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Una carrera de obstáculos

Quien más quien menos conoce qué significa o por lo menos a qué se refiere la igualdad de género, sin embargo, la brecha salarial es un término más novedoso para el gran público. ¿Qué es la brecha salarial?, ¿por qué existe?, ¿cómo se cuantifica?, ¿qué importancia tiene? Son cuestiones cada vez más en boga y esa visibilidad actual puede ser un hito para acabar con ella.
Mujer y hombre en una reunión de negocios informal en una cafetería. Foto de rawpixel.com

Desde hace unos meses, y con mucha fuerza, están en los medios de comunicación los conceptos de igualdad de género y brecha salarial. Quizá han ayudado las manifestaciones y acciones de las actrices de Hollywood, a las que se unieron las del resto del mundo occidental; o quizá sea por la legislación islandesa, que penaliza a las empresas con brecha salarial; o quizá la conmemoración del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora; o quizá una mayor concienciación de la sociedad; o tal vez un conjunto de todo ello, pero este eco está produciendo un efecto multiplicador que el tiempo dirá si es un mero espejismo o realmente será un paso gigante hacia la verdadera igualdad de género, siempre unida a la igualdad de oportunidades y al principio del fin de la brecha salarial.

Quien más quien menos conoce qué significa o por lo menos a qué se refiere la igualdad de género, sin embargo, la brecha salarial es un término más novedoso para el gran público. ¿Qué es la brecha salarial?, ¿por qué existe?, ¿cómo se cuantifica?, ¿qué importancia tiene? Son cuestiones cada vez más en boga y esa visibilidad actual puede ser un hito para acabar con ella.

Hasta el siglo XIX, con la proliferación de las fábricas, las mujeres no se incorporaron masivamente al trabajo, eso sí, percibían sueldos ínfimos y en condiciones paupérrimas

La brecha salarial es la situación de desigualdad salarial entre hombres y mujeres y solo es comprensible desde la desigualdad de género, es decir, es un factor más derivado de la misma.

En la prehistoria, cuando éramos primitivos, o en todo caso más que ahora, la mujer se quedaba cuidando del hogar y el hombre salía a cazar para proveer a la familia de alimentos. Han pasado miles de años y hasta el siglo XIX, con la proliferación de las fábricas, las mujeres no se incorporaron masivamente al trabajo, eso sí, percibían sueldos ínfimos y en condiciones paupérrimas. Poco a poco, durante el primer tercio del siglo XX, fueron creándose puestos de trabajo maliciosamente idóneos para la mujer, tales como recepcionistas, secretarias, enfermeras, profesoras… y paso a paso, gracias a los movimientos feministas, se promovió la necesidad de la incorporación de la mujer en el campo educativo, y empezaron a despuntar mujeres que querían tener estudios superiores, a quienes se dio acceso a profesiones liberales. Tras la guerra civil española, 1936-1939, el papel de la mujer volvió a un periodo cercenado de libertades, donde se tenía que pedir permiso al padre, o en su caso al esposo, para salir del país, para abrir una cuenta corriente e incluso para trabajar. Asimismo, habían profesiones vetadas para las mujeres como ser jueza o notaria, y era habitual que las mujeres que de solteras trabajaban, al casarse dejaran de hacerlo. Además, se veía como un mérito dado que el esposo podía él solo proveer del bienestar económico a la familia y la esposa cuidarse del hogar, y se exaltaba socialmente el papel de excelente ama de casa y cuidadora, así como el tener un carácter dulce, dócil y sumiso. Para ello no hacía falta tener muchos estudios y en todo caso si se tenían, podían servir para encontrar marido.

Actualmente, nos encontramos con más mujeres que hombres con carreras profesionales, pero, curiosamente, los puestos de poder político y económico los ostentan los hombres.

La distinta retribución para hombres y mujeres con iguales características tanto personales como profesionales es lo que se llama discriminación directa, en que el sexo es la única diferencia que la determina. Afortunadamente, estas situaciones, aunque siguen existiendo, cada vez son menores.

