Coger el pincel, enfrentarse a la hoja en blanco, escoger un color, atreverse con el primer trazo. Empezar a pintar no es un acto banal; conlleva tomar un conjunto de decisiones que contribuyen a acrecentar la autonomía y la autoestima ante el valor del trabajo hecho con esfuerzo. Sacando provecho de este poder del arte, la Fundación Josep Santacreu impulsa el programa Art Singular, que aspira a empoderar a personas con diversidad funcional intelectual o con problemas de salud mental.
A través del programa, los usuarios se adentran en el mundo del arte plástico en talleres que imparten entidades sociales distribuidas por el territorio. La Fundación Josep Santacreu, impulsada por el actual presidente de la Cámara de Barcelona, Josep Santacreu, facilita la puesta en marcha de nuevos talleres, apoya a los existentes, y lleva su actividad más allá de la creación: pone el foco también en la difusión de sus obras, con el fin de ponerlas en valor.
Con este objetivo, las ha llevado a museos, equipamientos, oficinas e incluso a tabletas de chocolate: 16 artistas de sus talleres diseñaron las ilustraciones del packaging del chocolate de la Fundación Casa Dalmases tres años atrás. Y ahora, las obras de artistas que participan en los talleres se exponen en el Museu de Montserrat, con la muestra Ulls, nas i boca. La exposición, comisariada por Carles Guerra y abierta hasta el 25 de mayo, reúne un centenar de obras de 24 personas, y pretende romper etiquetas. “Cuando la gente ve las obras, no ve a personas con discapacidad, sino a gente con una gran capacidad creativa”, reivindica la directora del programa, Eva Calatayud.

Además de la actual exposición en Montserrat, obras surgidas de los talleres son las protagonistas de las paredes de espacios como despachos, la residencia para personas mayores de Guissona, con 240 piezas, e incluso en los huertos municipales de Barcelona. A través de un proyecto con el Instituto Municipal de Personas con Discapacidad, dibujos de los participantes del programa sirven para inspirar la decoración de las macetas que elaboran los estudiantes de Cerámica de la Escuela Industrial: “El objetivo es llenar los huertos urbanos de arte singular”.
Con el objetivo de poner en valor la obra de los artistas, la fundación también las ha llevado hasta despachos que han optado por vestir sus paredes con sus pinturas. “Preparamos pequeñas colecciones de piezas originales a medida para oficinas, que pueden ser tanto de arte abstracto como figurativo”, destaca Calatayud. “Es una forma de acercar el arte que lo aleja del elitismo y que tiene mucha calidad plástica, a través de selecciones de obras realizadas con profesionales del sector del arte, como galeristas y coleccionistas”, destaca la directora del programa.
Esta calidad de las obras que abandera Calatayud refleja los beneficios que el programa representa para sus participantes: puede incrementar su autonomía, autoestima, seguridad, capacidad comunicativa y vida social. Y, por descontado, su creatividad: “El hecho de que sea una actividad totalmente libre, a diferencias de otras más dirigidas, es muy positivo”. Así, la creatividad de los participantes de los talleres “traslada a un mundo libre de expresión espontánea, con un impulso creador del que emanan emociones sin filtro”, según Calatayud.

Junto a Josep Santacreu, fundó la entidad en memoria de su padre, Josep Santacreu Esteve, un año después de su muerte, en 2018. Dentro de la Fundación Josep Santacreu, la semilla que derivó en el programa Art Singular germinó de forma fortuita. Una trabajadora con esclerosis múltiple de la empresa de Santacreu mostró unos óleos a Calatayud, por su faceta de coleccionista de arte. Las obras no sólo gustaron a Calatayud, sino también a los miembros del patronato de la fundación, que las compraron todas.
A raíz de esta experiencia, se propusieron habilitar un espacio para exhibir obras de artistas con discapacidad. “Poco a poco, el proyecto empezó a hacerse grande”, y Calatayud apostó por centrar la iniciativa en artistas con diversidad funcional psíquica: “Me interesa la mirada singular de una persona que piensa o ve la realidad de una forma diversa”.

Ahora, la fundación se fija como objetivo continuar creciendo, y ambiciona hacerlo con un centro de Art Singular en Barcelona. En paralelo, Calatayud tiene otra aspiración: solventar los escollos fiscales que dificultan que los artistas cobren por vender sus obras, que se venden a precios de hasta 200 euros. “Cuando una persona discapacitada recibe ayudas públicas, tiene limitaciones y no puede prácticamente recibir dinero; si traspasa un máximo, pierde las ayudas”, destaca la directora de la fundación, que se fija como objetivo a largo plazo trabajar para cambiar la fiscalidad de las personas con discapacidad.
Dado este contexto, actualmente el dinero de la venta de una obra se transfiere al taller en el que participa el artista de la pieza vendida. Así, cierra el círculo: los participantes crean, exponen o venden sus obras, y lo recogido se invierte en los talleres para que puedan seguir creando, en un proceso en el que los usuarios ganan reconocimiento, habilidades y autoestima, como resume Calatayud: “Nuestro compromiso es que cualquier persona con enfermedad mental o diversidad funcional en Catalunya tenga no sólo el derecho a crear, sino también de hacer difusión de su obra y ser reconocido dentro del mundo del arte”.
