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mar los libros fue el salvoconducto de su infancia. Si eras mujer pero amabas los libros, el abuelo te respetaba; en caso contrario, solo servías para cocinar, fregar y tener hijos. Libros. El abuelo copista, pintor y mecenas de artistas gallegos en la España de la posguerra y más allá. Concretamente en Galicia. Y aquella buhardilla cubierta de polvo y libros, y el olor de los óleos del señor Santa Cruz. La historia de Rocío Santa Cruz -la nieta- es un cuento, el de una caperucita sin lobo eligiendo camino en cada encrucijada. De las cartas que escribió, a mano y una a una, a los 60 encuadernadores y restauradores de libros que entonces figuraban en las Páginas Amarillas, solo una tuvo respuesta, remitida por Carlos Vera, oficial del gremio en la Biblioteca Nacional, Madrid. Debió hacerle gracia al maestro la audacia de la chica, año 1985, 18 años.
A bordo del expreso Rías Altas, la carta le condujo a aprender el oficio, que ya practicaba como juego en la buhardilla, en las horas libres del oficial restaurador: se les unía en la hora del bocata el bedel de la institución. Al tiempo, estudiaba “el gesto del maestro” en la escuela municipal de Antolín Palomino, gran encuadernador español del siglo XX dicen los anales. El siguiente cruce llevó a los tres de la Nacional de España (oficial, aprendiz y bedel) a la Biblioteca de Francia en París, mediante una solicitud de intercambio que –dice Rocío- solo ellos respondieron. “Era el año que Mitterrand inauguraba la pirámide del Louvre (oh, la grandeur!), y allí estoy yo (apenas 20)”. Y allí Rocío se quedó, y siguió aprendiendo en una escuela comme il faut (École Estienne), abrió un primer chiscón de encuadernación en Georges Brassens o el barrio de las carnicerías de caballo de la capital francesa, en una antigua boucherie art decó y minúscula y, años más tarde, su primera galería de libro de artista en la rue de l´Hôtel Colbert. Nace Raíña Lupa, así bautizada en una peregrinación de artistas visuales y poetas en la Costa da Morte, al Alto da Moa, una escultural formación rocosa que corona el Monte de O Pindo, donde cuentan que yace enterrada la última druida de la cultura castrense de los celtas, sepultada a manos de la romanización de Galicia.
La herramienta digital, lejos de acabar con el libro físico, lo ha salvado: nunca se ha editado con tanto detalle, tanto aprecio por el papel, las tintas, las impresiones
Muchas ferias de arte y libros después, a caballo del nuevo milenio y la revolución digital, Rocío Santa Cruz, Madame Lupa para los franceses, se dirige a Barcelona, ciudad de larga tradición editora y artística. ¿Qué viene a hacer a Barcelona? “En París estuve 15 años no solo aprendiendo sino editando libros para artistas como Sicilia o Broto, o Barceló, a quien le hice por ejemplo los estuches para guardar los cuadernos de viaje de Mali. Era una editora formada en la bibliofilia del siglo XIX, pero no quería hacer objetos obsoletos porque sí”. Se sube al tren de la digitalización. “El libro vive una revolución comparable a la de Gutenberg. La herramienta digital, lejos de acabar con el libro físico, lo ha salvado: nunca se ha editado con tanto detalle, tanto aprecio por el papel, las tintas, las impresiones. Un artista visual hace su propio libro por muy poco dinero, lo pone a la venta y lo compra un señor en Japón. El libro es un objeto perfecto que no tiene sustituto, le ocurre como a la rueda. Y la digitalización ha multiplicado sus posibilidades hasta el infinito”.
Trae de París su Raíña Lupa, taller/galería de edición de libros de artista, y empieza a colaborar con las artes visuales y conceptuales, “porque soy una persona contemporánea, me interesa lo que sucede, vivir el momento presente y evolucionar con el tiempo. A los artistas les hago una pregunta, ¿qué es para ti un libro? Un libro es un artefacto perfecto, y con ellos trabajo todo el tiempo como si estuviéramos haciendo un libro”. Se define “editora de corazón y galerista por exigencias del mercado”.
