Las vidrieras siempre protagonizan las fotos más codiciadas cuando se visita una catedral como la de Barcelona, aunque cueste reflejarlas en su máximo esplendor, pero poco se sabe de la historia de siglos que tienen detrás. Menos aún entre los locales, que ni se acuerdan de cuándo fue la última vez que entraron a uno de sus edificios más turísticos, que recibió a casi 750.000 visitantes el año pasado. Con el objetivo de quitarles el polvo y que vuelvan a brillar, la Catedral de Barcelona ha ejecutado una profunda restauración en los vitrales que se encuentran en su deambulatorio, rodeando el altar. Son los más antiguos de todo el templo, construidos en diferentes etapas, algunos datan del siglo XIV, y se encontraban en muy mal estado.
Durante unos cuantos años, empezando poco antes de la pandemia, arquitectos y vidrieros se han dedicado a desmontar, limpiar, reparar, rehacer y reforzar los 12 ventanales alrededor de la girola, unas composiciones caracterizadas por estar hechas con vidrios de colores y ensambladas con varillas de plomo, con los santos que hay en las capillas inferiores como protagonistas. Según explica el arquitecto Manel Julià, se decidió actuar en estas piezas cuando se detectaron que las rejas que las protegían se habían oxidado y algunas piedras que hacían de soporte bailaban, con el inminente riesgo de que cayeran dentro del templo e hicieran daño a alguien. Tampoco habían ayudado las palomas, manchando la parte exterior de los vitrales con sus quehaceres, así como la contaminación del aire que también la ensuciaba.
Los visitantes, seguramente, no se habían dado cuenta, pero, en una restauración de estas vidrieras que se hizo después de la Guerra Civil, algunas placas se habían movido y se habían colocado mal, como el caso de la que está dedicada a San Silvestre, con obispos y cardenales mirando hacia fuera cuando tenían que mirar hacia dentro. Son detalles que ha podido subsanar la historiadora del arte, Sílvia Canyelles, quien, precisamente, dedicó su tesis doctoral a los vitrales de la Catedral de Barcelona. Tal y como señala la investigadora, las prisas para que la catedral luciera en los primeros años de la dictadura franquista fueron las responsables de esos gazapos y las intervenciones posteriores no los habían corregido hasta ahora. Eso sí, no todo se ha podido devolver a su estado original, con San Pedro y San Pablo aún sintiéndose un poco desubicados en el sitio del otro.
Los talleres de los vidrieros Bonet, en L’Hospitalet de Llobregat, y Grau, en Montcada i Reixac, han sido los responsables de la restauración pieza a pieza de las vidrieras, ya devueltas y bien colocadas a una catedral que cuenta con casi 200 ventanales. Además, sus exteriores se han protegido con un vidrio para esquivar el rastro de las palomas y atenuar la contaminación lumínica.
Después de los retoques a los que se han sometido, se ven más brillantes y, aunque sea a mucha distancia, se aprecian mucho mejor sus detalles. Un lifting que luce mucho más cuando se compara con los rosetones que tienen justo encima, oscuros y desanimados, aún pendientes de pasar también por quirófano. Otros vitrales que se han puesto al día en otras ocasiones son los que están en la fachada principal y los rosetones de la nave central. Las vidrieras de las naves laterales aún tienen margen, teniendo en cuenta que datan del siglo XX.
Después de los retoques a los que se han sometido los vitrales alrededor de la girola, se ven más brillantes y, aunque sea a mucha distancia, se aprecian mucho mejor sus detalles
Por si a alguien todo esto le parece poca excusa para animarse a dejarse caer por la catedral, a pesar de que suele estar sobrepoblada, la restauración de las vidrieras del ábside se ha acompañado con una mejora del recorrido que se puede hacer en su terraza, un mirador más desde el que ver Barcelona, especialmente, su centro histórico. Se han mejorado los accesos y la seguridad, con lo que ahora se puede dar casi una vuelta completa a todo el templo, laterales, fachada y parte central, a falta de poder pasar por la zona donde queda el deambulatorio. También se ha actuado sobre las baldosas que cubren las naves para evitar afectaciones en el techo de la iglesia y el claustro, donde siempre se oyen a las 13 ocas, probablemente las inquilinas más populares.
Todas estas actuaciones han contado, principalmente, con la financiación del Gobierno, quien ha aportado más de un millón de euros. El presupuesto también ha corrido a cargo de los fondos FEDER, con casi 640.000 euros, y la Generalitat, con más de 220.000 euros. En total, el coste de ejecución ha sido de unos 2,56 millones de euros. El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, la vicepresidenta del Govern en funciones, Laura Vilagrà, el concejal del Ayuntamiento de Barcelona Albert Batlle, el arzobispo de Barcelona, el cardenal Joan Josep Omella, y el deán de la Catedral de Barcelona, el sacerdote Santiago Bueno, han asistido a la inauguración.
