— ¿Qué estarías haciendo un viernes a esta hora si no hubieras quedado conmigo?
— Estaría ensayando o, ahora que estoy entre obra y obra, en casa, estudiando. También podría estar haciendo un vermut con alguna amiga.
— ¿Eres de vermut con amigas?
— Las veo poco y nunca tengo tiempo.
— ¿Por culpa del trabajo?
— Sí, porque tenemos unos horarios que son complicados de compatibilizar con el resto del mundo que no se dedica a esto.
— ¿Cómo lo lleva tu gente que no se dedica a la farándula?
— Están muy acostumbrados. Ya saben que, si se propone hacer un viaje, dicen: “Paula ya nos dirá más adelante si puede venir o no”. Pero te diré que estoy intentando ser cada vez menos así.
— ¿Menos cómo?
— Pues que los actores nos dejamos siempre la agenda abierta por lo que pueda entrar… Y te pierdes muchos planes.
— ¿Cómo llevas la incertidumbre laboral?
— Regular. Tengo la gran suerte y el gran privilegio de que, a medida que he ido avanzando, cada vez pasa menos tiempo entre trabajo y trabajo. Y eso quizás me da un poco más de calma, pero sí que es cierto que vives en el “nunca sabes”. Y con el dinero, por ejemplo, nunca me atrevo a hacer grandes inversiones porque pienso: “y si…”, y yo tengo que seguir pagando el alquiler, las facturas. No es fácil, porque nunca se te acaba de pasar el miedo por completo.
— ¿Tus rutinas cambian mucho cuando estás trabajando?
— Tengo que confesarte que soy un desastre con las rutinas.
— ¿Por qué?
— De entrada, ya hay algo en mi ADN que hace que las rutinas me cuesten. Soy un poco perezosa. Y también tengo un trabajo en el que cada dos o tres meses tengo unos horarios diferentes, y me cuesta mucho seguir unas pautas o ir al gimnasio. ¡Yo creo que soy accionista de la mitad de los gimnasios de Barcelona!
— ¿Qué haces cuando termina la función?
— Generalmente, vamos a tomar algo. Salimos tarde y necesito desconectar un rato, porque si me acuesto con la adrenalina muy disparada, no me duermo.
— ¿Vais todo el reparto?
— Con los del musical, quizás menos. Yo que vengo del teatro de texto me doy cuenta de que todos los de texto somos más de la tomar algo después de la función. Y los del musical son gente más disciplinada.
— Has sido la protagonista de Ànima, tres horas de espectáculo en los que cantabas más de 20 canciones. ¿Has sufrido?
— A distintos niveles. A nivel vocal tengo que decirte que me he cuidado mucho y he intentado portarme bien. Yo antes fumaba y ahora lo hago muy de vez en cuando.
“Siempre tengo algo de síndrome de la impostora cuando empiezo un proyecto nuevo”
— ¿Has dejado de fumar por Ànima?
— A ver, ¡ya tocaba, eh! Hacía tiempo que me decía que tenía que dejarlo, porque ya tengo 34 años. Pero me dije: “Quiero cantar, y quiero que mi instrumento funcione”. Me he ido cuidando, pero he sufrido los días en que mi voz no estaba bien, aunque después acababa sonando. Y también he sufrido mucho el síndrome de la impostora.
— ¿Por qué?
— Porque, aunque yo me formé como actriz de teatro musical, después fui al Institut del Teatre y estudié teatro de texto. Tampoco había hecho nunca un musical como tal y, aunque me sentí muy arropada por los compañeros, muchas veces me preguntaba: “¿Qué hago yo aquí?”.
— ¿Un poco como si pidieras perdón?
— Un poco. ¡Pero fue cosa mía, eh! Este musical ha sido un traje hecho a medida.
— ¿Qué te hacía pensar que no estabas preparada para esto?
— ¡Hostia, pues que hay gente muy talentosa! Y aunque me puse a hacer clases de canto como una loca y a ir al gimnasio para fortalecer el cuerpo, en el teatro de texto tengo la seguridad de saber lo que estoy haciendo, pero a la hora de cantar, tenía el culo más apretado.
— Pero tú eres cantante.
— Sí, pero nunca había hecho un musical como tal, y de repente: Teatre Nacional, Sala Gran, 800 o 900 personas cada día, y pasa un poco lo de: “¿Yo sabré hacerlo?”. Siempre tengo algo del síndrome de la impostora cuando empiezo un proyecto nuevo.
