Lidia Sobrino
La cantante Lidia Sobrino, una de las tres voces femeninas de la banda barcelonesa The Sparkles.
EL BAR DEL POST

Lidia Sobrino: Con el cariño siempre por delante

No lo ha tenido fácil, pero lo ha afrontado siempre todo con la que, posiblemente, sea la sonrisa más solar del entramado musical barcelonés. “La música siempre está ahí, y me ha ayudado desde pequeña a sobrellevar situaciones con las que en mi familia hemos tenido que lidiar como hemos podido, eso sí, con el cariño siempre por delante”.

La cantante Lidia Sobrino se toma un San Francisco a pie de barra y no esconde su orgullo por una familia donde la música siempre estuvo presente junto con ese gran cariño insobornable. “Gracias a mis padres soy quien soy. Me han transmitido, sin ellos saberlo, valores muy profundos como el respeto, la tolerancia, la bondad… entre muchos otros”. Su expresión se enturbia al recordar a su padre, al que perdió hace poco: “Le estaré eternamente agradecida por muchas cosas que él ni se imagina que me ha dado, lo echo en falta. Él luchó durante muchos años contra una esquizofrenia que le impedía ser libre, pero su nobleza, su coraje y todo su amor me han llenado como hija”.

Involucrada desde los 15 años en proyectos musicales, con los Ascetics “descubrí mi pasión por las armonías y el doowop”. Un amor que se refleja en el que es su actual singladura, The Sparkles, banda vocal que evoca el sonido de grupos de chicas de finales de los 50 y que nace en 2009 por obra y gracia de Eddie Peregrín, “aún recuerdo lo contenta que me puse cuando me llamó y me invitó a formar parte del grupo. No me lo pensé ni un segundo y siempre le estaré agradecida”.

The Sparkles
Lidia Sobrino con The Sparkles.

The Sparkles han pasado por muchas etapas “todas de ellas muy especiales”, tras el parón motivado por la pandemia, ahora vuelven al ruedo con fuerza con actuaciones en salas como Jamboree o la reciente visita al festival Doowop Fever. “Tenemos muchas ganas de disfrutar de este retorno y también de poder mostrar nuestro último trabajo que salió en 2018, Songs the girls taught us (publicado por el coleccionista barcelonés Enrique Escartín), un CD dedicado a todas esas mujeres que nos han dejado un gran legado musical”.

Todo esto coincide con un momento vital muy especial: la maternidad de Lidia Sobrino. “Hace pocos años que soy madre y, aunque creo que no por ser mujer has de ser madre, me siento muy afortunada de poder crecer junto a mí a mi hijo. Para mí ha sido un gran regalo y me ha cambiado la manera de ver la vida… ¡Aunque parezca un tópico!”. Sonríe con su particular mezcla de timidez, extraversión y atrevimiento que, confiesa, “llega a ser cómica en muchos momentos de mi vida”.

Escala vital en Ámsterdam

Hubo un momento en la vida de Lidia, mientras cursaba magisterio musical, en que sintió la necesidad de oxigenarse y decidió ir a Ámsterdam. “Con un billete de ida y dinero para mantenerme un mes o dos como mucho, inicié una gran aventura hacia lo desconocido. Solo fue un año y medio, pero fue un momento crucial para mí. En ese viaje, además de encontrarme con grandes personas con las que aún hoy tengo contacto, me encontré conmigo misma. Descubrí mi fuerza interior y que podía abrirme camino y decidir hacia adónde quería ir”. Con ese fuelle, terminó sus estudios.

Pero luego llegó el momento de solicitar una beca Erasmus en Países Bajos para hacer las prácticas. “La primera vez me lo denegaron porque mis notas no eran para echar cohetes. De pequeña no pude estudiar lenguaje musical por motivos económicos e inicié los estudios con 18 años, cuando me los pude costear con mi trabajo. Tuve que esforzarme mucho trabajando y estudiando lenguaje y cursando la universidad a la vez, pero era lo que quería y sabía qué podía hacer. En la entrevista para la beca, la persona que se encargaba de concederla destacó que mis estudios en el Taller de Músics no eran tan serios como los de un conservatorio y que, quizá, me había equivocado de especialidad. Me recomendó cambiar a otra cosa”.

“Con un billete de ida y dinero para mantenerme un mes o dos como mucho, inicié una gran aventura hacia lo desconocido. Solo fue un año y medio, pero fue un momento crucial para mí”

La cantante no esconde lo mucho que aquellas palabras le dolieron, “pero decidí no escucharlas. Volví a presentar mi solicitud al año siguiente, con buenas notas en lenguaje musical y con conocimiento básico de neerlandés. La misma persona que me había denegado la beca, la aceptó y me felicitó. Nunca has de escuchar las voces que te dicen que no puedes, a menos que sea para darte impulso. Hemos de lidiar con esos pensamientos y transformarlos”.

Como reflejo —o consecuencia— de su innata generosidad, Lidia trabaja en educación primaria impartiendo clases de música. “Disfruto de mi trabajo y descubro cosas con mis alumnos. Pienso que se debería dar más importancia a la música en las aulas y aunque se habla de su importancia en el desarrollo integral de la persona, su universalidad y transversalidad, a la hora de la verdad no se le da el espacio o importancia que debería”, reivindica. “Parece un lujo que hoy en día alguien tenga acceso a estudios musicales y la música debería estar al alcance de todos, como decía Gianni Rodari, no para que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo”.

Lidia Sobrino
Lidia Sobrino da clases de música en una escuela.

Las dos caras de una moneda urbana

De padre barcelonés y madre soriana, criada en el Poble Sec y vecina diversos barrios durante muchos años, la artista Lidia Sobrino se define como muy urbanita aun viviendo, ahora mismo, en un pueblo a las afueras. “Para mí, la vida en la ciudad y en el pueblo representan dos caras de una moneda que forman un completo”, destaca, considerándose afortunada por ello.

“Para mí, la vida en la ciudad y en el pueblo representan dos caras de una moneda que forman un completo”

“Barcelona me cautiva, tiene sus recovecos que siempre sorprenden, su diversidad cultural, su colorido. Me gusta su oferta para todos los gustos, su cara al mar… Recuerdo cuando era más joven para mí la ciudad era muy grande, fue cuando viajé que pensé ¡qué pequeñita! Y, a la vez, sentí cierto alivio porque podía recorrerla fácilmente. ¡Mi medida ideal!”, afirma, antes de lamentar el hecho de “ver las calles sucias, llenas de desperdicios”, de una Barcelona con cuyo cuidado “nos tenemos que concienciar todos”. Tampoco le gusta “la pérdida de identidad, la masificación. Todo ello cada vez se hace más presente. Agradezco las personas que se resisten a esta inercia, son como lucecitas de esperanza”.

—Aquí en el Bar no hemos perdido ni un ápice de nuestro carácter y estamos dispuestos a demostrártelo a través de nuestra oferta culinaria. Hay de todo: menú, carta, tapas… ¿Te animas?

Rematando su cóctel, Lidia Sobrino se lo piensa un instante, antes de determinar: “Pues que sea un menú, con muchas opciones a elegir”. Después, un breve silencio antes de rematar: “Y que de postre haya coulant de chocolate, ¿eh?”, esgrimiendo, de nuevo, la sonrisa más solar del entramado musical barcelonés.

 Lidia Sobrino
Lidia Sobrino en el estudio.