Los vecinos del barrio de Gràcia, y cualquiera que haya pasado últimamente por la calle de Milà i Fontanals, han podido ver la transformación del edificio que hace esquina con la calle de Monistrol. La retirada de los andamios tras medio año de trabajo, dejó al descubierto una fachada de color entre teja y rosado, liberada de cables y máquinas de aire acondicionado, con ventanas de doble cristal y marcos elaborados con pigmentos naturales de color beige, y aplicados a mano.
Es un edificio que ha sobrevivido gracias a su paulatina adaptación a diferentes épocas y ocupaciones profesionales. Sus propietarios han buscado siempre el mejor sentido de su existencia en cada momento, y generando actividad económica. Hoy se ubican en él más de cincuenta empresas tecnológicas y del mundo del diseño, la edición, la arquitectura y el arte. La Fundació Acidh y diversos clústeres catalanes también están ahí, en una esquina de Gràcia en plena actividad, de la mano de más de 1.200 empleados, muchos de los cuales viven en el barrio.
Esa era la idea de los dueños del inmueble, actualizar las instalaciones a las necesidades de un mundo profesional en continuo cambio. Y dar juego a una proximidad con el barrio, sobre todo desde los siete locales que tiene a pie de calle el edificio. Un gran paso en este sentido ha sido la apertura de la superficie comercial de la cadena Aldi en sustitución de un viejo garaje industrial gris, que había quedado prácticamente sin actividad.
Tras seis laboriosos meses de obras, en manos de los arquitectos de Traçat y los especialistas en fachadas VSA Comunicación, se ha dejado a la vista la categoría y solidez de una construcción en la que se ha escrito un extenso fragmento de la historia laboral de Barcelona.
Más de dos siglos atrás
En 1812, en el solar en el que se encuentra el edificio, Mariano Juliá Valls adquirió una finca en la que había una masía, registrada en el antiguo pueblo de Gràcia, pues la Vila de Gràcia no se introdujo como barrio de la ciudad de Barcelona hasta el año 1897. En 1848, la misma familia construyó una fábrica en la que centenares de trabajadores, en su mayoría mujeres, preparaban hilo de seda para coser y bordar y también redes para pescar. Cuando dichas actividades fueron a menos, la fábrica fue transformada. La siguiente generación de los Juliá la adecuó para que pudieran instalarse en aquella misma estructura talleres de diversas actividades, como reparación de bicicletas, manufactura de juguetes y obradores de vidrio, entre otros oficios.
Años después, el ruido de aquellas actividades industriales fue abandonando la ciudad, y los espacios del edificio se habilitaron como oficinas. Era ya la época de los actuales propietarios, Javier, Alicia y Mauricio Juliá, que gestionan ahora —como Grupo Inmobiliaria Monistro— un innovador concepto de ambientes de trabajo para medio centenar de empresas, que disponen de salas comunes para reuniones y actividades complementarias a su dedicación, y servicio de conserje.
Los tres hermanos al frente de este proyecto aún recuerdan cuando, de niños, visitaban la fábrica de sus abuelos. Hoy ellos han tomado el relevo de sus padres en una nueva transformación de las instalaciones en armonía con el actual concepto de negocios, en los que la actividad se desempeña de manera más horizontal y compartida entre todos los miembros y colaboradores de una compañía. Amplitud, luz, claridad y minimalismo en el mobiliario, en grandes zonas diáfanas, sin pilares, aportan calidad de vida a esos espacios de trabajo.
Al edificio lo han bautizado con el nombre de Fabrick Gràcia, respetando y venerando así su origen como fábrica de hilo. El estucado a mano alrededor de las ventanas, en la nueva fachada, es otro guiño a ese pasado, familiar, y también vecinal, en reconocimiento histórico y patrimonial en esa esquina de Gràcia.
El Grupo Inmobiliaria Monistrol ha invertido 500.000 euros en la remodelación del exterior, con intención de hacer la misma operación próximamente en la fachada de esa misma propiedad que está en la calle de Santa Eulàlia. El edificio comprende en total unos 8.000 metros cuadrados distribuidos en ocho plantas y locales.
Fieles al legado familiar
Siete locales a pie de calle se han puesto a disposición de comercios, actividades profesionales u oficinas que puedan dar servicio al vecindario. Generando, además de actividad económica, relaciones de barrio. En uno de los ellos ya trabaja un equipo de arquitectos. Un banco en su puerta es el detalle que apunta ya la intención de establecer esos vínculos vecinales. “La idea es que todos nuestros locales aporten calidez al barrio”, precisan los impulsores de una operación que va más allá de una puesta al día y transformación material de un espacio físico. De ahí que seleccionen con minuciosidad a sus inquilinos. Un taller de pintura en el que se imparten clases de esta disciplina artística es la actividad destinada ya a otro de los locales, y en otro de ellos ha establecido también su espacio creativo una pintora. “Para nosotros esto es más que una inversión en una obra, es un legado documentado del año 1812 en nuestra familia”, expone Javier Juliá. “Somos de aquí y nos gusta la ciudad, y esta es nuestra aportación a ella, mejorar el legado que hemos recibido y darle forma, con transformación y evolución”, añade Alicia Juliá.
Una de las acciones que los tres hermanos han realizado para aproximar el proyecto Fabrick al barrio de Gràcia ha sido una visita guiada a los concejales del distrito de Gràcia para que conocieran el edificio por dentro y a los inquilinos. Durante el año, se aprovecha alguno de los espacios comunes del bloque para invitar a celebrar conjuntamente fechas señaladas como Navidad, la castañada, Pascua, Sant Jordi o Sant Joan. La sensibilidad de los propietarios, por tanto, no se aprecia tan solo en la concepción de espacios agradables para trabajar, sino también en su relación de proximidad con las personas que a diario hacen uso de las instalaciones en las diferentes empresas.
La voluntad de Javier, Alicia y Mauricio Juliá es replicar ese modelo de conciliación del pasado y futuro, y ambiente laboral con la vida de un barrio, recuperando otros espacios históricos de actividad fabril que fueron protagonistas de la revolución industrial en Barcelona.