Ousman Umar es un superviviente y la suya es una de esas historias que nunca se olvida. Nació en Fiaso (Ghana), trabajó de soldador en el Líbano acorralado por la mafia y cruzó el Sáhara y el Mediterráneo —en patera— en busca de una oportunidad. Una oportunidad que encontró en Barcelona gracias al Barça y a Montserrat. No ha sido un viaje fácil.
Fundador de la ONG Nasco Feeding Minds que tiene sede en Barcelona y Ghana y Premio Princesa de Girona Social 2021. Era mayor de edad cuando aprendió el catalán, el castellano, las matemáticas o el arte de leer y escribir. Arreglaba bicicletas en una tienda de Gracia, estudió Relaciones Públicas y Márketing, tiene un Máster en Esade y está estudiando un MBA en el IESE. Su gran universidad es la de la vida.
Ha vivido la muerte de demasiado cerca y por eso tiene la gran misión de ayudar a los demás a tener una oportunidad de vida. Es la voz de aquellos que no lo consiguieron y el salvavidas de aquellos que todavía están por llegar.
— Nació en Fiaso (Ghana) en 1988.
— Sólo estoy seguro de haber nacido un martes y me hicieron el test de la muñeca para saber cuál era mi año de nacimiento.
— ¿Qué recuerdos tiene de su infancia?
— Visto ahora parece que viviera en el siglo XVIII… Ahora bien, no eché nada de menos. Creemos que la felicidad es tener ropa buena o los mejores juguetes, pero nuestros antepasados vivían sin nada.
—Y también eran felices.
— Yo era feliz sin nada. Tampoco tenía ninguna necesidad. Mi madre murió en el parto y yo estaba condenado, pero mi padre que era el chamán del pueblo me salvó y me protegió. Vivíamos en una choza. Poníamos trampas en la selva para cazar, bebíamos agua y pescábamos en el río donde otros habitantes de otros pueblos se duchaban y lavaban la ropa. Sobrevivir en ese entorno es la demostración de que la selección natural existe y que sólo sobreviven los más fuertes.
— Un avión le cambió la vida.
— Mi mundo era un pueblo de 100 habitantes en un entorno del siglo XVIII. No tenía zapatos y tenía que ser creativo y fabricar mis propios juguetes. Un día estaba jugando en la plaza del pueblo y vi un avión que volaba. La creatividad y la curiosidad me hicieron entender que el mundo no terminaba en la frontera de mi pueblo.
Sobrevivir en ese entorno de Ghana es la demostración de que la selección natural existe. La curiosidad y la creatividad me hicieron entender que el mundo no terminaba en la frontera de Fiaso
— ¿Qué había más allá?
— Me explicaron que era un avión hecho por blancos y entonces me pregunté quiénes eran los blancos y porqué ellos eran capaces de hacer volar un avión. Mi padre me ofreció la opción de ir a Accra a aprender y trabajar de mecánico. Mi mejor doctorado es esta quemadura que me hice en la mano cuando soldaba los camiones y los barcos que llegaban a la ciudad. Quería saber quiénes eran los blancos y eso me hizo caer en una trampa de mafiosos y traficantes que me dijeron que si llegaba a Libia tendría un sueldo cada mes.
— Cruzó el Sáhara en busca de una oportunidad.
— Me prometieron que podría cumplir mi sueño y llegar al paraíso. Lo di todo para llegar a Libia, pero no era consciente de que había varios kilómetros de distancia.
— Miles de kilómetros.
— Lo peor de todo es la falta de información y formación. Sólo fui un par de años a la escuela que estaba a siete kilómetros de casa. Me prometieron que llegaría a Libia y me pararon una de las peores trampas de la humanidad. No le deseo ni a mi peor enemigo. Llegué a Libia tres terribles semanas más tarde y con la gran mayoría de compañeros fallecidos por el camino. Éramos 46 y llegamos sólo 6. Muy cruel. Tres semanas meando para beber y sobrevivir. Vivir es otra cosa y hoy todavía ocurre.
— Cruzó el Mediterráneo en patera en busca de una oportunidad.
