Antes de que empiece la obra, en el patio de butacas, alguien le pregunta a su acompañante si lleva clínex, le han avisado de que en La trena se llora bastante. La espectadora se queda tranquila cuando constata que van bien preparadas para la función. Hacen falta pañuelos, pero también previsión para ir a ver una obra que está colgando recurrentemente el cartel de Entradas agotadas —más de 500— en el Teatro Goya. La sala está llenísima, se hacen colas y se empieza más tarde, incluso se ocupan las filas de taburetes que hay en la segunda planta, sin miedo a que la incomodidad haga perder espectadores. Estrenada a principios de septiembre, la obra, producida por La Perla 29, estaba previsto que acabase a finales de noviembre, pero se ha prorrogado hasta mediados de diciembre ante la abultada demanda, como acaba de pasar con el musical Golfus de Roma, otro éxito de la temporada.
Cuando empieza la función, aparece Clara Segura como una narradora y creadora que, a su vez, es también directora. La profesional polivalente acompaña a las tres protagonistas en sus viajes, como también hace con el público. Tal y como ha reconocido este viernes en un encuentro de la compañía teatral detrás de La trena con el público en La Central del Raval, llena hasta los topes, Segura dispone de una posición privilegiada en el escenario para fijarse en los espectadores y, sobre todo, escucharlos. Obviamente, sabe cuando sacan un clínex. Hasta es capaz de identificar cuando alguien se seca las lágrimas silenciosamente, puede que tímidamente, como siempre se hace en la oscuridad de un teatro.
Segura va tejiendo la historia, la trenza, dejando que fluya, sin miedo a que algún hilo se pierda, sabiendo que todo acaba volviendo a su cauce. Hasta se permite tener guiños con el público haciendo referencia a algún serial muy popular últimamente sobre asesinatos e investigaciones. En esta creación colectiva, le acompañan Smita (Marta Marco), Giulia (Carlota Olcina) y Sarah (Cristina Genebat), tres mujeres con historias diferentes que tienen que sobreponerse a lo que se espera de ellas. Smita, una intocable en la India, se rebela para que su hija pueda estudiar y tener un futuro mejor. Giulia, una joven trabajadora en un taller artesanal de pelucas en Italia, se tiene que hacer cargo de su vida a golpe de sustos. Por último, Sarah, una exitosa abogada de Canadá y madre de familia, afronta, con mucha ironía y corazas, que todo, en algún punto, se tambalea.
Con un ritmo ágil, La Trena se va de una punta a otra del mundo, con un escenario minimalista y bien resuelto que permite que el espectador tampoco pierda el hilo. Las tres historias, con sus tres protagonistas y diferentes personajes secundarios, las cuentan únicamente las tres actrices, que se guisan y se comen todas las escenas, apañándoselas para hacer lo que toque, incluso si es una multitud en una procesión o en una peregrinación. Tan rápido se viaja de un lugar o otro que, en algún ensayo, alguna de las actrices aparecía vestida como la hija de Smita para hacer de la compañera de trabajo de Sarah, confiesan las integrantes de la compañía teatral.
Esta semana, entre el público del Teatro Goya, ha estado Laetitia Colombani, la escritora de la obra en la que se basa la obra, La trenza (Salamandra). Y es que la función está siendo un éxito que también se está trasladando a las ventas de la editorial, viendo cómo la novela se coloca entre las más leídas en catalán pese a llevar cuatro años publicada. Colombani, también presente en el encuentro de la compañía teatral en La Central, ha revelado algunas curiosidades sobre la trama, satisfaciendo las dudas de las actrices y de los muchos espectadores asistentes. Para no hacer spoilers, solo decir que la escritora escribió el libro para una amiga a la que le habían detectado cáncer, como a una de las protagonistas, y quiso regalarle una historia. Para los que se hayan quedado con ganas de más y ya se hayan leído el libro, no se preocupen, La trena se va de gira por teatros catalanes por si quieren repetir y, además, habrá película de la novela. Colombani hace un cameo. No se olviden de los pañuelos cuando se estrene en el cine.