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os gusta decir que los amigos que participan en este libro le devuelven los recuerdos que él está perdiendo”, explica Eva Nebot, excolaboradora del gabinete de presidencia de Maragall y actual responsable de comunicación de su fundación. “Cuando la experta en iniciativas sociales Bettina Farreras nos dio la idea de hacer el libro y empezamos a contactar con ellos —Joan Clos, Carmen Cervera, Narcís Serra, Sílvia Pérez Cruz…—, todos se volcaron en el proyecto, explicando anécdotas llenas de admiración y cariño”.
Entre ellas se encuentra el día en que Maragall pidió a Eduardo Mendoza que formasen juntos un grupo de rock; el día en que Josep Miquel Abad le vio cambiarse los zapatos con un escolta camino a la Expo de Sevilla porque había salido de casa con un mocasín de cada color; el día en que ayudó a Julia Otero escribiendo cartas a famosos como Michael Douglas o Magic Johnson para convencerles de ir a su programa aprovechando su visita a la Barcelona del 92; el día en que arrastró a Queco Novell hasta el centro penitenciario Brians II porque se había empeñado en ir a cantar con él villancicos a los presos…
“Yo estuve en varios de esos momentos y doy fe de que existieron”, se ríe Nebot. “Era muy auténtico, la misma persona en la esfera privada que en la pública”, asegura. “Natural e imprevisible”, apunta Novell, el periodista que fue su imitador durante años. “Hacía lo que le daba la gana, pero contaba con la simpatía de la gente. Porque era de los pocos políticos que te podías encontrar en el metro o jugando a fútbol con niños en la calle. Recuerdo una vez que vio a una mujer que no podía pasar con el carrito de bebé por un coche mal aparcado ¡y esperó hasta que llegó el conductor para pegarle la bronca! No lo hacía por populismo, es que él era así”.
Revolucionario, sincero, inteligente, libre, entusiasta… Los relatos de sus allegados dibujan el perfil de una personalidad única y excepcional. Isidre Fainé, Queco Novell y Jordi Évole coinciden además al recordar esa mirada traviesa que le caracterizaba y que la enfermedad no ha conseguido arrebatarle. “Ni eso ni la sonrisa”, dice Novell. “Ha sido revolucionario hasta con el alzhéimer”, escribe Évole, “y ha conseguido hacer de un problema, una oportunidad”.
Lo tuvo claro enseguida. “Cuando le diagnosticaron la enfermedad, enseguida convocó una rueda de prensa para anunciarlo, siendo muy consciente de que a partir de ese momento su realidad cambiaría y la gente lo miraría de otra manera. Pero él quería seguir saliendo a la calle y hacer su vida”, relata Nebot. Ese mismo día, Maragall se puso públicamente al servicio de la causa y, en menos de un año, la fundación era ya una realidad.
“En estos 10 años hemos conseguido tener 24.000 socios, ser un centro de investigación pionero en Europa y casi en el mundo, y que unas 3.000 personas participen en estudios como el Estudio Alfa (alzhéimer y familias), impulsado por la Obra Social ”la Caixa”. El avance más esperanzador es que en estos momentos ya se están probando fármacos, pero no para aplicarlos cuando los síntomas ya han aparecido —ahí los medicamentos han fracasado—, sino para intentar impedir o retrasar su inicio. Según acepta toda la comunidad científica, el cerebro empieza a dañarse entre 10 y 15 años antes de la aparición de los síntomas. Es en esta fase silenciosa en la que queremos actuar. ¿Te imaginas, por ejemplo, poder retrasar en una persona la aparición del alzhéimer de los 70 a los 80?”.
Diana Garrigosa, esposa de Pasqual Maragall, es hoy la presidenta de la fundación. Cristina Maragall, su hija mayor, la portavoz. Además de los amigos y la familia, la editorial RBA, con Ricardo Rodrigo al frente, se ha volcado en la edición del libro, escrito con mimo por los periodistas Juan José Caballero, Carina Farreras y Suso Pérez. Hasta la reina Sofía ha querido participar con una foto y una dedicatoria. Y todavía faltan los lectores, que contribuirán, con la compra de cada ejemplar, a la investigación contra el alzhéimer, y las personas que firmen por la causa. Porque el ejemplo del admirado expresidente nos ha hecho creer en sus palabras de aquel 20 de octubre del 2007: “En ningún sitio está escrito que esta enfermedad sea invencible”.
Texto: Ana Portolés
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