Joan Rovira
El joyero Joan Rovira. © Carme Escales

¿Quién hace más sostenible Barcelona?

Más de 400 empresas de la ciudad han recibido la certificación de sostenibilidad turística Biosphere. La capital catalana y tres marcas turísticas de la demarcación son el único destino Biosphere Platinum del mundo. Ya el 2011, Barcelona fue el primer destino urbano del mundo con el sello Biosphere.

Nos quedan seis años y medio para llegar a la fecha fijada por los estados miembros de las Naciones Unidas para lograr los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Son las prioridades de actuación para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y mejorar la vida y perspectivas de las personas en todo el mundo.

Los 17 propósitos —y 169 hitos— fueron acordados en Nueva York en 2015 por 150 líderes mundiales. Con ellos se redactó la Agenda 2030 como radar de acción para combatir el cambio climático y las desigualdades sociales en el ámbito mundial y local, desde cada hogar particular hasta las grandes multinacionales.

La preservación del planeta está en manos de todo el mundo, en cada gesto cotidiano individual. Elegir qué consumimos, y dónde, nos otorga mucha responsabilidad en esta misión. Tanta como tienen los gobiernos de cada país, ciudades y pueblos, como garantes de ejemplo, desempeño y promoción de todo aquello que nos acerca a lograr los objetivos de sostenibilidad.

Barcelona es una de las ciudades avanzadas en este ejemplo. La progresiva desaparición de barreras arquitectónicas y limitación de la circulación de vehículos muestran un modelo urbanístico de integración más pensado para las personas que, a pesar de tener aún mucho por mejorar, destaca por encima de otras capitales tanto o más atractivas como son París, Londres o Nueva York.

El año 2011, Barcelona fue el primer destino urbano de todo el mundo que recibió la certificación Biosphere en reconocimiento a su impulso de la sostenibilidad. Es una distinción que otorga el Instituto de Turismo Responsable (ITR), un organismo no gubernamental, sin ánimo de lucro, vinculado a la UNESCO y socio de la Organización Mundial del Turismo (UNWTO) y del Global Sustainable Tourism Council (GSTC).

Hace más de veinte años que el IRT trabaja para implantar buenas prácticas de disfrute turístico y de ocio respetuosas con el medio ambiente. Y una manera que tiene de recoger los frutos de su tarea es confirmar que trabajan en la misma línea administraciones —como el Ayuntamiento de Barcelona— y empresas públicas y privadas. Lo hace a través de las certificaciones Biosphere. El ITR certifica el compromiso y las acciones que en materia de sostenibilidad llevan a cabo entidades, establecimientos y servicios turísticos que se alinean con los ODS de la agenda 2030 para una vida saludable de las personas y del medio ambiente.

Uno ecohotel en el Raval

El sello Biosphere garantiza que se impulsan acciones de acuerdo con los ODS, y en la ciudad de Barcelona lo han recibido este año más de 400 empresas. De todas ellas, casi un 40% tienen la categoría de alojamiento. Uno de ellos es el Hostal Grau, regentado por Mònica Grau, nieta de los antiguos propietarios del edificio, que es del año 1862. Está ubicado en el número 27 de la calle de las Ramelleres, donde los abuelos de Mònica llevaban el Céntrico Bar, famoso por el vermut de su abuela Mercedes. El año 1960 abrieron la primera casa de huéspedes, la Hosteria Grau, que en 1993 el hijo rehabilitó, y ahora la nieta ha hecho del establecimiento un pequeño hotel sostenible: el Eco Hostal Grau.

Lo primero que hizo fue recuperar todos los muebles de la casa de sus abuelos y de antiguas masías que, de otro modo quizás se hubieran perdido. Los restauró, y con un gesto de responsabilidad social, lo hizo con la cooperativa L’Estoc, que en su taller ocupa a personas con diversidad funcional.

El Hostal Grau está ubicado en el número 27 de la calle de las Ramelleres, donde los abuelos de Mònica llevaban el Céntrico Bar, famoso por el vermut de su abuela Mercedes.