— Estuve cuatro años viviendo en Libia en la época de Gadafi y fui muchas veces a la cárcel. Viajé hasta Túnez, Argelia, Marruecos, Mauritania, Sáhara Occidental… Los traficantes nos escondieron y nos trajeron madera para fabricar las pateras. Salí de Libia con los 1.800 dólares que me había ganado trabajando durante cuatro años y se lo di todo a la mafia. Fabricamos dos pateras. Una se hundió y nadie sobrevivió. Perdí a Muusa que era mi mejor amigo. Volvimos a la costa, la mafia llevó a más gente y fabricamos dos pateras más. Y otra vez en el mar, entre la desesperación y la agonía. Nos quedamos sin gasolina y tuvimos la suerte de que el viento y las olas iban a favor. Pura casualidad. Llegamos al norte de Fuerteventura. No sé nadar. No había robado ni cometido ningún delito, pero decidieron que mi sitio era el CIE.
— ¿Qué fue lo primero que pensó cuando llegó a Fuerteventura?
— Abracé llorando el suelo pensando que había llegado a la tierra prometida. Iba gateando, tenía las piernas congeladas y no podía andar. Fui el último en salir de la costa. Había también dos chicas nigerianas con dos bebés. Era de noche y estaba lloviendo. Había policía, ambulancia, Cruz Roja, cámaras de televisión… Todos en línea. A los bebés de estas chicas no los vi ni vivos ni muertos y dudo que haya peces tan grandes como para tragárselos. Acabé en la misma furgoneta y en la misma cárcel con las chicas nigerianas y nunca más volví a ver a los dos bebés.
— ¿Qué fue lo primero que dijo?
— Estuve mes y medio y ya me dieron la libertad en España. Me preguntaron dónde quería residir y lo único que sabía decir era Barça. Llegué a Barcelona gracias al Barça.
— Más que un club.
— El Barça es mucho más que un club.
Me preguntaron dónde quería residir y lo único que sabía decir era Barça. Llegué a Barcelona gracias al Barça que es mucho más que un club
— Llegó a Barcelona el 24 de febrero de 2005.
— Estaba muy feliz, había llegado a la ciudad del Barça y vivía en el país de los blancos. Llegué en tren desde Málaga y me gustaba saludar a todo el mundo, pero la gente no me respondía y se asustaba. Pensé que los blancos eran muy raros porque en mi pueblo saludar era una regla básica de respeto. Aprendí que en el país de los blancos no se hablaba ni se saludaba por la calle. Era la universidad de la vida.
— La universidad de la vida. ¿Cómo fueron los primeros días en Barcelona?
— Bastante duros. De hecho, los primeros días en Barcelona fueron peores que en el desierto del Sáhara porque me sentí muy solo. En el desierto sólo sobrevivimos seis personas, pero al menos nos sentíamos acompañados. Un mobiliario urbano valía más que yo en la ciudad. Barcelona es la selva del cemento y en la selva tropical hay árboles y frutas. Empecé a comer de la basura y dormía en la calle. Un día me desperté en la calle Navas de Tolosa con Avenida Meridiana.
Los primeros días en Barcelona fueron peores que en el desierto del Sáhara porque me sentí muy solo
— Y conoció a Montserrat Roura.
— Montse vivía en Valldoreix pero ese día estaba en Barcelona. Hablamos, me cogió de la mano y llamó a su marido porque ella no hablaba demasiado inglés. Yo estaba sucio y ella no pensó que le quisiera robar el móvil. Hoy estoy aquí hablando contigo porque ella me dedicó 10 minutos a escuchar lo que necesitaba. Cualquier persona me habría dado dinero y si hubiese sido demasiado dinero, la policía habría pensado que lo había robado y me habrían puesto en la cárcel. Cinco minutos de tu tiempo valen mucho más que 1.000 euros.
— Escuchar y acompañar no tiene precio.
— Hacer que una persona se sienta persona no se paga con dinero. Con Montse vivimos un proceso largo, fui a Cruz Roja y dormí las primeras noches en un polideportivo de Poblenou y en bancos de la ciudad. Montse y su marido me acogieron como tutores y pasé de vivir en la calle a una casa con calefacción. Recuerdo mucho esa noche.
— ¿Qué recuerda?
