Gustav Klimt nació en la Viena de la época dorada del Imperio Austrohúngaro, muy interesada en la promoción de las artes decorativas y que, ante todo, cuidaba a sus artistas. A caballo entre el Simbolismo y el Art Nouveau, y miembro fundador del grupo de artistas de la Secesión Vienesa, su obra se caracteriza por el uso ornamental del dorado —influencia del trabajo de su padre que era un grabador de oro— junto a motivos geométricos, y el exquisito equilibrio entre líneas curvas y rectas de los cuerpos femeninos de sus femmes fatales.
La sensualidad que respira su obra, la llevó incluso a ser calificada de pornográfica, motivo por el cuál Klimt dejó de aceptar encargos, pero no así de afinar su estilo, tomando prestada del poeta alemán Schiller la máxima “si no puedes agradar a todos con tus méritos y tu arte, agrada a pocos. Agradar a muchos es malo”, que incluso hizo aparecer en su Nuda Veritas.
De la mano del estudio belga Exhibition Hub, nos llega una espectacular muestra que nos permite sentir la esencia del pintor a través de su trayectoria artística, y analizar su papel en el nacimiento de dos de los movimientos más importantes de su tiempo: el modernismo y el feminismo. A su vez, establece vínculos entre artistas y activistas de la Viena y la Barcelona de finales del siglo XIX desconocidos hasta hace poco.
Las comisarias de esta exposición que mezcla arte y audiovisual, Imma Fondevila y Theresia Nickle, han querido poner de manifiesto el espíritu de modernización que encarna Klimt y vincularlo al movimiento del Modernismo catalán. Pero quizás más interesante resulte cómo han ligado la obra del pintor y la representación que de la feminidad hizo, con la gestación del feminismo a finales del siglo XIX, dedicando un espacio expositivo al contexto general de las mujeres de la época que lucharon por participar activamente en la sociedad y que, aún hoy, siguen casi en el anonimato.
Destaca la diseñadora de moda y empresaria Emilie Flöge, quien durante un largo periodo de tiempo mantuvo una relación sentimental y de inspiración mutua con Klimt, que representa a esa nueva mujer moderna. También hay otro espacio dedicado a las damas en donde se comparan importantes mujeres del activismo y el feminismo de Catalunya y de Austria.
Estrenada simultáneamente en la capital catalana y en Bruselas, la propuesta es apta para todos los públicos y está formada por proyecciones inmersivas de gran formato en más de 1000 metros cuadrados de pantalla, una experiencia con gafas de realidad virtual, diferentes espacios expositivos y herramientas interactivas que permiten al espectador sentirse dentro de las pinturas y de los edificios donde Klimt intervino, como el pabellón de la Sezession, donde en 1902 pintó el gran friso en conmemoración a la interpretación realizada por Wagner de la Novena Sinfonía de Beethoven, el famoso Beso, Judith o El árbol de la vida, entre muchas otras piezas.
No es la primera exposición de este tipo que organiza el Centre d’Arts Digitals IDEAL, pues ya pudimos disfrutar de la muestra dedicada a Monet en el verano de 2020 o la más reciente Barcelona Memoria Fotográfica. Lo que si es nuevo es la sala interactiva de 300 metros cuadrados que, manteniendo el aspecto de algunos elementos de su uso anterior —Templo Chino Taoísta de Barcelona—, los ha integrado potenciando la experimentación con las artes digitales. Aquí podemos encontrar la instalación VIENA 1900, donde el espectador podrá interactuar en una pantalla de 180 grados. También hay una propuesta escénica paralela de música y otras actuaciones, que amenizarán el atardecer una vez por semana en un espacio inspirado en el Kabarett Fledermaus, un local vienés de principios del siglo XX en donde Klimt y otros artistas pertenecientes a la Sezession colaboraron.
La propuesta es apta para todos los públicos y está formada por proyecciones inmersivas de gran formato en más de 1000 metros cuadrados de pantalla
Klimt decía “estoy seguro de que, como persona, no soy particularmente interesante. No tengo nada especial. Quien quiera saber algo sobre mí, debe observar cuidadosamente mis obras” y así es. A pesar que los nazis quemaron gran parte de sus pinturas, si algo nos muestran las que han llegado hasta nuestros días es su pasión inagotable por las mujeres. Amó a muchas a lo largo de su vida y fue discreto sobre sus relaciones.
Nunca un escándalo salió de las puertas de su estudio. Y viendo sus pinturas, podemos llegar a darnos cuenta que las mujeres le fascinaron hasta su último día. Ellas, desde sus cuadros, parecen murmurar melodías de sirena, como aquella canción de María José Llergo que dice “soy como el oro, mientras más me desprecias, más valor tomo”, y tan cierto es como las cifras que ha llegado a alcanzar el Retrato de Adele Bloch-Bauer II convirtiéndose en la tercera obra de arte más cara de la historia.
Inicialmente, la muestra iba a terminar el 16 de mayo, pero las entradas se agotaron rápidamente e Ideal amplió el calendario hasta finales de agosto. Hasta entonces, tenemos la posibilidad de sumergirnos en el brillo del pan de oro de Gustav Klimt, de asomarnos al filo del acantilado de su famoso Beso, y de soñar, por un instante que somos nereidas flotando en un mar de luz.