Mònica también hizo calcular a especialistas la huella de carbono del hotel para adaptar las habitaciones y todos los servicios a un mínimo impacto medioambiental. Por ejemplo, “si crees que no hace falta que te limpien la habitación, con el agua y el tiempo que se ahorra el personal que lo haría, el hotel hace una donación a una asociación que trabaja para la preservación de los bosques”, explica la propietaria del Hostal Grau. Nada de químicos, plástico ni PVC, tienen papeleras de reciclaje, y el agua de manos la usan para el depósito del váter. Todos los productos de restauración son de kilómetro cero y hacen mermeladas caseras con fruta ecológica.

Este es el tercer año que obtiene el certificado Biosphere. No le fue nada difícil porque había conseguido antes la certificación Leed, una garantía internacional muy restrictiva con la cual ya tuvo que elegir, entre otras supervisiones ecológicas, todos los materiales biodegradables para las obras que hizo.

Hostal Grau
El interior del Hostal Grau.

Artesanía en el barrio de los antiguos gremios

También en Ciutat Vella, pero en el barrio del Born, está la tienda, taller y escuela de joyería artesanal de Joan Rovira, certificada con el sello Biosphere. De pequeño, este joyero ya experimentaba con las herramientas que usaba su padre, a quien imitaba jugando a hacer joyas. Estudió Bellas artes en la Escola Massana y ahora es uno de los artesanos que ayuda a mantener vivo el espíritu original de las calles del Born dedicadas a los gremios de oficios manuales y con materiales naturales. Sus creaciones con bambú dan la bienvenida en su espacio de la calle de los Cotoners, 10. Alzas la vista y ves a Joan trabajando a su taller, combinando técnicas ancestrales y su talento creativo con los que crea crea y enseña a crear piezas únicas de bambú y madera con oro, plata y bronce, entre otros materiales, muchos de los cuales provienen de joyas recicladas. Es un negocio familiar con mucha personalidad y trato muy próximo, a los turistas y a los barceloneses.

A pocas calles de la tienda de Joan, en el número 10 de la calle de los Assaonadors, hay otro taller de artesanía que ha merecido el reconocimiento Biosphere. Su alma es Angelika Heinbach, una alemana afincada en Barcelona hace más de treinta años que quedó fascinada por el mosaico modernista y la técnica del trencadís. En sus manos, restos de baldosa de cerámica rota es la materia prima de su propuesta: experimentar el arte milenario. Con él, Angelika acompaña a los turistas en la realización de sus propios recuerdos de Barcelona, que pueden ser imanes del escudo de sus equipos deportivos o marcos para fotos, siempre reciclando pedazos de mosaico. Por eso Angelika ha llamado a su propuesta Mosaiccos, que ofrece también como iniciativa de teambuilding, pues combina el arte del trencadís con objetivos de empresa, en talleres que propician la integración de equipos.

Angelika Heinbach
Angelika Heinbach, propietaria del taller Mosaiccos. © Carme Escales

La pesca de proximidad

Y a un paso del Born, en el puerto de los pescadores de esta ciudad que salen cada día con la barca, la gente de Cap a mar prepara encargos de pescado acabado de capturar, una cesta que sirve a domicilio gambas, mejillones, langostinos, lubina, pescado para hacer sopa… “Somos pescadores de la Barceloneta desde antes de 1895″, así se presentan quienes dan a conocer también su arte de pesca. La entidad Cap a Mar también ha sido merecedora de la certificación Biosphere porque hacen actividades de divulgación, charlas y actividad que ayudan a concienciar socialmente sobre la necesaria salud del mar, el consumo responsable y sus beneficios. En el Centro Cívico de la Barceloneta imparten cursos de cocina. Cristina Caparrós había estudiado Químicas, pero al ver que sus padres, pescadores, se jubilaban sin tener relevo, cogió ella el timón del negocio familiar, pero con la voluntad de dar a conocer la vida marinera, reivindicando que el mundo de la pesca no sea masculinizado. Para empezar, las mujeres (xarxaires) eran quienes hacían siempre las redes (ahora lo hacen pescadores jubilados). Sin ellas nada habría sido capturado por ningún hombre en el mar. Tampoco la elaboración de los mejores platos de pescado estaba en manos masculinas. Ella fundó Cap a Mar, que también organiza rutas por el muelle de los pescadores, donde todavía salen hoy a pescar veintitrés barcas.

