La obra Portar un llum forma parte de la instalación Ab Intra, de Quico Estevill.

Latidos de arte en Tecla Sala

Vale la pena visitar el espacio Tecla Sala para ver Our Garden needs its flowers, una exposición que reúne lo mejor de la actual efervescencia artística de L'Hospitalet de Llobregat

Los barceloneses somos una raza con tendencia ditirámbica que se llena la boca a cerca de la riqueza cultural del Área Metropolitana y sobre la necesidad de ampliar horizontes y actividad artística del centro a la periferia pero que, a la hora de la verdad, nos mostramos terriblemente perezosos a la hora de visitar exposiciones, conciertos o propuestas de danza que se alejen de la frontera geográfica del CCCB, el Palau de la Música o el Mercat de les Flors. Barcelona será grande si ensanchamos nuestra mirada y movemos las nalgas para caminar, y ello viene ciertamente al caso para espabilarse y visitar la magnífica exposición Our garden needs its flowers. Flujos y narrativas artísticas en el Distrito Cultural de L’Hospitalet en Tecla Sala, una muestra viva y rica del trabajo de los artistas que han huido de la gentrificación y el encarecimiento de la vida en el centro de Barcelona, instalando estudio y actividad creativa en el margen izquierdo del río Llobregat.

El éxodo de más de 300 artistas a L’Hospitalet desde 2015 no es casual: según datos del portal habitatge.gencat.cat, el alquiler medio de un piso en Barcelona sigue anclado en los escasamente asequibles 964,81 euros de media, mientras el L’Hospitalet presenta la cifra más humana de 702,84 euros. En paralelo, el tejido demográfico de nuestro particular Queens es de una esperanzadora riqueza: se mantiene como una de las zonas con más densidad de población de Europa (21.364,76hab / km²) y en los últimos veinte años, dice Idescat, ha pasado de tener un 2,44% a un 22,77% de población recién llegada, un 1,19% más que la ciudad de Barcelona. Diría que todo esto contagia el enorme espacio inferior de Tecla Sala de una gran riqueza de géneros, mucha obra y un aparente caos selvático que desaparece enseguida si atendemos las desveladas explicaciones de los comisarios David Armengol y Albert Mercadé que centran tanta arborescencia.

Los latidos sonoros y la vibración constante que llenan la sala se anticipan de antemano cuando bajamos la rampa del equipamiento y nos sorprende Fluorescent Markov Beat (2019) del suizo Oscar Martín, instalación lumínica que experimenta con el techno para ambientarnos en uno de los ejes temáticos más interesantes de la exposición: el acto reflejo de respirar. Por deformación profesional sonora, me ha interesado muchísimo el trabajo de la jovencísima granadina Laura Lanelli en la obra Palpitar Palpar (que ya habíamos visto en el imprescindible festival Mixtur en 2020) y que ahora la artista y performer ha solidificado en ocho diferentes dispositivos materiales y escultóricos de una riqueza sorprendente en las que dispara su propia voz en textos de diferentes lenguas: esta es una obra sutilísima, sensacional y es una lástima que el entorno no sea el más propicio para escucharla y que el tamaño de la sala diluya sus matices acústicos.

La instalación Fluorescent Markov Beat, de Oscar Martín.

El arte sonoro no es una mera decoración en esta orgía de obras (de hecho, el título de la exposición remite al primer álbum en dúo de los músicos africanos Jess Sah Bit y Peter One en 1985 y sirve a los comisarios para situar la música al mismo nivel de innovación que las artes visuales) y lo muestra uno de los espacios centrales del recorrido, la obra Belvedere, urdida expresamente para la exposición y que pretende aunar la escena musical de L’Hospitalet en un escenario-caja ficticio muy bien diseñado por TAKK, el binomio de arquitectos Mireia Luzárrega y Alejandro Muiño, y que permitirá complementar el espacio con actuaciones en streaming tramadas por los responsables de la sala Salamandra con nombres como Neus Borrell y Bru Ferri, Anabel Lee, Aiala y The Zephyr Bones. ¡Ojalá la mayoría de exposiciones de arte fueran tan musicales!

