La innovación en el mundo se juega en una liga de ciudades. Va de atraer y potenciar el talento donde mejor se pueda desarrollar. Donde mejor se pueda vivir y trabajar. Hay muchos lugares bonitos en el mundo, pero no hay tantos en los que se pueda vivir y trabajar bien. Y aún hay menos donde sea posible vivir bien y trabajar en sectores estratégicos y de alto valor añadido, como la tecnología. Unas cuantas ciudades en el mundo compiten por estar bien posicionadas en estos ránkings de ciudades tecnológicas: en Europa, en las primeras posiciones, encontramos ejemplos —y sólo es un orden alfabético— como Ámsterdam, Barcelona, Berlín, Lisboa, Londres, Madrid o París.
Precisamente, la próxima semana, Lisboa será la capital mundial del emprendimiento digital gracias al Web Summit. El epicentro del evento estará en un escenario donde hace quince días actuaron los Back Street Boys. No es casualidad: esto va de show business. El Web Summit lo organiza una empresa irlandesa, y se hacía en Dublín hasta que el gobierno portugués desplegó sus mejores armas (compitiendo con Londres, París y Berlín) para llevarse el evento a Lisboa, donde se realiza desde 2016. Ese fue el año en que el Gobierno portugués puso en marcha una ambiciosísima apuesta por la innovación que ya ha empezado a dar frutos: ahora Lisboa saca pecho porque ya es la sede de 7 unicornios.
En los próximos días oiremos hablar mucho de economía digital desde Lisboa. Durante las tres jornadas del Web Sumit, 70.000 personas de todo el mundo colapsarán el recinto y seguramente las calles empedradas de los barrios céntricos y más cool de la ciudad. Se encontrarán 2.500 periodistas, 1.200 inversores, 900 ponentes y participarán 2.300 startups. El evento tiene un presupuesto anual de 30 millones de euros, de los que 11 millones provienen directamente de presupuesto público. El Web Summit es una apuesta a largo plazo: el contrato para celebrarse en Lisboa dura hasta 2028.
La semana pasada tuve la oportunidad de hacer una prospección en el ecosistema de Portugal, de la mano de una misión organizada por la dirección general de Innovació i Emprenedoria de la Generalitat, y que ha contado con la participación de Tech Barcelona y otros agentes de innovación del país, de los ámbitos universitarios, territoriales y sectoriales. Durante cuatro días en Lisboa, Oporto y Aveiro, hemos conocido iniciativas públicas y privadas de fomento del emprendimiento, a emprendedores y nómadas digitales, proyectos de innovación, responsables municipales de smart cities, universidades, incubadoras de empresas y espacios de coworking. Tener visión global e interconexión internacional es clave para fortalecer nuestro ecosistema.
En Portugal se respiran por todas partes las buenas vibraciones de la nueva economía, y el Web Summit es la guinda del pastel. Pero de un pastel que todavía está a medio cocer.
Hablando con un grupo de inversores portugueses buenos conocedores de lo que llaman mercado ibérico, reconocen que su ecosistema va 4 o 5 años por detrás del español, en términos de madurez de los emprendedores o en capital disponible. Pero tienen mucha fe en su brillante futuro. Se dedican muchos recursos y todo va muy rápido. Los inversores, los emprendedores, las propias instituciones, hablan sobre todo de calidad de vida, de las olas que hacen las delicias de los surfistas, y de las facilidades del Gobierno para atraer talento, startups y corporaciones internacionales: reducciones fiscales, facilidad para contratar a extranjeros, visados especiales para emprendedores y nómadas digitales.
Lisboa se ha propuesto ser en tres años la mayor comunidad del mundo en scale ups, y un ejemplo es que han empezado por crear el lugar donde ponerlas. El Hub Creativo Beato es una antigua zona militar de 35.000 m² a orillas del Tajo que está siendo rehabilitada para ser un gran complejo de innovación. Son 18 edificios industriales que el Gobierno y el Ayuntamiento han puesto a disposición de empresas privadas para que los rehabiliten a cambio de no pagar alquiler durante bastantes años. Entre otros, se instalarán ahí Factory (Berlin), la cervecera Suprebock, la incubadora Startup Lisboa y un espacio de coliving. De momento todavía está todo en obras.
En todas partes nos dicen que para crear este nuevo marco mental basado en la innovación es fundamental empezar por la educación y la formación, porque Portugal no es precisamente un país con cultura emprendedora y de riesgo. También se han puesto a trabajar en ello.
Cerca de Cascais, junto a un antiguo castillo militar y a pie de playa, se acaba de estrenar el campus de la Nova University, con la Business & Economics School. Espectacular se queda corto. Una universidad privada americana de las top no tendría mejores instalaciones. Pero esta universidad es pública, aunque completamente financiada por privados (desde el Santander a los supermercados Pingo o la Haddad Foundation). “Somos un experimento”, dicen. Imparten carreras, masters y executive programs, el 65% de los estudiantes son internacionales (alemanes e italianos los que más.) En el campus todo parece perfecto, los alumnos estudiando en silencio en las mesas, un piano con pianista espontáneo en una zona de paso, la luz entra a raudales y desde todas partes se pueden contemplar las vistas a la inmensidad del océano. Realmente entran ganas de quedarse a estudiar cualquier cosa.
