Ponte guapa y tápate

El cambio climático cambiará radicalmente la forma de las ciudades, que antes eran templadas y en el futuro serán cálidas o tórridas. Por ejemplo, si leéis estas líneas esperando el autobús o sentados al aire libre un día de julio, entenderéis que las calles, en nuestras latitudes, van a necesitar muchas más sombras. Un espacio público a 37 grados, por muy público que sea, estará siempre desierto. Y Barcelona tiene un espacio público muy cuidado y bastante bien diseñado en determinados sitios, pero inclemente desde mayo hasta septiembre.

La forma más verde que tenemos para crear sombras es plantar árboles, pero esto requiere de un largo recorrido hasta que las copas llegan a ser altas y frondosas. Y no todos los árboles soportan la contaminación y la sequía. Hace años que en Barcelona se van sustituyendo los viejos plátanos por almeces, tilos, árboles del amor, tipuanas, sóforas… Pero todavía hay largas explanadas de plazas duras, panots o asfalto que van acumulando la radiación dentro de su masa y la retienen hasta altas horas de la madrugada. Entonces, conceptos como la alineación de árboles en la calle (hileras o columnas vegetales) deberán doblarse para cubrir todo el espacio de la acera o de la plaza.

Habrá que prohibir los muros cortina. Aún se tramitan proyectos que colocan fachadas completamente acristaladas, sin partes opacas. Y los cristales son un invento agradecido para las vistas, pero que no ayudan a confinar el aire, porque enseguida transmiten la temperatura exterior hacia el interior. Estas fachadas que veis, que son una sola piel de vidrio, son una pesadilla de cara a climatizar el espacio interior. El vidrio puede ayudar a transmitir el calor del sol hacia las estancias en invierno, pero en verano los cristales deben protegerse con persianas, toldos o balcones, lo que supone un reto mucho más difícil para la composición o aspecto general de la fachada.

Siempre digo que Barcelona debe mirar al Magreb y a Oriente Próximo, donde la arquitectura tradicional lleva siglos trabajando con patios de luces, chimeneas de viento o fuentes para conducir las escasísimas brisas hacia el interior de las viviendas. Las medinas están llenas de calles estrechas, que se cubren con toldos en las épocas más cálidas, y las casas son blancas, para que la luz rebote y no caliente las piedras pesadas de la fachada. Y las ciudades mallorquinas también están llenas de aleros en los tejados y de balcones donde nadie sale, pero que proyectan largas sombras sobre los ventanales de las casas. Los porches, las pérgolas, o los brise-soleils son los espacios más valorados por los peatones que buscan los lugares más frescos para transitar en la ciudad.

En un clima como el nuestro, donde por suerte todavía no hace calor todo el año, diremos que las fachadas se sofistican, porque en verano las veremos muy protegidas por persianas y toldos, y en invierno lucirán espacios acristalados que dejen pasar el sol al interior de las casas. A todos los efectos, esto significa que habrá que trabajar dos imágenes bien distintas de los edificios, en verano y en invierno, y confiar en los usuarios, que al igual que se ponen bufanda en invierno para proteger la garganta, en  verano tendrán que tapar los cristales para que no calienten excesivamente el aire de casa. O vencer la tentación de abrir las ventanas por la tarde, porque por mucho calor que haga en casa, la temperatura de la calle será más tórrida. Cuando hace calor, hay que confinar el escaso aire frío que quede en casa, y eso pasa por ir trampeando la inclemencia meteorológica.

Siempre digo que Barcelona debe mirar al Magreb y Oriente Próximo, donde la arquitectura tradicional lleva siglos trabajando con patios de luces, chimeneas de viento o fuentes para conducir las escasísimas brisas hacia el interior de las viviendas

Por las noches habrá que abrirlo todo, para hacer perder al aire de la casa o de las oficinas, unas cuantas calorías. Y esto implica acostumbrarse a estar en silencio y alejar las actividades gastronómicas de las ventanas de las habitaciones a partir de determinadas horas. El conflicto del ruido en la ciudad tiene una derivada de sostenibilidad que no se puede menospreciar.

Hace mucho calor, pero poner aparatos de aire acondicionado agravará el problema a corto plazo, así que habrá que acostumbrarse a nuevas vestimentas y nuevos tipos de piel en todos los edificios urbanos. Veremos sombreros, viseras, capelinas, rejas, persianas, toldos, aleros y pérgolas para lograr unas fachadas y un espacio urbano más confortable. Barcelona, ¡ponte guapa y, en verano, tápate!