Así que, desde la galería en Consell de Cent, y desde su visionaria óptica de lo digital, mientras la mayoría de los editores se echan las manos a la cabeza y esconden la cerviz bajo las linotipias, ella regresa al libro que nunca había abandonado. Nace ArtsLibris, en 2009. Proponiendo a la gente el mismo viaje de ida y vuelta: “Del mismo modo que yo llego al arte a través de los libros. Porque el libro no da miedo, entrar en una librería no impone, mientras que el mundo de las galerías y los museos es a veces hermético. El libro es un objeto próximo que permite tocar, lo que lamentablemente se hace cada vez más difícil; queremos tocar y ver sin pantalla interpuesta. El pasado fin de semana, en el Gallery Weekend, la gente entraba en la galería y se emocionaba por poder recuperar el placer de ver arte en directo. Pues con el libro de artista sucede lo mismo: tenerlo en las manos es un gran valor añadido y lo que ha hecho la revolución digital no es sino amplificar sus posibilidades y su calidad”.
No son solo bibliófilos y artistas, hay tantos tipos de visitantes como géneros de libros, desde aquel que se interesa por el infantil ilustrado a los coleccionistas de códices
Tres veces al año, Rocío Santa Cruz (nacida Rocío San Claudio Santa Cruz, A Coruña, 1967) reúne a los creadores con una inmensa cantidad de público de lo más heterogéneo en las ediciones de ArtsLibris en Barcelona (trasladada la feria al centro cultural El Born desde el primigenio Centro de Arte Santa Mónica, en las Ramblas, donde durante casi una década se celebró la feria coincidiendo con Sant Jordi, hasta que el espacio se le hizo pequeño); Arco Madrid (sus stands ocupan una superficie de más de 600 metros cuadrados) y Arco Lisboa (ídem). “No son solo bibliófilos y artistas, hay tantos tipos de visitantes como géneros de libros, desde aquel que se interesa por el infantil ilustrado a los coleccionistas de códices; y le interesa especialmente a la gente joven, porque esta revulsión de la edición no solo se refiere a libros de arte lujosos, sino y sobre todo ha puesto al día la revolución (francesa) de los años 60 que quería deshacerse de los editores y publicaba en fotocopias grapadas, ejemplares que hoy son emulados y son objeto de culto”.
Un todo muy cercano a la poesía visual, porque de la mano de la poesía desfilaron en procesión aquel grupo de artistas al Alto do Pindo para fundar Raíña Lupa en los 90. Y de la mano de José Ángel Valente inauguró en París, en la rue de l´Hôtel Colbert, reuniendo al gran poeta con la obra de quienes habían ilustrado sus luminosas palabras: Saura, Oteiza, Chillida, Tàpies, Sicilia, Broto, García Rodero, García Cácamo… “Era lo que había visto en el taller de restauración y encuadernación de la Biblioteca Nacional de Francia, desde la poesía de Tristan Tzara ilustrada por Miró hasta la maleta de Duchamp, donde me di cuenta de que aquello que yo adoraba de la buhardilla de mi abuelo, sus colecciones ilustradas, el Quijote de Doré, era un oficio maravilloso, que luego seguí aprendiendo en la École Estienne (escuela superior de artes gráficas)”. Terminó sus estudios de la escuela pública francesa el mismo día en que los primeros ordenadores entraban por la puerta del centenario edificio en el 13ème de París.
Hay una pregunta que los creadores en general detestan porque es burda, pero cuya respuesta nos ayuda mucho a comprenderlos. ¿Por qué tuvo y tiene tan buena acogida ArtsLibris? “Después de recorrer muchas ferias de libros de autor y de arte en general, de Nueva York a Bruselas, me di cuenta de que todas respondían a un criterio anglosajón, así que propuse fundar en Barcelona, ciudad de grandes ferias, una muestra con identidad propia, reivindicando toda nuestra riqueza y diversidad: somos el sur de Europa, somos mediterráneos, pero también, atlánticos e iberoamericanos, y esto es el fuerte de ArtsLibris, que es única y diferente; una feria además donde no solo se habla inglés, se hablan muchísimos idiomas”.
¿Próxima parada? El pensamiento. “Estamos volcados en la relación entre la filosofía y el arte contemporáneo, que es mayormente conceptual y por tanto bebe del pensamiento. Hemos invitado a los grandes editores internacionales de pensamiento y nuestro primer seminario, en la última edición de Arco, lo condujo la filósofa chilena Andrea Soto Calderón. Camina Rocío Santa Cruz hacia el patio de la galería, que ahora lleva su nombre propio (Galería RocioSantaCruz, en la confluencia de Gran Vía con Pau Claris), entre cubos, dados, vitrinas, letras, palabras que componen el denso libro/cuento de su historia, la druida del papel. No tan lejos quedan sus raíces artísticas, en el océano que baña a Costa da Morte, aldea de Caldebarcos, bajo la piedra que conforma esculturas en el Alto do Pindo.