Una de las terrazas que se han habilitado en la calzada donde se aparcaban coches.

Como nos ha cambiado este 2020 a pie de calle

El espacio urbano y nuestra relación con él ha mutado con la irrupción del coronavirus. La pandemia nos ha hecho redescubrir nuestro entorno más cercano, una ciudad sin turistas que ha acelerado las intervenciones que ceden más espacio público para el disfrute de peatones y ciclistas. A la vez, ha disminuido el uso del transporte público y se han dado algunos pasos atrás en la voluntad de reducir el peso del coche en los desplazamientos.

La crisis sanitaria ha hecho reflexionar a algunos urbanitas barceloneses sobre si residir en una ciudad es el lugar más idóneo para vivir. Pero lo cierto es que Barcelona ha hecho un esfuerzo por adaptarse al nuevo escenario que ha dejado la pandemia, acelerando algunos cambios que ya estaban en marcha en la vía pública y en la manera de desplazarnos. En algunas calles, por ejemplo, se ha ganado espacio para peatones, bicicletas y terrazas de bares, sobre todo, a costa de los coches, si bien al mismo tiempo el vehículo privado se ha visto reforzado en los últimos meses en detrimento del transporte público por el miedo al virus. Veamos cuáles son las nuevas realidades que nos deja la pandemia a pie de calle.

  1. Nos desplazamos más en coche y en bici

Uno de los primeros efectos de la pandemia se ha hecho notar en la forma de desplazarnos. A pesar de las políticas municipales que procuran reducir coches (como la puesta en marcha este otoño, con la vuelta al colegio, de la Zona de Bajas Emisiones, también conocida como ZBE Rondas de Barcelona), lo cierto es que el vehículo privado ha sido uno de los medios de transporte que menos está acusando la irrupción del virus, a juzgar por los datos municipales sobre el tráfico. En la semana previa a la Navidad, la última laborable completa y aún sin vacaciones escolares, la circulación se redujo un 11% de media en comparación con días tipo de febrero, justo antes de la pandemia.

niños en bicicleta
Unos pequeños ciclistas en el eje de Creu Coberta-Sants.

Capítulo aparte son las matriculaciones. A la espera de cerrar el año, ya se puede concluir que han fluctuado mucho en función del mes, tendiendo a la baja, pero que han vivido repuntes también, como los ciclomotores antes de la puesta en marcha de la ZBE, a la que de entrada se le presupone un efecto muy limitado para rebajar la contaminación. Incluso podría quedar en poca cosa si el tráfico rodado se incrementa en los próximos meses. En el caso de la bicicleta, el comportamiento diario es más desigual, ya que está más sujeto al tiempo atmosférico. Aunque ya hace más frío, la semana prenavideña la circulación de bicicletas se redujo sólo entre un inapreciable 0,2% y un 15,7%; el resto de días de la misma semana la disminución se quedó en el 2%.

Para comprender mejor el alcance de estos datos, hay que recurrir a los del uso del transporte público. Aunque funciona a pleno rendimiento (exceptuando, por ejemplo, franjas nocturnas en el caso de metro, que los viernes y sábados ya no alarga el horario), la demanda sigue estando muy por debajo que a principios de año, y diariamente llega a ser de entre el 50% y el 60% de la de entonces. Además del miedo al virus en las aglomeraciones, también tiene que ver con el auge del teletrabajo y el incremento del paro. La Autoritat del Transport Metropolità (ATM) estima que en 2021 la demanda todavía estará entre el 68% y el 80% de los valores previos a la pandemia, y avisa que se puede acabar 2021 con un déficit en el sistema de 750 millones de euros. Las administraciones se han comprometido a abordarlo, pero no han concretado cómo, y han decidido congelar las tarifas de transporte para los usuarios de cara al nuevo año.

