En Barcelona, en lo que va de año, los bicitaxis –vehículos destinados al transporte de pasajeros, accionados con tracción humana y con una capacidad de dos pasajeros y el conductor– ya acumulan casi 2.000 denuncias. La mayoría, porque los aparcan allí donde les da la gana y porque circulan como si la ciudad fuera jauja, es decir, fuera de los itinerarios que tienen autorizados. Sólo este pasado sábado, la Guardia Urbana interpuso 85 denuncias contra estos Vehículos de Movilidad Personal o VMP –categoría que comparten con los patinetes eléctricos–, en el marco de un dispositivo de control desplegado en el frente marítimo.
Desde junio, coincidiendo con la llegada del buen tiempo y de los turistas, el ayuntamiento ha intensificado el control del bicitaxi, un tipo de vehículo cada vez más abundante en las zonas más turísticas de la ciudad: Ciutat Vella, Barceloneta, Sagrada Família… Jaume Collboni, primer teniente de alcalde, anunció al inicio de la temporada turística que Barcelona priorizaría la eliminación de los bicitaxis ilegales y que velaría para que circulen adecuadamente por las calles de la ciudad. En la misma comparecencia, Albert Batlle, teniente de alcalde de Prevención, fue un poco más allá al afirmar de manera rotunda: “No nos gustan los bicitaxis”.
Según recogió la prensa, Batlle agregó que los bicitaxis “no encajan ni en el modelo de ciudad ni en el modelo turístico que queremos”. Sobre las palabras de Collboni, nada que decir. Me pregunto, sin embargo, si cuando Batlle declaraba sin matices la guerra al bicitaxi lo hacía en nombre del consistorio o sólo en el suyo. Básicamente, porque puede parecer que esta postura frontalmente anti-bicitaxis se contradice con la apuesta decidida que hace el equipo de Ada Colau a favor de la bicicleta: potenciación del bicing, creación de carriles bici a diestro y siniestro…
Me pregunto si cuando Batlle declaraba sin matices la guerra a los bicitaxis lo hacía en nombre del consistorio o sólo en el suyo. Básicamente, porque puede parecer que esta postura frontalmente anti-bicitaxis se contradice con la apuesta decidida que hace el equipo de Ada Colau a favor de la bicicleta
Puede que cuando Batlle dice que los bicitaxis aquí no encajan tenga en mente las caóticas calles de grandes urbes asiáticas como Bombay o Bangkok donde simpáticos rickshaws bastante kitsch –allí a los bicitaxis los llaman así– o tuk-tuks, su versión motorizada, llevan miles de personas arriba y abajo a cualquier hora del día y de la noche, en medio de un tráfico infernal.
Por lo tanto, puedo entender que a priori Batlle y como él muchos barceloneses de bien frunzan el ceño ante la proliferación de bicitaxis en Barcelona. Convendría, sin embargo, no perder de vista que ciudades como Berlín, Viena, Ámsterdam o Nueva York están apostando justamente por este sistema de transporte alternativo y ecológico, y que por sus calles es cada vez más habitual ver unos bicitaxis adaptados a los nuevos tiempos con diseños futuristas y equipados con motores eléctricos.
Convendría no perder de vista que ciudades avanzadas como Berlín, Viena, Ámsterdam o Nueva York están apostando justamente por este sistema de transporte alternativo y ecológico, y que por sus calles es cada vez más habitual ver unos bicitaxis adaptados a los nuevos tiempos con diseños futuristas y equipados con motores eléctricos
¿Qué quiero decir con todo esto? Pues que quizás el bicitaxi no tiene por qué ser un fenómeno a erradicar de nuestras calles ni tampoco que forzosamente tenga que ir asociado a la picaresca, el descontrol, la precariedad… Hablando en plata, a lo cutre. Al contrario, estos vehículos ligeros podrían ser una buena alternativa no sólo al bus turístico sino también al taxi y a la pequeña furgoneta de reparto. ¿Y si el bicitaxi, bien gestionado, fuera sinónimo de progreso?