La aplicación de criterios y prácticas en apariencia neutrales que dejan en desventaja a las mujeres respecto de los hombres es lo que se llama discriminación indirecta.

La desigualdad salarial viene marcada por una inserción y trayectoria laboral muy distinta entre hombres y mujeres, debido a una amplia gama de obstáculos que estas se encuentran como son el techo de cristal, roles y estereotipos asumidos e interiorizados por la sociedad y, por tanto, por las propias mujeres, que las sitúan en rango inferior al hombre en cuanto al desarrollo laboral y personal.

Vamos a analizar algunos de estos obstáculos:

CREENCIAS, ROLES Y ESTEREOTIPOS

Los roles y estereotipos empiezan a inculcarse desde la infancia con los juguetes, que ya tienen un papel segregador porque tienen unos colores determinados, fotos de niños o niñas y se refieren en masculino o femenino según se requiera (ejemplos: juegos de construcción y químicos para niños y juegos de cocinas y peluquería para niñas) en los anuncios publicitarios de los mismos, donde claramente se refieren a los roles perfectamente clasificados por los juguetes, así como en la elección de los padres de la idoneidad de juguetes y juegos que se clasifican según el sexo y en que se resaltan como cualidades de los juegos masculinos la acción y construcciones, y los femeninos con el cuidado de muñecas, juegos de peluquería, cocinas y demás lindezas orientadas a menesteres calificados de propiamente femeninos, y en promover con frases como «los niños no lloran» o «las niñas no pelean», ya que son comportamientos considerados masculinos o femeninos, a los que siempre se asigna la fortaleza y la negación de sensibilidad a los niños y se exalta la actitud comedida y dócil para las niñas. Sería imperdonable olvidarnos de los cuentos, donde se ensalza la valentía del héroe salvador y la belleza y docilidad de la heroína.

Hay actitudes que se consideran positivas en los hombres pero negativas en las mujeres. Ejemplos:

En definitiva, y a pesar de la incorporación reconocida de las mujeres en el espacio público y al trabajo remunerado, se mantiene la división sexual del trabajo y la subestimación de los roles y los valores tradicionalmente considerados femeninos.

Una educación transversal con un enfoque de igualdad, donde no se presuponga que las mujeres no pueden destacar en profesiones técnicas que requieran talento en matemáticas y física, así como una rectificación en muchos programas de TV y anuncios publicitarios que cosifican a la mujer, sin duda ayudarán a romper estas creencias y estereotipos, y que en el peor de los casos hacen a las mujeres víctimas de violencia física y psíquica.

SEGREGACIÓN HORIZONTAL

Estas creencias, roles y estereotipos se han ido traspasando a lo largo de la historia de padres a hijos y han asignado a las mujeres el papel de cuidadoras de la familia y de las personas; y a los hombres, el de líderes, dirigentes y comunicadores. Como consecuencia, nos encontramos en el mercado laboral con la segregación horizontal, es decir, las mujeres se concentran en puestos de trabajo que se caracterizan por una remuneración y un valor social inferiores y que son, en buena medida, una prolongación de las actividades que social y tradicionalmente han sido asignadas a cada sexo.

Así pues, hay trabajos que se consideran feminizados, tales como los servicios de atención y cuidado de las personas, y administrativos y que están infravalorados y, por tanto, con salarios bajos frente a trabajos de similar valor que por ser considerados masculinizados sucede exactamente lo contrario.

En Cataluña, las mujeres suponen un 77,5 % de la población ocupada en sanidad y servicios sociales, alrededor de un 70 % en las actividades culturales deportivas y otros servicios, y el 66,2 % en el comercio minorista.