— Nos pasa siempre a las mujeres.
— Y no sé por qué. Supongo que siempre hay esa cosa que parece que te estén haciendo un favor por darte un trabajo y, al final, todas estamos donde estamos porque nos lo hemos currado mucho, más seguramente que un tío, porque tenemos las puertas más cerradas.
“En una ovación, te sientes muy viva, y me emociona mucho ver a la gente emocionada”
— ¿Quién te ofreció ser la protagonista de Ànima?
— Oriol Burés, el creador y director del espectáculo. Ya hacía años que tenía en mente hacer un musical, y siempre me decía que quería que yo lo protagonizara. Es un tío muy talentoso, pero yo pensaba: “Vete a saber dónde irá a parar esta idea”. Y al final ha ido a parar a la Sala Gran del Teatre Nacional cinco años después.
— ¿Qué se siente cuando un teatro con 900 personas te ovaciona?
— Te sientes muy viva, y me emociona mucho ver a la gente emocionada. Se produce como una especie de comunión, algo del síndrome de Stendhal, de “¡qué bonita es la vida” o “¡qué bonito es estar vivo!”. No tanto por la ovación, sino porque ves que la gente está emocionada con lo que les has dejado ahí de la mejor manera que has podido ese día.
— ¿Eres de emocionarte en la vida?
— Soy una persona bastante optimista y vital, y me emociono, pero también tengo mis momentos.
— Siempre te veo con esa sonrisa tan viva en la cara. Cuesta imaginarte de mal humor.
— Lo he trabajado mucho con la psicóloga, porque siempre he tenido mucho miedo al conflicto, y uno de mis grandes aprendizajes ha sido empezar a poner límites. Me cuesta enfadarme, y tienes que apretarme mucho para que me enfade, pero cuando me enfado, me dura, porque quiere decir que me has llevado muy al límite.
— ¿Siempre has tenido miedo al conflicto?
— Siempre. Soy libra, y los libra somos gente muy dubitativa. Durante toda la adolescencia y después en la veintena, la típica época en la que escondes muchas cosas debajo de la alfombra y al final dices: “¿Qué hago ahora con toda esta montaña de mierda? ¿Cómo empiezo a poner límites?”. Y creo que lo he hecho bastante bien, cada vez mejor.
— ¿La decisión de trabajártelo con un terapeuta fue tuya, o alguien te lo recomendó?
— Llevo muchos años yendo al psicólogo. Creo mucho en ellos. Mis padres se separaron cuando tenía 18 años y fui yo quien le dijo a mi madre: “Quiero ir al psicólogo”.
— ¿Qué dijo ella?
— Dijo: “Pero ¿qué está pasando, estás mal?” (pone cara de sorpresa). Y le dije que la situación en casa era bastante convulsa en ese momento y que quería probarlo. También tenía amigas que iban. He probado diferentes tipos de terapia, soy muy fan. Voy y vuelvo en función de las necesidades.
— ¿Tienes hermanos?
— Tengo un hermano cuatro años menor, Aleix.
— ¿Alguien en casa se dedicaba al mundo de la interpretación?
— No. Mi madre es mujer de la limpieza y mi padre ha tenido muchos trabajos diferentes: ha hecho de camionero, conserje, panadero, camarero. Ahora ya está jubilado. Mi abuela sí que estuvo a punto de entrar en la compañía del Romea, pero mi abuelo le dijo: “Señora… no, o el teatro o yo”. Era otra época, te estoy hablando de los años 50. Pero estuvo mucho tiempo haciendo teatro amateur en el centro católico de Sants.
“Una de las cosas más bonitas que mis padres nos enseñaron a mí y a mi hermano fue que es muy importante que lo que hiciéramos, nos gustara”
— ¿Te ha visto actuar?
— Yo a ella, sí, pero ella a mí, no, porque tiene un Alzheimer muy heavy, es muy duro.
— ¿Y tus padres, qué dicen?
— Están muy orgullosos. ¡Son muy monos! Mi madre siempre viene tres o cuatro veces a verme. A mí me hace mucha ilusión, pero me sabe mal porque pienso: “Ay pobre”, ¡aunque viene encantada!
— ¿Fuiste una buena estudiante?
— Sí, por dedicación, no porque fuera una lumbrera. Le dedicaba muchas horas y tengo buena memoria. Era rápida aprendiéndome los temarios.