Al norte del país, Oporto tiene una buena universidad tecnológica, cierta industria, y el Ayuntamiento de la ciudad también está haciendo un esfuerzo por ser puntero en innovación. Se fomenta la creación de startups tecnológicas, ya sean agrotech o de blockchain para mejorar la movilidad o la relación de los ciudadanos con el sector público.
Los vientos de transformación han llegado también a Aveiro, otra pequeña ciudad costera que se ha reinventado como una smart city que quiere ser banco de pruebas de las nuevas tecnologías. Un ejemplo son las góndolas eléctricas que pasean por los canales y la ría y que quieren marcar el camino de la transformación sostenible a Venecia o Ámsterdam.
La economía de Portugal tiene una vinculación con la agricultura y el mar que inevitablemente debe traducirse en innovaciones en agrotech, economía azul y turistech, sostenibilidad y energía. Hoy por hoy, el ecosistema de Lisboa no tiene todavía una gran especialización en sectores ni en tecnologías en concreto, apenas se oye hablar de deep tech ni de biotecnología. Por el momento, la atracción de talento y proyectos internacionales tiene más que ver con el surf y los impuestos.
La economía de Portugal tiene una vinculación con la agricultura y el mar que inevitablemente debe traducirse en innovaciones en agrotech, economía azul y turistech, sostenibilidad y energía
Ya hay 7 unicornios entre las más de 2.000 startups contabilizadas en Portugal, pero desde el mismo sector tech reconocen que todavía les falta una generación de second-time entrepreneurs que reinvierta en nuevos proyectos. Con todas las estrategias que tienen en marcha, es cuestión de tiempo que el ecosistema coja suficiente masa crítica.
Todo parece perfecto en esa apuesta de transformación de modelo. Pero también hay emprendedores que se quejan de que en Portugal no hay cultura del riesgo y que las empresas no invierten, que les cuesta acceder a financiación, que les es difícil comunicarse con la Administración. También hay emprendedores escépticos, que dicen que el Web Summit no es para ellos, pero creen que en el país hace falta mucho talento y que todo lo que se haga para atraerlo es bienvenido. Empieza a haber gentrificación en los barrios céntricos de Lisboa. Y también hay voces críticas. Un alto directivo de un centro internacional de I+D en telecomunicaciones expresa su temor: “Dentro de cinco años quizá no queden empresas portuguesas. Las internacionales captan todo el talento, porque aquí les cuesta más barato, y las locales no pueden competir”.
Hay un término medio entre los fuegos artificiales que rodean la obsesión por conseguir unicornios, y el miedo de los que aún recuerdan que Portugal fue uno de los cuatro PIGS de la crisis de 2008 (los países más débiles durante la Gran Recesión: Portugal, Italia, Grecia, España). Hay un país que ha decidido enfocar su estrategia en la innovación. E involucra a los ayuntamientos, las universidades, las empresas privadas y a los fondos europeos. Y atrae al capital y al talento extranjero.
Hay un país que ha decidido enfocar su estrategia en la innovación. E involucra a los ayuntamientos, las universidades, las empresas privadas, los fondos europeos. Y atrae el capital y el talento extranjero
Portugal es un mercado muy pequeño, de 10 millones de personas, y ninguna startup nace sin tener ya una visión más allá de su propio país, sea hacia Europa, Brasil o Estados Unidos. Parece que tienen claro adónde quieren ir, y están apretando fuerte el acelerador. Ya hay quien dice que Portugal puede superar a Estonia como tigre tecnológico.
Mientras, en Barcelona, parece que empezamos a tener claro que queremos ser the place to be cuando se habla de economía digital y tecnológica en el Sur de Europa. Ya lo somos para muchas corporaciones internacionales, y tenemos una buena base de startups locales e internacionales. Tenemos una ciudad con una calidad de vida imbatible, una potente infraestructura tecnológica, universidades y centros de investigación, sectores con una potente industria (salud, turismo, comercio, logística, alimentación). Contamos con talento local e internacional y varias generaciones de emprendedores reincidentes. Tenemos cada vez más proyectos globales y de base deep tech. Tenemos un ecosistema en fase de aceleración, que está saliendo de la adolescencia y ya puede empezar a tomarle las medidas a la vida adulta.
Nos faltan algunas mejoras, a nivel burocrático y fiscal, es verdad. Pero sobre todo nos falta acabárnoslo de creer. Que se lo crea todo el mundo que debe creérselo y rememos todos en la misma dirección. No podemos dormirnos, porque en esta carrera no estamos solos, y tenemos competidores, como los portugueses, que quizás todavía están en la incubadora, pero saben muy bien lo que quieren y van muy rápido.