Manifestación en la 6a Avenida de Nueva York
Manifestación en contra del sexismo en la Sexta Avenida de Nueva York. Fotografía de Will H. McMahan

CONCILIACIÓN DE LA VIDA LABORAL Y FAMILIAR

Es otro de los factores que incrementan la desigualdad en el ámbito laboral, dado que tradicionalmente y actualmente las mujeres son las que se dedican en mayor y muchas veces en única medida a las tareas del hogar y a la atención de los hijos o familiares dependientes, y se ven obligadas a adoptar medidas de conciliación que fomentan una menor participación laboral, tales como coger permisos, excedencias y jornadas a tiempo parcial, e interrumpen así su carrera profesional e influyen directamente en la brecha salarial, en la menor oportunidad de promoción y ocupación de puestos directivos y percepción de pensiones menores.

Las mujeres continúan incorporándose al mercado laboral en menor grado y con una tasa de actividad laboral inferior a la de los hombres, pero siguen siendo la mayoría de la población en paro.

La verdadera conciliación viene de la mano de la corresponsabilidad, donde el trabajo familiar sea equitativo para hombres y mujeres. No es baladí decir que muchos son los hombres que cada vez son más conscientes de ello, sobre todo en el cuidado de los niños. Asimismo, las custodias compartidas en los divorcios imponen un cuidado paritario, sin embargo, el horizonte aún se vislumbra lejano.

Si bien en los hombres se va viendo un cierto progreso y participación en el cuidado de los hijos, muchos de ellos debido a los divorcios que conllevan custodias compartidas, no se ve la misma progresión en el cuidado de personas mayores y son las mujeres las encargadas de realizarlas.

TRABAJO A TIEMPO PARCIAL

Si sumamos las horas de trabajo remuneradas y no remuneradas (trabajo doméstico y cuidado de la familia), resulta una jornada laboral muy larga y mayor que la de los hombres, aunque estos permanezcan más tiempo en su lugar de trabajo y las mujeres sean mayoritariamente las que tienen contratos a tiempo parcial. Según datos de ADECA (4º trimestre de 2016), siete de cada diez contratos a tiempo parcial están firmados por mujeres.

Una parte importante de la brecha salarial de género se explica por la diferente jornada laboral, pero no en su totalidad.

TECHO DE CRISTAL: SEGMENTACIÓN VERTICAL

Las mujeres, además de ser las que ostentan mayoritariamente los puestos de trabajo de menor cualificación, también tienen menor acceso a los puestos de trabajo de mayor responsabilidad y quedan infrarrepresentadas en los niveles salariales más altos. Esto se debe al llamado techo de cristal, conformado por las barreras invisibles que encuentran las mujeres a la hora de abrirse paso en su carrera profesional y promocionarse hacia puestos de mayor responsabilidad.

Un estudio realizado por Grant Thornton sobre la presencia de mujeres en la dirección empresarial denota estancamiento.

Aunque las mujeres, tal y como ya hemos mencionado, superan a los hombres con estudios universitarios, no tiene relación directa con sus ocupaciones en puestos directivos.

Un estudio realizado por la Asociación de Federaciones y Asociaciones de Empresarias del Mediterráneo (AFAEMME) sobre los beneficios de tener mujeres en puestos directivos concluye con siete beneficios para las empresas, que son los siguientes:

  • Mejor calidad de la toma de decisiones
  • Mejor gobernanza corporativa
  • Espejo del mercado
  • Mayor tasa de crecimiento
  • Mayor productividad
  • Menor toma de riesgos
  • Mayor ética y mejor reputación

 

COMPLEMENTOS SALARIALES

Los complementos salariales son uno de los componentes mayores de la brecha salarial, aunque es un componente menor en el salario.

Los complementos salariales muchas veces son concedidos bajo criterios discrecionales y en su gran mayoría favorecen en detrimento de la mujer. Asimismo, en otras ocasiones se premian aspectos como la nocturnidad, permanencia, esfuerzo físico, disponibilidad horaria… aspectos claramente «masculinizados», y no se tienen en cuenta los aspectos «feminizados» como son la precisión, resistencia y un largo etcétera.

