Manoel de Oliveira
Una de las imágenes que se pueden ver en la muestra de la Filmoteca. © Colección Manoel de Oliveira, Casa do Cinema Manoel de Oliveira - Fundação de Serralves

Manoel de Oliveira: el fotógrafo, no el director

La Filmoteca rinde homenaje al colosal director portugués con una exposición de sus fotografías, muchas de ellas, inéditas

Manoel de Oliveira (Oporto, 11 de diciembre de 1908 – 2 de abril de 2015) fue uno de los directores más importantes de la cinematografía europea y el más popular, prolífico y laureado de Portugal. De origen acomodado, estuvo influenciado, ya desde el cine mudo, por nombres como Eisenstein, Dreyer, Ford, Rossellini o Tati. Interesado en el devenir y costumbres de la clase alta y la aristocracia portuguesa, con la que su familia mantuvo un contacto estrecho, desarrolla su cine como un contraste entre los sinsabores de los ricos y el sufrimiento evidente de las clases bajas. Estrato social, que, en ocasiones, llega a situar en sus filmes, como mero convidado de piedra.

Sus películas, una mezcla entre naturalismo y neorealismo, con altas dosis de expresionismo, están salpicadas de sátira social y contienen una personalísima y sutil sorna. Destacan Francisca (1981), Le Soulier de Satin (1985) o Os Canibais (1988), en lo que podría llamarse su época dorada. El longevo director, vivió hasta los 106 años, siendo el único que pudo estrenar un film pasados los 100 años, en concreto, cuatro: Singularidades de uma rapariga loira (2009), O Estranho Caso de Angélica (2010), O gebo e a sombra (2012) y O velho do restelo (2014).

A ocho años de su fallecimiento, la Filmoteca expone más de 100 fotografías realizadas entre finales de los años 30 y mediados de los 50. Provenientes del archivo personal del director, la mayoría son completamente inéditas. Ésta faceta del portugués, para muchos desconocida, descubre una nueva perspectiva sobre su obra como cineasta.

Sus instantáneas, establecen un claro diálogo entre el pictoralismo, el constructivismo y la estética experimental de la Bauhaus, a medio camino entre la composición clásica y la modernidad de sus primeras películas.

El interés del director por la imagen fija es debido a la figura de Antonio Mendes, fotógrafo de la Asociación Portuguesa de Fotografía y miembro de los Salones Internacionales de Arte Fotográfico. Mendes fue el director de fotografía de los cinco primeros títulos de Oliveira como realizador entre los que destacan: Douro, fuina fluvial (1929-30) y Aniki Bóbó (1942), ambas, en blanco y negro.

Manoel de Oliveira asumió la dirección fotográfica de sus filmes después de unas prácticas que realizó en la sede de AGFA en Leverkusen (Alemania) el setiembre de 1955. Allí, aprendió el uso del color, hecho que lo acabó de decidir hasta que volvió a ceder esa responsabilidad después de O pasado e o presente (1972), título que marcó un punto de inflexión en la filmografía del director.

El interés por la fotografía del portugués coincide con el período en el que la censura del país impidió que dirigiese sus propios guiones. Cabe recordar, la defensa que Manoel de Oliveira profesó por el régimen de Salazar después de ser exiliado por la República, y vivir unos pocos años de niño junto a su hermano en La Guardia (Galicia).

Manoel de Oliveira
Autorretrato de Manoel de Oliveira. © Colección Manoel de Oliveira, Casa do Cinema Manoel de Oliveira – Fundação de Serralves

Las instantáneas que encontramos en la muestra contienen distintas temáticas recurrentes para el director. Las fotos de la vendimia inspirarían luego Gigantes do douro (1934-35); las de tema circense, O saltimbanco (1944); los retratos funerarios de una joven muerta inspirarían el film O Estranho Caso de Angélica, pensado entre 1952 y1954, pero que tardaría más de cincuenta años en poder llevar a cabo. Las fotos de aviación (1937-38) se relacionan con un documental inédito sobre el Aeroclube do Porto, donde Oliveira fue un de sus primeros alumnos. El portugués, también, fue un reconocido aficionado al automovilismo.

De su fotografía podríamos decir que, influenciada por los movimientos estéticos contemporáneos, se significa con un fin artístico. La cámara, pues, se torna un instrumento de búsqueda y experimentación. En ojos de Oliveira, la fotografía cuestiona el lenguaje visual y lo construye con total afinidad con su cine. El marcado eclecticismo de la exposición, expresa una evidente voluntad de experimentar aquello que la imagen en movimiento no ha podido captar con claridad.

Nos movemos siempre entre las recreaciones costumbristas y las naturalezas muertas, y la fotografía directa, sin preparación, que podemos clasificar en el realismo social o el realismo poético.

Destacan manipulaciones del positivo que suavizan paisajes, entornos, así como el realce de una cierta carga simbólica, bucólica, si se quiere, que generan tensión con las formas, el brillo y el marcado contraste. Tonalidades sepia, reencuadres, sobreimpresiones y el uso de tintas definen este proceso más experimental.

Los retratos son una forma de autoreferenciarse. A él y a su trabajo como director de cine. Encontramos reflejos, la fotografía y el hecho de fotografiar como tema de referencia. Aparece también su esposa, Maria Isabel, protagonista de algunas de las instantáneas.

Manoel de Oliveira
Retrato de Maria Isabel Carvalhais. © Casa do Cinema Manoel de Oliveira – Fundação de Serralves

La muerte como tema recurrente del director. Desde O passado e o presente, es el trágico desenlace de la mayoría de sus películas, en especial el de la Tetralogía de los amores frustrados. La muerte siempre como elemento crucial de la imagen fija. En palabras del fotógrafo Gabriel Orozco, recogidas en el imprescindible Contra el tiempo (Anagrama) de Luciano Concheiro: “La fotografía mata, diseca. Aparenta poesía, es casi cine, casi pintura. Es medicina. Suero. La peor de las ilusiones, legitimada por nuestra ceguera y nuestra ansia posesiva. La fotografía no es un arte. Es un arte caminar y saber ver lo que sucede. Vemos lo que sucede, no las fotos (…) Caminar y observar; la fotografía es sólo el registro de ese arte, el arte de la presencia. Caminar, ver y presentarse”. En el caso de Oliveira, el disparador de la vida y la muerte del director y su película maldita de 2010 sobre la joven muerta. En esta linea, encontramos imágenes de árboles muertos, secos. Tumbas. Puertas. Ventanas que se abren a la oscuridad.

Hay una marcada desnaturalización de las obras en relación a la constante, en muchos casos, de su cine. De algún modo, Manoel de Oliveira, las quiere separar de su estilo visual en movimiento, dotándolas de un estatus de imágenes únicas.

Las obras expuestas son un testimonio novedoso e importante dentro de la historia de la fotografía portuguesa. Muestran tiempo y espacio, quietud y movimiento, narración y presentación, documentación y representación, desdibujando por completo (o redibujando) la línea entre el Oliveira director y el fotógrafo. La muestra se podrá visitar hasta el 19 de marzo de 2023 y está comisionada por António Prieto.

Manoel de Oliveira
Las obras muestran tiempo y espacio, quietud y movimiento, narración y presentación, documentación y representación. © Col·lecció Manoel de Oliveira, Casa do Cinema Manoel de Oliveira – Fundação de Serralves