La voluntad de representar el panorama de L’Hospitalet no es sólo un leitmotiv comercial, por lo que los comisarios han contado con representación de 10 espacios muy activos de este distrito de arte bien consolidado: el Edificio Freixas, Can Político, La Tonal’H, el Espai Salamina, FASE, Trama 34, la Infinita, LeonardodaVinci, Cobalto 13, Av. Fabregada 22 y el TPK Arte y Pensamiento Contemporáneo. Ello no es impedimento para Our Garden también dedique un homenaje a los artistas que han dejado huella en la zona,  como Rafael Barradas y su cubismo un pelín  afrutado (Barcelona1918) o nuestro gran Antoni Muntadas que con Palabras, Palabras (2017), una instalación que deforma y horroriza algunos conceptos sobreutilizados en el lenguaje tertuliano-político hasta quitarles el significado, nos recuerda que cerca de los ochenta sigue siendo uno de los artistas más jóvenes y desvelados de la tribu.

Palabras, Palabras, de Antoni Muntadas.

En un tiempo en que se confunde con demasiada frecuencia la reflexión con el coñazo y la impostura, los curadores han conseguido el nada despreciable hito de realizar una muestra de arte que junta reflexión y pasión. A ese binomio me llevan obras como Ab Intra, una pieza maestra (aquí sólo parcialmente expuesta) de Quico Estevill en colaboración con el poeta Víctor Sunyol urdida cuando el artista tuvo que exiliarse de un edificio amenazado por violentas termitas, una anécdota que nos lleva rápidamente al universo de las cuevas de la Font Major de l’Espluga de Francolí y al acto de llevar la luz en la oscuridad para andar en zonas sombrías: una pasada de trabajo que sería magnífico ver en su totalidad (de momento, que yo sepa, sólo lo podemos hacer en la web del artista). ¡Si deseas divertirte, husmea los movimientos de las máquinas pictóricas de los famosos magos Lolu & Sosaku!

Al buen curro de  los comisarios hay que añadir la buena ciencia del estudio DOES Work en la coordinación del diseño de la muestra y especialmente del team Sociedad Zero en la disposición general de las obras. Si uno quería compaginar la efervescencia del latido artístico de la ciudad con el acto de producir una muestra verdaderamente colectiva, sus organizadores pueden sacar pecho con el trabajo alcanzado. Sólo me queda recomendaros que paseéis por la Tecla Sala, porque os lo pasaréis en grande, también descubriendo autores que no conocíais, algunos como Raül Páez, nacido insultantemente en 1995. Diría que los museos barceloneses deberían imitar exposiciones como estas en su afán de captar la foto de un momento en su mayor riqueza y de dar voz a los artistas menos conocidos de la ciudad. L’Hospitalet lo está haciendo y, estoy seguro, iniciativas como Our Garden darán muchas flores en un futuro inmediato.

Parte de la instalación Palpitar, palpar, de Laura Llaneli.

Cuando haya terminado la visita, y para continuar con el buen humor, uno puede subir al piso superior de la Tecla Sala donde se encuentra una magnífica biblioteca pública en un espacio tan diáfano como el sótano de la exposición, pero con mucha más luz natural. Demasiado a menudo somos poco conscientes de la calidad de alguno de nuestros equipamientos públicos, y debe decirse que las bibliotecas del Área Metropolitana representan una aproximación de Catalunya en el primer mundo que vale la pena mantener y que debería aumentar de presupuesto siempre que sea necesario. Porque para quien os escribe no hay lugar más feliz que una biblioteca. Vamos, que a mover el culo y todo dios a la Tecla Sala. ¡Son veinte minutos de metro, pandilla de vagos!