Gran de Gràcia lleno de peatones en un día sin tráfico.
  1. Hemos ganado espacio para el disfrute ciudadano (y aún queremos más)

Durante 2020 se han llenado las calles de Barcelona de marcas de pintura y de elementos de color amarillo que delimitan espacios ganados para el peatón (para pasear o para facilitar la entrada y salida de las escuelas) o terrazas que a menudo ocupan el espacio que era del coche. También se cierran al tráfico algunas calles en días puntuales, como Gran de Gràcia y el eje de las calles de Sants y Creu Coberta. Una de las principales motivaciones de estas iniciativas ha sido garantizar las distancias físicas para frenar los contagios de coronavirus, así como ayudar a la restauración en tiempos difíciles. Entre las actuaciones más simbólicas figuran la conversión de parte de la calle Consell de Cent en peatonal (el Ayuntamiento tiene en sus planes profundizar en esta actuación para extender las supermanzanas) o la multiplicación de los carriles bici. Algunos de ellos podían parecer impensables no hace tanto, como en una calle tan transitada como Aragó (dirección Llobregat), el cual se ha estrenado estos últimos días del año.

urbanismo táctico Consell de Cent
La calle Consell de Cent ha quitado espacio al coche en beneficio de los peatones.

En el caso de las terrazas, la alcaldesa, Ada Colau, y su equipo de Barcelona en Comú al gobierno había mantenido un pulso con el Gremi de Restauració para poner límites a su proliferación, pero la incorporación del PSC en el gobierno de este mandato, y sobre todo la covid, han significado un giro. Ahora el Ayuntamiento ya ha expresado su voluntad de que las ampliaciones de terrazas de los últimos meses sean permanentes. Según detallan fuentes municipales en The New Barcelona Post, los bares y restaurantes han solicitado formalmente 4.380 terrazas extraordinarias, de las que finalmente se han otorgado 3.129 y se han denegado 1.074. De las aprobadas, 1.299 se han colocado en calzada, lo que ha implicado eliminar 4.122 plazas de aparcamiento (entre las de coche, moto y carga y descarga) de las 190.000 aproximadamente que hace unos meses había en la vía pública.

Todas estas iniciativas no han estado exentas de polémica. Algunas entidades vecinales han expresado su preocupación porque se incrementa el espacio público utilizado para terrazas, mientras que también ha habido críticas por parte de los conductores. Algunos han cargado contra la proliferación de los bloques de hormigón para separar la calzada de los coches de la de los peatones en Consell de Cent, o las barreras new jersey que protegen algunas terrazas que ahora ocupan la calzada. Especialmente después de la muerte de un motorista que fue embestido por un coche y que terminó impactando contra una barrera de hormigón colocada para proteger la terraza de un bar de la calle Balmes. El accidente sigue bajo investigación.

Construcción del nuevo carril bici de la calle Aragó.

En todo caso, a medida que han proliferado las iniciativas municipales postpandemia para quitarle espacio al coche también han aparecido o han tomado fuerza de nuevo reivindicaciones para perseverar en la reconquista del espacio público para los peatones y las bicicletas. Por un lado, en las escuelas se movilizan para pedir “entornos seguros”, sin coches ni contaminación alrededor. El 15 de enero han convocado una nueva protesta en una veintena de escuelas por exigirlo con el apoyo de iniciativas ciudadanas como Eixample Respira y Sant Martí Respira. Por otro lado, están los colectivos que reclaman nuevos carriles bici (en la Via Augusta y en el túnel de Vallvidrera, o el paseo Maragall) y los que quieren más calles pacificadas (en Milà i Fontanals, en Gràcia, o en la avenida Madrid y la calle Berlín, en Sants-Les Corts). En la avenida Meridiana también piden acelerar los planes para reducir los carriles de coches.

  1. Del turismo de masas al visitante local que redescubre su entorno

Hacía años que en Barcelona se debatía sobre la masificación turística y si había que poner techo al crecimiento de visitantes. Algunos de los aspectos más polémicos habían sido la expansión sin freno de los pisos turísticos, a menudo molestos para los vecinos, lo que había motivado la respuesta municipal con un plan para limitar el crecimiento de los alojamientos turísticos (PEUAT), especialmente en las zonas más saturadas. Ahora la pandemia ha provocado algo que nadie imaginaba: un frenazo turístico sin precedentes. Esto se ha hecho notar especialmente en el centro de la ciudad, donde siguen siendo muy visibles las persianas bajadas en lugares como la calle Ferran o el hecho de que haya establecimientos de restauración del Gòtic que mantienen los trabajadores en ERTE desde marzo, aunque también es visible en otros espacios. En el Park Güell, donde los barceloneses a veces parecía que tenían que abrirse paso entre los turistas para llegar hasta los bancos modernistas, ahora pueden disfrutar de ellos cómodamente, sin aglomeraciones y gratuitamente sólo con el carné de las bibliotecas municipales. De hecho, los parques y Collserola se han demostrado como un antídoto en tiempos de restricciones de movilidad.