Pesca Arrossegament David Tarrason
Pesca de arrastre. © David Tarrason

De ese sufrido mar que tanto necesita también las acciones de los ODS, se extraen plásticos entre otros muchos desechos que no son biodegradables, en limpiezas concienzudamente organizadas por grupos de biología marina y muchos voluntarios. Y con lo que se extrae, cada vez se piensan más nuevas utilidades para que los materiales que dañan al planeta no tengan que ser engullidos ni por la tierra ni por el mar. Con las botellas de plástico se crean nuevos artículos, útiles para el hogar o decorativos. 

Y con pedazos reciclados de viejas velas de barco se hacen neceseres, carteras, cintas y llaveros como los que Maite Guillem vende en su tienda BdeBarcelona. Fue uno de los primeros comercios de la ciudad que obtuvo el certificado Biosphere, en 1917, y es un ejemplo de conciencia sostenible en un negocio, sobre todo porque despacha recuerdos de la ciudad que nada tienen que ver con los souvenirs industriales. Los suyos son fruto de una cuidadosa selección de cada uno de sus proveedores. Son pequeños artesanos con taller en la ciudad o en poblaciones catalanas, que miman producciones únicas, en muchos casos hechas con materiales reciclados, que no tienen que hacer largas distancias hasta el consumidor final. Con ropa de antiguos colchones hacen bolsas, y con sobrantes de plástico, pendientes y colgantes del panot de la flor de Barcelona modelados aprovechando restos de materia que, de este modo se luce y, ni la tierra ni el mar, los deberá digerir. BdeBarcelona es en esta ciudad un referente de reciclaje creativo y consumo de proximidad de producciones artesanales que visten el escaparate del número 28 de la avenida de Gaudí.

B de Barcelona
El escaparate de B de Barcelona. © Rita Pity

El recinto modernista de Sant Pau

Al final de la misma avenida, el Recinto Modernista de Sant Pau puede presumir con la voz muy alta de la distinción Biosphere. Solo por el hecho de haber bordado la íntegra rehabilitación tan respetuosa con la historia ya lo merece. Una historia que escribieron desde su arquitecto, Lluís Domènech i Montaner —de quien ahora se celebra el centenario de su muerte con todo un año de actos en diferentes espacios— hasta todo el personal sanitario que trabajó en esos espacios y pacientes que nacieron, ingresaron o murieron en ellos. 

La preservación del patrimonio arquitectónico, en cualquier ciudad del mundo, es una sublime acción de sostenibilidad. Kathrine Raleigh, que es Responsable de Programas y Contenidos del recinto, explica que tienen la certificación desde enero del 2017. “Se ha renovado anualmente desde aquella fecha. Pero el compromiso con un modelo de turismo de calidad, no masivo, vinculado con su entorno, y compatible con los diferentes usos del conjunto patrimonial ha estado presente desde el momento en que se abrió el Recinto a los visitantes. De hecho, la Fundación participa en el Pacto Mundial de las Naciones Unidas desde el año 2015, y es miembro afiliado del Organismo Mundial de Turismo”.  También remarca que el proyecto de rehabilitación incorporó la sostenibilidad como un objetivo central, junto con la calidad, la eficiencia energética y la tecnología de última generación. Han conseguido, de hecho, seis certificaciones LEED (Leadership in Energy & Environmental Design) de lo OS Green Building Council. 

La preservación del patrimonio arquitectónico, en cualquier ciudad del mundo, es una sublime acción de sostenibilidad

El segundo elemento que destaca es el plan de complicidades con el entorno, que pone mucha atención al retorno social que genera su turismo y la actividad cultural del Recinto Modernista. Ofrecen servicios específicos a escuelas, entidades sociales, grupos comunitarios y deportivos, y colectivos vulnerables de la ciudad. “La misma actividad cultural acerca una oferta de contenidos culturales de alta calidad a la comunidad local y apuesta por la colaboración con entidades y artistas locales. Asimismo, se participa cada año desde el 2018 en la Semana Europea del Desarrollo Sostenible con una jornada de entrada gratuita orientada a la difusión de los ODS con actividades lúdicas y educativas organizadas por organizaciones alojadas en los pabellones modernistas, entidades públicas, ONG, y grupos comunitarios en colaboración con la Fundación”, comenta Raleigh. 