— Llegar, ducharme, ropa limpia y un plato caliente en la mesa. Una familia que intentaba entenderme. Cuando acabamos de cenar, Montse me acompañó a la habitación, me acostó como si fuera un niño pequeño, me dio un beso de buenas noches, cerró la luz y se fue. No pude dormir en toda la noche.
— ¿Por qué?
— Exacto. ¿Por qué? —me preguntaba—. ¿Qué había hecho mal para merecer tanta tortura y sufrimiento? Si todo estaba predestinado a que encontrara esta familia, ¿el camino no podía ser más fácil? Era sólo un niño… ¿Por qué había visto tantos cadáveres de compañeros en el desierto? ¿Por qué? Al día siguiente lo entendí: la pregunta no era porqué sino para qué me serviría todo lo que había vivido.
— ¿Para qué?
— Para ser la voz de todos aquellos que no llegaron y trabajar para evitar que futuras víctimas cayesen en la misma trampa que yo. Entonces pude descansar y entender que los blancos no son médicos porque tienen la piel blanca, sino porque tienen educación.
— Empezó a estudiar.
— Hice bachillerato nocturno en el Instituto Menéndez y Pelayo. Era analfabeto. Aprendí catalán, castellano, matemáticas, a leer y escribir. Llegué a la facultad en 2011, a la vez que trabajaba 40 horas a la semana. Si fuera americano o europeo dirían que soy un genio, pero yo no soy nadie. Estudié Relaciones Públicas y Márketing, tengo un máster en Esade en dirección, gestión y organización de ONGs y ahora estoy haciendo el executive MBA de IESE. ¿Qué puede llegar a ocurrir cuando se nos da una oportunidad? El talento no tiene color, es cuestión de oportunidades.
— Todo es una cuestión de oportunidades.
— Si somos capaces de repartir un poco más las oportunidades, cambiaríamos la vida de muchos de los que viven en la calle y podrían contribuir a la sociedad. Yo no soy más inteligente que ninguna de esas personas que duerme en la calle, pero tuve una oportunidad. Mi misión es hacer todo lo posible para que los demás tengan también una y puedan decidir su futuro.
El talento no tiene color, es cuestión de oportunidades
— En 2012 fundó la ONG Nasco Feeding Minds para promover el acceso a la información y la educación.
— Entendí que cada uno es presidente de su mundo. Es demasiado fácil culpar y acusar al ministro, pero lo importante es qué responsabilidad asumes tú como individuo. Si puedes realizar pequeños cambios, hazlos. Yo arreglaba bicicletas en Gràcia, cobraba menos de 1.000 euros y con ese dinero contraté a dos profesores y compré 45 ordenadores para mi pueblo porque yo soy el presidente de mi comunidad o el secretario general de mis Naciones Unidas. El mejor emprendedor se apuesta todo lo que tiene en su proyecto, sino, ¿cómo puede esperar que un inversor externo confíe en él?
— El poder de la educación.
— Ninguna sociedad, institución o país ha sido capaz de progresar sin fomentar la educación como herramienta básica. Sólo la educación es capaz de cambiar una sociedad. Y esto no lo digo yo, sino el gran Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa que puedes utilizar para cambiar el mundo”. No basta con decirlo, hay que hacerlo aunque sea poco a poco. Ahora, sin educación, apaga y vámonos…
Cada uno es presidente de su mundo. Es demasiado fácil culpar y acusar al ministro, pero lo importante es qué responsabilidad asumes tú como individuo
— ¿Cómo ve la ciudad de Barcelona?
— Barcelona es una de las ciudades más humanas y acogedoras del mundo. Con la manifestación del Volem acollir de febrero de 2017 demostramos tener una gran multiculturalidad y sensibilidad con la inmigración que cada vez va a más. Es una gran suerte poder ser ciudadano de Barcelona. Siempre se puede mejorar. Hemos tenido muchos alcaldes con visiones distintas, pero todos han intentado buscar lo mejor para el ciudadano. Barcelona puede ser la capital multicultural de Europa, aunque Madrid le está pasando últimamente la mano por la cara. Debemos abrazar la multiculturalidad y dar cabida a todo el mundo.
Barcelona puede ser la capital multicultural de Europa y debemos dar cabida a todo el mundo
— ¿De la teoría a la práctica?
