¡Sí, oh, sí! ¡Lo haremos! ¡Pues claro que lo haremos!

Los mandamases de los países responsables del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo se han reunido en Roma durante dos días. Parece que “se han comprometido a limitar el calentamiento global a 1,5°C”.

Esto es un acuerdo, y parece una buena noticia, porque China e India, antes de esta cumbre, no querían comprometerse a ello. Pero diría que no lo es, porque como era de esperar, de esta cumbre –se llama así: “cumbre”– no ha salido ninguna concreción. Se comprometen a limitar el calentamiento global a 1,5°C. Muy bien, pero, ¿cómo? ¿Haciendo qué? O, mejor dicho: ¿dejando de hacer qué?

Si no piensas hacer nada y dices que no piensas hacer nada, todo el mundo te mirará mal, tendrás manifestaciones y quizás Greta Thumberg vendrá a tu estado en barco de vela y saldrás en la tele como negacionista del cambio climático y como insolidario. Por lo tanto, si no piensas hacer nada, lo mejor que puedes hacer es comprometerte. Te puedes comprometer a tener la casa un diez por ciento más limpia, te puedes comprometer a perder dos kilos de peso, te puedes comprometer a no suspender, te puedes comprometer a mil cosas y quienes te rodean te dejarán en paz, mientras que si dices que no, que la casa no está sucia, que no piensas dejar de comer procesados, que no piensas estudiar, no van a parar de insistir. Si no concretas cómo piensas hacerlo, que es lo que han hecho todos estos mandamases del G-20, tus promesas serán una victoria.