Influyentes de la Semana

1.Demetrio Carceller
2.Rick R.Suárez
3.Maria Arimany
Mujer y hombre en una reunión de negocios informal en una cafetería. Foto de rawpixel.com

Una carrera de obstáculos

Quien más quien menos conoce qué significa o por lo menos a qué se refiere la igualdad de género, sin embargo, la brecha salarial es un término más novedoso para el gran público. ¿Qué es la brecha salarial?, ¿por qué existe?, ¿cómo se cuantifica?, ¿qué importancia tiene? Son cuestiones cada vez más en boga y esa visibilidad actual puede ser un hito para acabar con ella.

Desde hace unos meses, y con mucha fuerza, están en los medios de comunicación los conceptos de igualdad de género y brecha salarial. Quizá han ayudado las manifestaciones y acciones de las actrices de Hollywood, a las que se unieron las del resto del mundo occidental; o quizá sea por la legislación islandesa, que penaliza a las empresas con brecha salarial; o quizá la conmemoración del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora; o quizá una mayor concienciación de la sociedad; o tal vez un conjunto de todo ello, pero este eco está produciendo un efecto multiplicador que el tiempo dirá si es un mero espejismo o realmente será un paso gigante hacia la verdadera igualdad de género, siempre unida a la igualdad de oportunidades y al principio del fin de la brecha salarial.

Quien más quien menos conoce qué significa o por lo menos a qué se refiere la igualdad de género, sin embargo, la brecha salarial es un término más novedoso para el gran público. ¿Qué es la brecha salarial?, ¿por qué existe?, ¿cómo se cuantifica?, ¿qué importancia tiene? Son cuestiones cada vez más en boga y esa visibilidad actual puede ser un hito para acabar con ella.

Hasta el siglo XIX, con la proliferación de las fábricas, las mujeres no se incorporaron masivamente al trabajo, eso sí, percibían sueldos ínfimos y en condiciones paupérrimas

La brecha salarial es la situación de desigualdad salarial entre hombres y mujeres y solo es comprensible desde la desigualdad de género, es decir, es un factor más derivado de la misma.

En la prehistoria, cuando éramos primitivos, o en todo caso más que ahora, la mujer se quedaba cuidando del hogar y el hombre salía a cazar para proveer a la familia de alimentos. Han pasado miles de años y hasta el siglo XIX, con la proliferación de las fábricas, las mujeres no se incorporaron masivamente al trabajo, eso sí, percibían sueldos ínfimos y en condiciones paupérrimas. Poco a poco, durante el primer tercio del siglo XX, fueron creándose puestos de trabajo maliciosamente idóneos para la mujer, tales como recepcionistas, secretarias, enfermeras, profesoras… y paso a paso, gracias a los movimientos feministas, se promovió la necesidad de la incorporación de la mujer en el campo educativo, y empezaron a despuntar mujeres que querían tener estudios superiores, a quienes se dio acceso a profesiones liberales. Tras la guerra civil española, 1936-1939, el papel de la mujer volvió a un periodo cercenado de libertades, donde se tenía que pedir permiso al padre, o en su caso al esposo, para salir del país, para abrir una cuenta corriente e incluso para trabajar. Asimismo, habían profesiones vetadas para las mujeres como ser jueza o notaria, y era habitual que las mujeres que de solteras trabajaban, al casarse dejaran de hacerlo. Además, se veía como un mérito dado que el esposo podía él solo proveer del bienestar económico a la familia y la esposa cuidarse del hogar, y se exaltaba socialmente el papel de excelente ama de casa y cuidadora, así como el tener un carácter dulce, dócil y sumiso. Para ello no hacía falta tener muchos estudios y en todo caso si se tenían, podían servir para encontrar marido.

Actualmente, nos encontramos con más mujeres que hombres con carreras profesionales, pero, curiosamente, los puestos de poder político y económico los ostentan los hombres.

