«En ciencia, todo lo que vemos, miramos, observamos y experimentamos son respuestas, respuestas dadas por la realidad. La naturaleza responde, el investigador pregunta», escribía Jorge Wagensberg en su libro El gozo intelectual. Wagensberg, que nos dejó hace algunos días, fue doctor en Física, profesor en Teoría de los Procesos Irreversibles y, desde 1991, el director del Museo de la Ciencia de Barcelona que hoy conocemos como CosmoCaixa.
Con su pérdida no nos quedamos únicamente sin un físico, sino que también perdemos a un poeta, ya que su mirada y forma de entender el mundo siempre conectaron la ciencia con la filosofía. Escuchar y observar al otro, bases de su manera de entender el mundo. Y cuestionar, base del descubrimiento y del conocimiento. Si ya tenemos todas las respuestas, lo que nos falta son preguntas. Según Wagensberg, la duda es lo único en lo que debemos tener fe, algo de lo que habló en otro de sus libros. A la ciencia y al conocimiento se llega mediante la curiosidad, y la conversación es tanto el punto de partida como el punto final.
En una de las últimas entrevistas que concedió a ALMA, contaba que ciencia y diálogo fueron precisamente las bases sobre las que fundó CosmoCaixa, un espacio en el que llega a convivir la selva amazónica con los juegos de luces y con objetos que hacen de la física una asignatura palpable. Un museo construido sobre la idea de que lo que empuja a un científico a investigar es lo mismo que acerca a las personas a los museos de ciencia: las ganas de hablar con lo que nos rodea, una auténtica revolución de la museología.
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