— Te matriculaste en la Facultad de Periodismo.
— Sí, porque la parte social y humana me interesa mucho, pero nunca llegué a ir.
— Vaya…
— El periodismo siempre me ha parecido un trabajo muy bonito, pero yo ya empezaba a hacer extraescolares de teatro musical y me gustaba mucho. Llegó un momento que dije: “Pues quizás tengo que probarlo, y si me meto la gran hostia siempre puedo volver y hacer Periodismo”.
— No te cierras puertas.
— A menudo se dice que lo de hacer de actriz es muy vocacional, y que no nos imaginamos haciendo otra cosa, pero yo podría ser feliz siendo, por ejemplo, periodista de viajes.
— Nunca es tarde.
— ¿Te imaginas?
— ¿Y en casa cómo se tomaron ese cambio?
— Muy bien. ¿Sabes por qué? Porque son personas a las que nunca les ha gustado su trabajo, y una de las cosas más bonitas que nos han enseñado a mí y a mi hermano es que es muy importante que lo que hiciéramos, nos gustara.
— Sabio consejo.
— Sí, porque al final, cuando eres mayor, te das cuenta de que pasas muchas horas de tu vida dedicado a tu trabajo, y si no te gusta, debe de ser una putada. Te puede hacer muy infeliz.
— ¿Miras los trabajos en los que apareces?
— Muy poco, la verdad es que lo llevo muy mal. El primer visionado suele ser siempre en grupo y lo paso fatal. Y mira que lo hacen con toda la buena intención del mundo: “Quedamos todos para ver la serie, ¡va!” y pienso: “¡Yo no quiero!”. A mí me gusta más hacer primero un visionado yo sola, tener una opinión de lo que pienso, si me gusta o no me gusta, qué podría haber hecho mejor, y después, si acaso, ya lo veré con alguien. Porque, si el primer visionado lo hago contigo, estaré mirando la serie a través de ti, y mi opinión se desdibuja mucho. Después, ya no vuelvo a verlo nunca más.
— Tu pareja es el director de cine Dani de la Orden. ¿Le preguntas qué piensa, o mejor no saberlo?
— Sí, porque Dani y yo tenemos mucha confianza y creo mucho en su criterio. Hemos trabajado juntos, y me conoce muy bien. Pero a veces también le digo: “¡Vale, hasta aquí! No quiero saber más”, porque depende mucho del momento, del proceso en el que esté. Para mí, cambia mucho si pides la opinión una vez has acabado de rodar, o mientras estás rodando. Es como las críticas.
“A Dani le pregunto mucho, porque es una persona muy sincera, para bien y para mal”
— ¿Las lees?
— Intento leerlas siempre todas, pero cuando ya he terminado las funciones, porque me afectan mucho.
— Cuándo tienes que tomar alguna decisión importante, ¿te gusta compartirlo con alguien, o eres más de hablarlo con la almohada?
— A Dani le pregunto mucho, porque es una persona muy sincera, para bien y para mal. También lo hablo con mi madre, lo que pasa es que ella es muy conservadora y no quiere que sufra, y después con Marta Albert, que es una de mis mejores amigas y me conoce muy bien.
— ¿Eres impulsiva, o piensas mucho las cosas?
— Soy muy indecisa. Equivocarme me da mucho miedo. Pero con cosas muy absurdas, eh, como por ejemplo a la hora de pedir comida para llevar. Pero con las decisiones importantes, voy a tope, como cambios de pisos, de pareja, de lo que sea. Me ha costado tanto tomarla, que entonces es bastante inamovible.
— ¿Cómo llevas que la gente que te conoce vea escenas de sexo en las que apareces?
— Una vez viví un momento bastante incómodo. Fue en la segunda temporada de Valeria, y recuerdo que mi madre me dijo: “¡Ven y veremos el capítulo juntas!” Y no pensé que hubiera una escena de sexo bastante comprometida. De repente me encontré allí, con mi madre y mi hermano viendo una escena mía de sexo, y los tres en silencio. Fue un momento bastante incómodo.
“Creo que doy la imagen de ser una persona muy organizada y tranquila, pero soy todo lo contrario”
— ¿Recuerdas tu primer casting?
— Uno de los primeros debió de ser para la serie Cites. También había hecho alguno para el musical Aloma. Los recuerdo con muchos nervios. Como ocurre ahora. Siempre es un momento un poco horroroso.