La distinta retribución para hombres y mujeres con iguales características tanto personales como profesionales es lo que se llama discriminación directa, en que el sexo es la única diferencia que la determina. Afortunadamente, estas situaciones, aunque siguen existiendo, cada vez son menores.

La aplicación de criterios y prácticas en apariencia neutrales que dejan en desventaja a las mujeres respecto de los hombres es lo que se llama discriminación indirecta.

La desigualdad salarial viene marcada por una inserción y trayectoria laboral muy distinta entre hombres y mujeres, debido a una amplia gama de obstáculos que estas se encuentran como son el techo de cristal, roles y estereotipos asumidos e interiorizados por la sociedad y, por tanto, por las propias mujeres, que las sitúan en rango inferior al hombre en cuanto al desarrollo laboral y personal.

Vamos a analizar algunos de estos obstáculos:

CREENCIAS, ROLES Y ESTEREOTIPOS

Los roles y estereotipos empiezan a inculcarse desde la infancia con los juguetes, que ya tienen un papel segregador porque tienen unos colores determinados, fotos de niños o niñas y se refieren en masculino o femenino según se requiera (ejemplos: juegos de construcción y químicos para niños y juegos de cocinas y peluquería para niñas) en los anuncios publicitarios de los mismos, donde claramente se refieren a los roles perfectamente clasificados por los juguetes, así como en la elección de los padres de la idoneidad de juguetes y juegos que se clasifican según el sexo y en que se resaltan como cualidades de los juegos masculinos la acción y construcciones, y los femeninos con el cuidado de muñecas, juegos de peluquería, cocinas y demás lindezas orientadas a menesteres calificados de propiamente femeninos, y en promover con frases como «los niños no lloran» o «las niñas no pelean», ya que son comportamientos considerados masculinos o femeninos, a los que siempre se asigna la fortaleza y la negación de sensibilidad a los niños y se exalta la actitud comedida y dócil para las niñas. Sería imperdonable olvidarnos de los cuentos, donde se ensalza la valentía del héroe salvador y la belleza y docilidad de la heroína.

Hay actitudes que se consideran positivas en los hombres pero negativas en las mujeres. Ejemplos:

En definitiva, y a pesar de la incorporación reconocida de las mujeres en el espacio público y al trabajo remunerado, se mantiene la división sexual del trabajo y la subestimación de los roles y los valores tradicionalmente considerados femeninos.

Una educación transversal con un enfoque de igualdad, donde no se presuponga que las mujeres no pueden destacar en profesiones técnicas que requieran talento en matemáticas y física, así como una rectificación en muchos programas de TV y anuncios publicitarios que cosifican a la mujer, sin duda ayudarán a romper estas creencias y estereotipos, y que en el peor de los casos hacen a las mujeres víctimas de violencia física y psíquica.

SEGREGACIÓN HORIZONTAL

Estas creencias, roles y estereotipos se han ido traspasando a lo largo de la historia de padres a hijos y han asignado a las mujeres el papel de cuidadoras de la familia y de las personas; y a los hombres, el de líderes, dirigentes y comunicadores. Como consecuencia, nos encontramos en el mercado laboral con la segregación horizontal, es decir, las mujeres se concentran en puestos de trabajo que se caracterizan por una remuneración y un valor social inferiores y que son, en buena medida, una prolongación de las actividades que social y tradicionalmente han sido asignadas a cada sexo.

Así pues, hay trabajos que se consideran feminizados, tales como los servicios de atención y cuidado de las personas, y administrativos y que están infravalorados y, por tanto, con salarios bajos frente a trabajos de similar valor que por ser considerados masculinizados sucede exactamente lo contrario.

En Cataluña, las mujeres suponen un 77,5 % de la población ocupada en sanidad y servicios sociales, alrededor de un 70 % en las actividades culturales deportivas y otros servicios, y el 66,2 % en el comercio minorista.

