De la mano del Musée du Quai Branly-Jacques Chirac llega a CaixaForum la mayor exposición sobre la historia del tatuaje que hayamos visto. Una muestra que, desde una visión antropológica, pretende analizar los usos de este arte en distintas épocas y culturas, y el papel social que ha desempeñado esta práctica ancestral.
Articulada en cinco bloques, la exposición recorre todos los continentes para descubrirnos el origen, la evolución de las técnicas y el modo en que conviven en sincretismo distintas corrientes vinculadas al arte del tatuaje. Desde la perspectiva global, pasando por el tatuaje como arte en movimiento, o el renacimiento del tatuaje tradicional en lugares como Nueva Zelanda, Samoa, Polinesia, Indonesia, Filipinas, Malasia Oriente y Tailandia, además de la expansión y el surgimiento de escuelas en China, Taiwán y América Latina. La muestra sigue a tatuadores y tatuados para explorar los puntos de encuentro que han convertido esta técnica en una forma de expresión artística y en un fenómeno mundial, para finalizar con una reflexión sobre el tatuaje en la actualidad y su significado.
Con más de 240 piezas expositivas, entre las que podemos encontrar dibujos, pinturas, fotografías, herramientas para tatuar y objetos relacionados con el universo del tatuaje, lo que más llama la atención del visitante son los prototipos hiperrealistas modelados en silicona de partes del cuerpo, tales como piernas, brazos o torsos, que han sido literalmente tatuados por maestros de este arte de alrededor del mundo expresamente para la muestra, y que no deja de crecer y enriquecerse con nuevos ejemplos en cada parada del viaje que hace.
De entre las distintas actividades que se han organizado en paralelo a la exposición, como el ciclo de conferencias y mesas redondas coordinadas por la especialista Clara Peñalver, que abordan el fenómeno desde perspectivas como la historia, el arte, la espiritualidad, la ciencia, la moda o la salud mental, cabe destacar la Noche del Tatuaje, una velada que contó con la participación de tatuadores de prestigio internacional trabajando en directo, además de charlas, una muestra de arte urbano y música.
Hablamos con una de las participantes de la velada, artista profesional del tatuaje: Paula Cruz. Especializada en tatuajes nórdicos, en concreto el arte tradicional escandinavo de la Era Vikinga, Paula utiliza el Hand Poke, una técnica tradicional sin máquina de tatuaje eléctrica. Sus diseños se basan en hallazgos históricos datados en la Era Vikinga a los que aporta sus conocimientos sobre la época y su toque personal con su técnica de trabajo de puntos.
Le preguntamos sobre su visión y opinión como artista ante esta exposición singular. “He disfrutado mucho viendo la exposición. La he visto bastante completa y sobre todo llamativa, para todo tipo de público. ¡La recomiendo mucho!”, afirma la tatuadora. “La experiencia de participar como artista invitada en la Noche del Tatuaje, fue una maravilla. Siempre es agradable ver como la gente se interesa por tu trabajo y aprecia el arte al que le dedicas todo el tiempo del mundo”.
La exposición recorre todos los continentes para descubrirnos el origen, la evolución de las técnicas y el modo en que conviven en sincretismo distintas corrientes vinculadas al arte del tatuaje
La reflexión profunda que nos suscita la muestra de CaixaForum es la de ver como el arte de dibujar la piel que para muchos pueblos forma parte de su identidad y de su tradición, para otros generó un rechazo con fuertes prejuicios, que convirtió a sus portadores en personajes de espectáculos tales como las mujeres barbudas o los faquires. Esto nos lleva a preguntarnos si quizás el hecho de que existan este tipo de exposiciones —en un centro cultural de prestigio como CaixaForum— no es sino un avance en la consideración del tatuaje como una forma más de arte en nuestro país. “Realmente sí que lo considero como un avance. A día de hoy, en pleno siglo XXI, el tatuaje todavía no está bien visto. Por eso creo que, con estos pequeños saltos, como la exposición en cuestión, ayudamos a normalizarlo y entenderlo como una expresión artística más”, nos comenta Cruz.
Cuando reflexionamos con Paula Cruz sobre el fenómeno de las modas, afirma: “hay un sector en el mundo del tattoo que se está sobre comercializando y poniendo de moda, sobre todo a causa de las redes sociales, los instagramers e influencers, creadores de contenido… podría decirse que en ellos hay ‘una moda’ quizás más pasajera. Pero, por otro lado, afirmaría que, gracias también a las redes y a la exposición de personas famosas, deportistas o artistas en los medios, estamos aprendiendo a normalizar los cuerpos tatuados y llegar al alcance de todo tipo de público”.
“A día de hoy en pleno siglo XXI, el tatuaje todavía no está bien visto. Por eso creo que, con estos pequeños saltos, como la exposición en cuestión, ayudamos a normalizarlo y entenderlo como una expresión artística más”, comenta la tatuadora Paula Cruz
Lo que está claro es que tatuarse, marcarse la piel o simplemente aplicar tinta en la epidermis, va más allá de las modas estéticas. Es un arte que va a seguir practicándose como muestra de tradición, religión o simbolismo, tal y como se nos muestra en gran parte de la exposición. Cuando hablamos de los moko de Nueva Zelanda considerados tesoro nacional, o el legado del tatuaje kalinga, encarnado hoy por la artista Whang-od Oggay, que con 104 años es considerada la tatuadora más anciana del mundo y la última practicante de este gesto milenario que llevan a cabo las tribus guerreras.
En septiembre de 1991, durante los trabajos en los Alpes para recuperar el cuerpo momificado de Ötzi, el Hombre de Hielo, los científicos descubrieron que el cadáver presentaba una serie de tatuajes en la región lumbar. A posteriori, se hallaron hasta 61 marcas en la piel de este hombre que vivió hace más de 5000 años. Y es que el arte de dibujar la piel es tan antiguo como el hombre, aunque su uso haya variado a lo largo de la historia y de las regiones.
Quizás hoy en día aún no sepamos el motivo por el que Ötzi tiene esas marcas en diferentes zonas de su cuerpo. ¿Tenían una función terapéutica, simbólica, religiosa? Quizás lo más hermoso de ello sea que tenemos la suerte que, como una obra de arte ancestral, se haya preservado hasta nuestros días.