— ¿Cómo te afecta que no te seleccionen?
— Para mí es muy importante que, cuando salgo de la audición, tenga la sensación de que estoy contenta con el trabajo que he hecho. Cuando no ocurre, es más difícil de gestionar, aunque intento tomármelo de la forma menos personal posible. También, cuanto más cerca estás de conseguirlo, más daño te hace el no.
— ¿Qué no imagina la gente de ti?
— Creo que doy la imagen de ser una persona muy organizada y tranquila, pero soy todo lo contrario, muy desorganizada e inquieta por dentro. En cosas de trabajo, no, porque lo cuido mucho, pero con el resto de las cosas, sí, y mis amigos ya lo saben.
— ¿Qué saben?
— Que puedo tardar días en contestar a un Whatsapp.
— A mí eso me pone muy nerviosa, sobre todo si sé que lo han leído.
— Creo que tengo unos 5.000 correos por leer (coge el móvil y me lo enseña). ¡Mira, 5.600! Será esto que te decía de que soy poco organizada. ¡Y 78 Whatsapps!
— ¿De quién es el último Whatsapp que ha recibido?
— El último mensaje es del chat de Papa Noel de mi familia, para hacer al amigo invisible. Están mirando quién quiere participar y quién no.
“Mis tocs son una forma de gestionar los miedos que me da seguridad”
— ¿Qué viaje no volverías a hacer?
— Es que me lo paso siempre muy bien. Pero quizás te diría Marruecos, no porque no me gustara, sino porque tuvimos muchos problemas con el hotel, y porque todo salía mal. Creo que es bueno ir con alguien que ya haya estado antes.
— ¿Y cuál te gustaría repetir?
— Japón me gustó mucho, y México también. Ahora tengo pendiente ir a Tailandia, porque he querido ir tres veces y, por una cosa u otra, no he podido. Una por trabajo, otra porque mi madre se puso enferma. Y eso que tengo toda la ruta hecha.
— ¿Cómo gestionas los miedos? ¿Tienes algún método?
— No. Tengo un poco de TOC y, aunque los tocs van cambiando, al final son una forma de gestionar los miedos que me da seguridad. Cuando tengo función en el teatro, por ejemplo, hay algunos rituales que se mantienen. En el camerino siempre dejo la ropa muy bien colocada. ¡No puede estar arrugada!
— Y si estuviera arrugada, ¿qué pasaría?
— No lo sé. Me caeré en el escenario, me quedaré en blanco, la Tercera Guerra Mundial… Puede ocurrir cualquier cosa. También entro siempre al escenario con el pie derecho y hago tres respiraciones rápidas antes de salir. Pero una vez estoy arriba, se termina toda la historia. Por suerte, he blindado mucho todo esto porque, si no, te puede joder la vida como actriz.
— ¿Eres hipocondríaca?
— Mucho. Lo he sido siempre, y la verdad es que va muy bien tener un hermano médico. Soy muy pesada, porque me paso el día llamándole. También busco en Internet miles de veces cosas como: “Cáncer de pulmón primeros síntomas”. Mi padre tuvo un aneurisma y a la mínima que tengo dolor de cabeza…
— Tú y yo podemos darnos la mano.
— Ahora te contaré algo que sabe muy poca gente. Mi abuela siempre compraba el Pronto y recuerdo haber leído de pequeña, en una de las secciones de salud, que si estás a punto de tener un aneurisma, debes intentar levantar los brazos, sacar la lengua y sonreír. Si puedes hacerlo, no es un derrame. Y yo ya puedo estar en un vagón de metro lleno de gente que, si de repente tengo migraña, ¡me pongo a levantar los brazos y comprobar si puedo hacerlo! Esto me da calma.
— ¿Qué relación tienes ahora con The Mamzelles?
— Nos vamos viendo. Con Bárbara quizás más, porque su pareja es muy amiga de Dani, y con Paula (Rigoberta Bandini) también quedamos para ponernos al día.
“Gracias a la campaña Envàs, on vas la gente venía a nuestros conciertos y se sabía nuestras canciones”
— ¿Dónde os conocisteis?
— En la escuela Eòlia, con 16 y 18 años, cuando empezamos a estudiar teatro musical. Luego también fuimos juntas al Institut del Teatre, y allí nació The Mamzelles.
— ¿Te molesta que todavía te preguntemos por la campaña de reciclaje Envàs, on vas?
