cugat del Vallès, limitando el porcentaje de superficie con césped de las parcelas, han supuesto un freno importante en el consumo de agua. Un ejemplo de medidas para las que no ha habido que esperar a la situación extrema de sequía actual y que abren el camino a que otras medidas que hoy se aplican ante la emergencia pasen a formar parte de las regulaciones habituales.

Igualmente, la apuesta por unos sistemas agroalimentarios territorializados, propugnada por los diversos marcos estratégicos de las políticas alimentarias en Europa y el resto del mundo, era vista por la politóloga experta en este ámbito Lidón Martrat como una oportunidad para integrarlos con las zonas de baja densidad y conseguir una mayor proximidad entre producción y consumo, la protección de los suelos productivos y el impulso de los circuitos cortos de comercialización.

En materia de movilidad, la arquitecta Mónica Carrera explicó cómo ya son varias las experiencias en marcha para dar soluciones de transporte a la demanda a las personas que viven alejadas de los núcleos de población, así como el vehículo compartido o carpooling. También es incipiente el desarrollo de itinerarios alternativos en las carreteras para circular a pie o en bicicleta. Aun así, esta sigue siendo una de las principales asignaturas pendientes para la mejora de la calidad de vida y las oportunidades de la gente que vive en zonas de baja densidad.

Una de las conclusiones interesantes de todos los retos expuestos señalaba al modelo de vida en urbanizaciones como una apuesta que, en una versión caricaturizada, estaría pensada específicamente para un tipo de unidad de convivencia y una etapa vital muy determinadas: parejas con hijos/as hasta los 16 años (o el momento en que quieran disfrutar de autonomía de movimientos).

Hoy en día, con unos esquemas familiares tan diversos, con las mayores opciones de comunicación (física y virtual) que ofrecen las tecnologías digitales o con las transformaciones que se están dando en las ciudades compactas en el sentido de pacificación del tráfico y renaturalización, está por ver si es un modelo con futuro o no.

Sea como fuere, siguiendo lo que el director del curso, el geógrafo Josep Bàguena, expuso en la introducción al seminario, debemos seguir analizando permanentemente la evolución de la Catalunya suburbana y actualizando las estrategias, aterrizando en las diversas realidades locales y en los mecanismos de funcionamiento de las vidas cotidianas, para hacer de la baja densidad parte de la ciudad; para hacer de las urbanizaciones, barrios plenamente funcionales.