Manifestación en la 6a Avenida de Nueva York
Manifestación en contra del sexismo en la Sexta Avenida de Nueva York. Fotografía de Will H. McMahan

CONCILIACIÓN DE LA VIDA LABORAL Y FAMILIAR

Es otro de los factores que incrementan la desigualdad en el ámbito laboral, dado que tradicionalmente y actualmente las mujeres son las que se dedican en mayor y muchas veces en única medida a las tareas del hogar y a la atención de los hijos o familiares dependientes, y se ven obligadas a adoptar medidas de conciliación que fomentan una menor participación laboral, tales como coger permisos, excedencias y jornadas a tiempo parcial, e interrumpen así su carrera profesional e influyen directamente en la brecha salarial, en la menor oportunidad de promoción y ocupación de puestos directivos y percepción de pensiones menores.

Las mujeres continúan incorporándose al mercado laboral en menor grado y con una tasa de actividad laboral inferior a la de los hombres, pero siguen siendo la mayoría de la población en paro.

La verdadera conciliación viene de la mano de la corresponsabilidad, donde el trabajo familiar sea equitativo para hombres y mujeres. No es baladí decir que muchos son los hombres que cada vez son más conscientes de ello, sobre todo en el cuidado de los niños. Asimismo, las custodias compartidas en los divorcios imponen un cuidado paritario, sin embargo, el horizonte aún se vislumbra lejano.

Si bien en los hombres se va viendo un cierto progreso y participación en el cuidado de los hijos, muchos de ellos debido a los divorcios que conllevan custodias compartidas, no se ve la misma progresión en el cuidado de personas mayores y son las mujeres las encargadas de realizarlas.

TRABAJO A TIEMPO PARCIAL

Si sumamos las horas de trabajo remuneradas y no remuneradas (trabajo doméstico y cuidado de la familia), resulta una jornada laboral muy larga y mayor que la de los hombres, aunque estos permanezcan más tiempo en su lugar de trabajo y las mujeres sean mayoritariamente las que tienen contratos a tiempo parcial. Según datos de ADECA (4º trimestre de 2016), siete de cada diez contratos a tiempo parcial están firmados por mujeres.

Una parte importante de la brecha salarial de género se explica por la diferente jornada laboral, pero no en su totalidad.

TECHO DE CRISTAL: SEGMENTACIÓN VERTICAL

Las mujeres, además de ser las que ostentan mayoritariamente los puestos de trabajo de menor cualificación, también tienen menor acceso a los puestos de trabajo de mayor responsabilidad y quedan infrarrepresentadas en los niveles salariales más altos. Esto se debe al llamado techo de cristal, conformado por las barreras invisibles que encuentran las mujeres a la hora de abrirse paso en su carrera profesional y promocionarse hacia puestos de mayor responsabilidad.

Un estudio realizado por Grant Thornton sobre la presencia de mujeres en la dirección empresarial denota estancamiento.

Aunque las mujeres, tal y como ya hemos mencionado, superan a los hombres con estudios universitarios, no tiene relación directa con sus ocupaciones en puestos directivos.

Un estudio realizado por la Asociación de Federaciones y Asociaciones de Empresarias del Mediterráneo (AFAEMME) sobre los beneficios de tener mujeres en puestos directivos concluye con siete beneficios para las empresas, que son los siguientes:

  • Mejor calidad de la toma de decisiones
  • Mejor gobernanza corporativa
  • Espejo del mercado
  • Mayor tasa de crecimiento
  • Mayor productividad
  • Menor toma de riesgos
  • Mayor ética y mejor reputación

 

COMPLEMENTOS SALARIALES

Los complementos salariales son uno de los componentes mayores de la brecha salarial, aunque es un componente menor en el salario.

Los complementos salariales muchas veces son concedidos bajo criterios discrecionales y en su gran mayoría favorecen en detrimento de la mujer. Asimismo, en otras ocasiones se premian aspectos como la nocturnidad, permanencia, esfuerzo físico, disponibilidad horaria… aspectos claramente «masculinizados», y no se tienen en cuenta los aspectos «feminizados» como son la precisión, resistencia y un largo etcétera.