Un sistema de gestión ambiental y energética con objetivos anuales y bianuales de mejora en ámbitos diversos, como por ejemplo los consumos energéticos, el consumo de papel, la compra verde, la huella de CO2, la gestión de residuos, y la biodiversidad, entre otros los han hecho también merecedores del Biosphere. Y actualmente trabajan en varios proyectos piloto relacionados con el fomento de la biodiversidad (un hotel de insectos), el ahorro de agua en el riego, y la medida de la huella de CO2 de los actos celebrados en el Recinto. Dicen que la certificación les anima a continuar avanzando con el proceso de mejora continua iniciado años atrás. “También nos relaciona con el conjunto de entidades certificadas como parte del Destino Barcelona Biosphere. Por lo tanto, nos supone una oportunidad para aprender, compartir experiencias, y motivarnos mutuamente. Además, es un sello reconocido internacionalmente, que es interesante desde la perspectiva comercial”, añade la jefa de programas del recinto.

Recinte Modernista
Interior del Recinto Modernista.

Casa Amàlia 1950

Junto al Mercado de la Concepción, hay un restaurante donde los esfuerzos en sostenibilidad también se han hecho muy evidentes. Facilitar la conciliación laboral y la contratación de personal de colectivos menos favorecidos, la adopción de medidas de eficiencia energética en sus instalaciones y el impulso de la conservación del patrimonio cultural y natural local son parte del menú de Casa Amàlia 1950. Su cocina de mercado tiene raíces tradicionales y se puede disfrutar también de música en directo, en un envoltorio donde todo se alinea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Por eso disfrutan del visto bueno de Biosphere. Desde el número 14 del Passatge del Mercat también promueven la adopción de estilos de vida y hábitos más saludables.

La lista de autónomos y empresas que día a día están haciendo más por una Barcelona más sostenible es larga: El Teatre Lliure, el Museu Picasso, la Llotja de Mar, el Palau Güell… han materializado sus propuestas y acciones “para construir una comunidad turística respetuosa con el medio ambiente, la cultura y el retorno social y económico, tal como puntualizan desde Cambra de Comerç de Barcelona.

La lista de autónomos y empresas que día a día están haciendo más por una Barcelona más sostenible es larga: El Teatre Lliure, el Museu Picasso, la Llotja de Mar, el Palau Güell

En esta última entrega de las certificaciones internacionales Biosphere, el Barcelona Convention Bureau (BCB) ha acontecido el primer convention bureau del mundo en obtener este sello de sostenibilidad. Esto supone —explican desde Cambra de Comerç de Barcelona— una serie de buenas prácticas con las cuales el BCB se presenta ante las empresas colaboradoras del sector MICE para trasladar la sostenibilidad a los encuentros empresariales.

Y Destinació Barcelona, que incluye Barcelona ciudad y las tres marcas turísticas de la provincia de Barcelona —Costa Barcelona, Paisajes Barcelona y Pirineos Barcelona— es el único destino certificado Biosphere Platinum del mundo. Así se pone de relieve el fomento y el impulso de la sostenibilidad, después de la apuesta iniciada el 2011, cuando Barcelona fue la primera ciudad del mundo certificada.

En el conjunto de comarcas de la demarcación de Barcelona, este año han sido 931 las empresas que han conseguido la certificación. Desde Cambra de Comerç de Barcelona recuerdan que en Barcelona la certificación Biosphere no representa ningún coste para el operador, puesto que está íntegramente subvencionada por el IEET (impuesto turístico), así como la renovación en los años posteriores. 

Casa Amalia
Casa Amalia 1950 se encuentra en el número 14 del Passatge del Mercat.