El Palau Robert presenta Somia la Ciutat, una de las grandes exposiciones de la temporada que pretende dar una nueva visión de lo que pueden llegar a ser las ciudades del futuro, basada en tres ejes principales: la digitalización, la ecología y la identidad. Como ellos mismos dicen, es una invitación al optimismo consciente desde la arquitectura, la tecnología y el diseño urbano, pero que quiere incitar a reflexiones sobre los modelos de ciudades.
Para ello, se han sumado un buen número de despachos locales, nacionales e internacionales junto a diversas empresas del sector del diseño industrial, aportando proyectos urbanos y arquitectónicos, y prototipos que abren caminos innovadores, todos bajo la batuta del comisario y también arquitecto Roger Subirà, y con un claro acento catalán.
Articulada en diversas salas, Somia la Ciutat presenta una parte dedicada a la teoría donde conviven un collage de imágenes, vídeos y maquetas, junto a proyectos que han sido recientemente terminados o están en proceso de materialización, tanto en nuestro país como fuera de él.
Estas propuestas no son solo teoría, sino que algunas de ellas ya se están llevando a cabo tanto en nuestro país como fuera de él
La muestra exalta la creatividad desde una perspectiva optimista, poniendo en valor aquellos ejes, sintetizados en tres revoluciones, a través de las cuales las urbes pueden reorganizarse y rediseñarse para afrontar un futuro positivo pese a las graves crisis por las que estamos transitando: una revolución verde, una revolución digital y una revolución en la identidad.
Aunque de entrada parece que todos estos conceptos son difíciles de trasladar al urbanismo, se demuestra que, cambiando la perspectiva del punto de vista del que se observa la ciudad, hacia las personas que habitan en ella, es posible que estos cambios sean más que factibles, sean sostenibles y mejoren considerablemente la calidad de vida de todos aquellos que aún habitamos la ciudad. Y ello se demuestra ya en la primera sala, donde a través de un audiovisual inmersivo, podemos ver como esto ya ha sucedido a lo largo de la historia y como los valores de la época han sido motor para estos cambios, con el ejemplo de la Barcelona de Cerdà como el más próximo a nosotros.
Cambiando la perspectiva del punto de vista del que se observa la ciudad, es posible que los cambios sean más que factibles, sean sostenibles y mejoren considerablemente la calidad de vida de todos aquellos que aún habitamos la ciudad
En la segunda sala, transitamos por un entorno oscuro e inquietante que nos remite a unas ciudades extraídas del mundo del cine, las series y los videojuegos, con la gracia que se pone en marcha un sentido que no acostumbra a trabajar en las muestras, como es el olfato, a través del que sentimos la peste de la suciedad. Antesala de las salas de las revoluciones, cumple el requisito de que sea la hora más oscura, aquella previa a la salida del sol.
Por eso el verde que encontramos al pasar al siguiente espacio contrasta más, para darnos cuenta de cómo es posible llevar a cabo propuestas arquitectónicas de transformación vinculadas al medio ambiente y a la sostenibilidad, comprender que no solo se trata de una cuestión estética, sino que está vinculada a la salud y a la preservación del medio.
Para la revolución digital, su aplicación se entiende más como entornos terapéuticos o para el aprendizaje, espacios para experimentar diseños aplicables a la realidad. Aunque también hay un enfoque donde se cuestiona si la IA puede ayudarnos a crear un espacio mejor que la mente humana. Es una sala que interroga, pero de la que no podemos salir sin ser conscientes que la tecnología ha llegado para quedarse.
Ciudades que contemplen a todos sus habitantes sin distinción. Y sobre todo, en donde el espacio de ocio no sea sinónimo de espacio de consumo
En la sala de la revolución de la identidad, se presenta un urbanismo que promueve el bienestar, que pretende recuperar aquellos espacios en los que nos sentimos bien, y adaptarlos a todas las personas, ya sean jóvenes o mayores, tengan alguna dificultad en la movilidad o sean dependientes. Ciudades que contemplen a todos sus habitantes sin distinción. Y sobre todo, en donde el espacio de ocio no sea sinónimo de espacio de consumo.
La pospandemia trajo consigo un terrible discurso bipolar, en el que todo nos parecía posible de conseguir y podía ser mejor, para luego toparse con una realidad mediocre, en la que, muy al contrario, muchas cosas han ido a peor y se han agravado problemas sistémicos cuya raíz está aún profundamente enraizada. El gatopardismo en el que vivimos instaurados no es más que la consecuencia natural de todo aquello que nos ha pasado y nos pasa, y eso también se traduce en cómo vivimos en las ciudades, en lo que queremos, lo que podemos y lo que necesitamos hacer mientras estamos vinculados a ellas.
Es por eso que, exposiciones como Somia la Ciutat que nos presenta el Palau Robert, nos devuelven la fe en la posibilidad de seguir viviendo en las grandes urbes de un modo sano, y, sobre todo, reavivar el espíritu pandémico de deshacernos de aquello que no nos hace bien y no suma.
La muestra ‘Somia la Ciutat’ podrá visitarse hasta el 11 de junio y la entrada es gratuita para todos los públicos.