— No, en realidad, para nosotras fue una campaña muy buena, porque gracias a esto la gente venía a nuestros conciertos y se sabía nuestras canciones. De hecho, esta campaña no la íbamos a hacer, pero necesitábamos dinero para pagar una escenografía en el Lliure.
— ¿Por qué no continuaron The Mamzelles?
— Porque cada una empezó a trabajar por separado y nos costaba mucho volver a reunirnos para hacer un tercer disco. Decidimos parar. También creo que nos fue muy bien. Piensa que estuvimos juntas desde los 16 años hasta los 26, las 24 horas del día.
“No era consciente del boom que podría significar Valeria”
— ¿Dónde pasas más desapercibida, en Barcelona o en Madrid?
— Te diría que más o menos por igual. De hecho, puedo hacer una vida absolutamente normal, y quizás de repente alguien me dice: “Ostras, tú eres la de Valeria”. Sobre todo, en Madrid, porque aquí me conocen más cómo la Paula que hace teatro.
— El éxito de la serie Valeria ha sido espectacular. ¿Lo esperabais?
— Yo no conocía los libros y no era consciente del boom que podría significar o que podría verla tanta gente en tantos lugares. Acabo de venir de Venecia de pasar unos días con un amigo, y nos invitaron a un Aperol porque el camarero había visto la serie.
— ¿Qué música te gusta escuchar?
— ¡Escucho de todo! Tengo un Spotify bastante ecléctico. Ahora mismo estoy muy enganchada a los Tiny Desk, aunque se aparta un poco de lo que yo suelo escuchar.
— No sé qué son los Tiny Desk…
— ¿No? Pues hay uno de Paco Amoroso y Ca7riel, dos chicos argentinos muy buenos, que me encanta. (Son conciertos en pequeño formato que se emiten a través del canal de Youtube de la radio pública estadounidense).
— Si pudieras elegir, ¿qué musical te gustaría hacer?
— ¡Hay muchos! Sweeney Todd, Rent, Hadestown, que ahora se está representando en Broadway…
“En la vida no soy tan competitiva como en los juegos; si no, te puedes pegar una buena castaña”
— ¿Qué te gusta hacer cuando no tienes nada que hacer?
— Me gusta mucho leer, en mi pisito, con el sol entrando. Y paseo mucho mientras escucho música. Por ejemplo, para venir aquí he venido desde Sant Antoni andando y escuchando música, porque me relaja mucho. También me gusta quedar con amigos.
— ¿Tienes alguna afición que no conozcamos?
— Me gustan mucho los juegos de mesa y soy muy competitiva. Me molesta mucho la gente que hace trampas, y ya tengo detectado con qué amigos puedo jugar, y con los que no.
— ¿En qué sentido?
— Lo noto enseguida, cuando leo las instrucciones y la gente no está atenta. ¡Para mí es como un ritual y pido silencio! Por suerte, tengo amigos que se lo toman tan a pecho como yo, y es muy divertido cuando quedamos para jugar.
— ¿A qué jugáis?
— Pues ahora estamos mucho con 7Wonders, y también con Catan.
— ¿En la vida también eres tan competitiva como con los juegos de mesa?
— Por suerte, en la vida, no. Porque, si no, te puedes pegar una buena castaña. Con el trabajo que tengo yo, cuanto menos competitivo seas, mejor. Es un trabajo muy de equipo que a veces va mucho más de relajarte y dejarte llevar que de empujar. Después, cada uno tiene la ambición que tiene, y quiere llegar a donde quiere llegar. Pero ser competitiva siendo actriz no me parece buena idea. Pero ¡en los juegos de mesa, me gusta ganar!
— En casa, ¿mejor plantas o perro?
— Plantas, porque no me atrevo a tener un perro. Tengo un piso muy pequeño y nunca estoy en casa. Y, en cuanto a las plantas, estoy mejorando. Antes se me morían todas.
— ¿Cuándo volveremos a verte en el teatro?
— Ahora estoy empezando a estudiar L’aranya, que es un texto de Àngel Guimerà que no conocía y que dirigirá Jordi Prat i Coll en la Sala Gran del TNC.
— ¿Cantarás?
— Es texto, pero canto una canción. No 22, como en Ànima.
— ¿Con quién te tomarías un Bitter Kas?
— Si pudiera, con mi abuela. Para ella, era sagrado tomarse cada domingo un Bitter Kas con unas Lay’s 3D’s.