Park Güell
En el Park Güell ya no se ven casi turistas y lo han redescubierto muchos barceloneses. ©Jordi Bes

La evolución del turismo de este año da cuenta de cómo es de delicada la situación. Son un buen indicador las pernoctaciones hoteleras. Hasta octubre han dormido en hoteles 1.749.771 turistas, que se han estado una media de 2,37 días. Sólo en el primer trimestre de 2019 ya se superó la cifra que se ha registrado en casi todo el 2020, concentrada sobre todo en los dos primeros meses prepandemia. Otro indicador relevante, el de los pasajeros en el Aeropuerto del Prat: hasta noviembre se han registrado 12,2 millones de pasajeros; en todo en 2019 se llegó a los 52,6 millones y se hizo un récord histórico que ahora queda muy lejos.

La falta de visitantes ha repercutido en el centro, pero no se da por vencido. A finales de este año se ha presentado la campaña Baixa a la Rambla, con la que se quiere fomentar que los barceloneses se reencuentren con el emblemático paseo, pero es probable que cueste tiempo volver a ganar la confianza de los vecinos. Hay vecinos y entidades que piden un plan para repensar el centro, sobre todo porque consideran que con el batacazo de la pandemia se ha constatado lo que algunas voces ya avisaban hacía tiempo: que el monocultivo turístico es muy posible que no sea el mejor camino para una ciudad.

hotel tancat Barcelona
Uno de los múltiples hoteles que han cerrado este año a la espera de tiempos mejores. ©Jordi Bes
  1. Procurar que nadie quede atrás a pesar de las dificultades que vienen

Nadie esconde su preocupación por las consecuencias que pueda tener la crisis económica que dejará la pandemia. Elementos que la anuncian no faltan. Noviembre terminó con 92.401 barceloneses en las listas del paro, lo que significa que han crecido casi un 33% respecto a hace un año y se vuelve así a la situación de finales de 2009, en pleno apogeo de la última crisis económica. En el resto del ámbito metropolitano son 210.000 más los parados. La capital catalana y alrededores se ven más afectados que otros lugares de Catalunya debido a la composición de su tejido productivo, muy encarado a los servicios. En sus análisis de conjetura, el mismo Ayuntamiento avisa incluso de que las cifras actuales no reflejan la totalidad del impacto en el mercado de trabajo de la covid-19, que se ha visto mitigado por medidas como los ERTE.

¿Cuál es el futuro que espera en la Barcelona postcovid?

La cuestión es qué sucederá cuando se acaben estas medidas extraordinarias, además de cómo quedarán todas aquellas personas que trabajaban sin contrato o que ya eran vulnerables y que ya se pueden estar viendo en dificultades. Una de las claves será el comportamiento del mercado inmobiliario: los desahucios no han cesado, pero el Gobierno central ha aprobado la prohibición de desahuciar familias vulnerables y sin vivienda alternativa hasta por lo menos el 9 de mayo. Por ahora en medio de toda esta situación han surgido iniciativas de entidades y de autogestión ciudadana que tratan de paliarla (en la parroquia de Santa Anna, las redes vecinales autogestionadas que entregan comida en varios barrios o la labor incansable de múltiples entidades y organizaciones, como Caritas), si bien piden a las administraciones que tengan más implicación.

Seguramente en 2021 no se pueda revertir aún la pandemia aunque ya hay vacuna para el coronavirus, pero posiblemente todavía hay margen para intentar mitigar las dificultades económicas que vienen. A pesar de todo lo ocurrido en 2020, Barcelona mantiene intactos la mayoría de sus grandes activos y está bien posicionada para sacar partido de la reactivación económica gracias a su creatividad, a su talento, a su potencial turístico y cultural, a apuesta por la ciencia y la investigación y a su potente ecosistema emprendedor, entre otros muchos aspectos.