— Todo se puede mejorar, pero estoy muy orgulloso de todas las viviendas sociales que se han hecho y del buen trabajo de las asociaciones y las ONGs para ayudar. Imagínate dormir en la calle y no tener dónde ir. Imagínate no tener casa para mear, lavarse la cara y que todo el mundo te mire mal. Barcelona me ha acogido y me ha dado la oportunidad de volver a nacer y crecer y por eso siempre le estaré agradecido a esta ciudad, pero todavía hay mucho trabajo por hacer. Las adicciones son también un problema. La ciudadanía se moviliza cada vez más para ayudar.
— ¿Cómo podemos ayudar más?
— Debemos dar formación e información para tener la posibilidad de crear un buen futuro. Hoy se hacen cosas para alimentar a la gente, pero, ¿mañana qué?
— Se piensa poco en el mañana
— Los proyectos que hacemos desde Nasco tienen un propósito: no hacer caridad, sino crear prosperidad. Vengo de una tribu y entiendo a mi gente, sé que las cosas regaladas no tienen valor. Cada familia debe pagar 30 céntimos cada trimestre para que sus hijos vengan a clase de informática. Hay quien me critica por eso, pero si le regalas 30 céntimos a una persona le estás llamando inútil. Si quieres ayudar de verdad a un niño comienza por ayudar a su madre. ¿Cuántas modelos han ido a Ghana a coger a un niño pequeño y simular que le quieren? Esto es postureo para llenar nuestro propio ego. Hacerse la foto y decir que eres una buena persona. Así no se hacen las cosas. Yo ayudo a las madres a trabajar en la apicultura para que puedan pagar los 30 céntimos y sus hijos puedan aprender informática. Si de verdad les quieres ayudar, ayúdales.
No queremos hacer caridad, sino crear prosperidad. Las cosas regaladas no tienen valor
— ¿Le ayudan los políticos y la administración?
— No mucho más allá de las palabras. El mundo político es complejo y con frecuencia buscan la imagen. De puertas adentro algunos nos han ayudado, pero la gran mayoría lo hacen cara a la galería y tienen poco compromiso. La primera ayuda pública que ha recibido Nasco después de 12 años es una subvención de 3.000 euros del Ayuntamiento de Sant Cugat porque fui a presentar mi libro.
— Publicó North to Paradise: A Memoir.
— Es la traducción del libro Viaje al País de los blancos que también se publicó en Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña. No imaginaba publicar un libro y llegar al mercado mundial. Fue un gran sueño. Fui a parar al gran editor que es Amazon y pude presentarlo en Nueva York.
— La anterior entrevistada de Persona a Persona, Imma Amat, le hace la siguiente pregunta: “¿Ha visto una mejora a lo largo de estos años sobre cómo se hace la acogida de personas que llegan aquí?”
— Me gusta ver el vaso medio lleno más que medio vacío y esto ha marcado siempre mi recorrido. Ha habido una gran mejora, sobre todo por la voluntad de la ciudadanía y las organizaciones aunque no tengan recursos suficientes. Los gobiernos no se han movido tanto, pero sí que lo han hecho la ciudadanía, las asociaciones y las fundaciones.
— El poder de la sociedad civil.
— Creo mucho en la sociedad civil, los empresarios y las personas. En mi caso me ha sido prácticamente imposible alquilar una oficina por ser negro y trabajar en una ONG, pero hay gente que también me ha ayudado. Nos escondemos detrás de marcas y títulos, pero al final son las personas con corazón que mueven al mundo.
SIETE DE VIDA
- Referente: José Mujica, Kofi Annan, Gandhi y Nelson Mandela.
- Libro: Tres sombreros de copa de Miguel Mihura y la Plaça del Diamant de Mercè Rodoreda.
- Película: La vida es bella de Roberto Benigni
- Canción: Dream Maker de Rick James.
- Rincón preferido: Un jardin de Gracia y Roses.
- Lema de vida: Sé el cambio que quieres ver en el mundo.
- Sueño: Si realmente queremos ayudar debemos cambiar la estrategia de ayuda humanitaria que en muchos casos ha hecho más pobres a los países que 50 años atrás. La guerra se gana desde dentro, como el Caballo de Troya. Tenemos que dar poder a la gente de las comunidades.