Llega al anochecer porque, confiesa, “por la mañana ni sé, ni contesto” y, tras apagar su Dunhill, su marca desde que no tiene forma de hacerse con sus predilectos Craven ‘A’, enseguida pide “un dry martini muy seco”. Aunque luego se lo piensa un momento, mientras se detiene sobre las notas de su adorado Avec le temps de Léo Ferré y, finalmente, barruntando que va a haber buena conversación, rectifica: “Bueno, que sean dos”.
“Diría que, básicamente, soy lector. Me gusta leer, me encanta leer… Esto me llevó al mundo de las bibliotecas y a ser bibliotecario. He trabajado treinta y ocho años en bibliotecas públicas y, en La Bòbila, de L’Hospitalet, pude unir la profesión con la pasión por el género negro y policíaco. ¿Se puede pedir más?”, explica Jordi Canal Artigas.
Es una de las máximas autoridades en novela popular y novela negra de nuestro país, coautor, junto con Àlex Martín Escribà, de los imprescindibles volúmenes de A Quemarropa (AlRevés): una pormenorizada historia de la novela negra de la que, en estos días, se publica la esperada segunda entrega. “Esta obra nos ha llevado a Àlex y a mí ocho años de lecturas, conversaciones, reflexiones y discusiones hasta conseguir dos volúmenes de divulgación para lectores inquietos. Prefiero lectores inquietos a dummies”.
Como director de La Bòbila, Jordi creó el fondo de novela popular de referencia en España, con la inestimable ayuda del añorado escritor Francesc Caudet: “Un fondo que ofrece la posibilidad de consulta de más de 4.000 ejemplares de bolsilibros de los autores más importantes de este género”. Una labor imponente que sirve de guía a todo aficionado al Pulp cocinado aquí.
–Imagino que estarás muy orgulloso de tu trabajo en La Bòbila.
–Sí, fue un sueño cumplido el crear una biblioteca con una especialización fuerte, que no contuviese únicamente novedades, sino que recogiese buena parte de las publicaciones más destacadas de los últimos setenta años.
Arrebato en negro y amarillo
Un día, un jovencísimo Jordi Canal asistió a “la aparición de un libro de La Cua de Palla en el escaparate de una librería de mi pueblo, Berga”. Cautivado por aquel diseño caracterizado por “la potencia de los colores negro y amarillo”, marca de la casa de la mítica colección dirigida por —el no menos mítico— Manuel de Pedrolo para Edicions 62, Jordi se hizo con aquel libro y ahí empezó un idilio con la novela negra “que dura hasta hoy”.
Años después, siempre en un mano a mano con Àlex Martín, escribiría el estudio definitivo sobre el asunto: La Cua de Palla: retrat en groc i negre.
Otro momento de inflexión que recuerda con especial afecto fue cuando entró a trabajar en bibliotecas: “estuve algo más de un año en Cardona. Leer El nombre de la rosa frente al castillo de Cardona, nevando, creaba un clímax increíble”. Y sonríe, bajo su elocuente bigote.
Dieciocho años después, se presentaba al concurso para dirigir La Bòbila tras haber viajado a París para visitar la BILIPO (Bibliothèque des Littératures Policières). “Volví de ahí con un proyecto: fusionar la biblioteca de barrio con una especialización, mezclar públicos, ser un polo de atracción para aficionados y especialistas, crear una necesidad donde no la había, difundir y promocionar el género negro y policíaco”. La nota de su gestión –que incluye el haber impulsado la revista y el prestigioso certamen literario, L’H Confidencial— no baja de la matrícula de honor.
La Barcelona de Carvalho y de Méndez
“Para mí, Barcelona es ciudad de elección. Nací en Berga y, a los diecisiete años, bajé a estudiar aquí y aquí es donde me quedé. Me cuesta imaginarme viviendo en otro lugar. Me gusta Rambla de Catalunya, algunos pasajes maravillosos, el Raval. Me gusta esta ciudad mestiza que, además, no es muy grande”.
Experto en las calles de los héroes del noir barcelonés, el Pepe Carvalho de Montalbán (y de Zanón) y el Méndez de González Ledesma (y de González Torralba), Jordi Canal abomina “de una ciudad parque temático para turistas, lo provincianos que nos hemos vuelto, la desaparición de lugares emblemáticos reconvertidos en franquicias de cartón piedra”.
Y, tras unos segundos, anticipa la que, quizás, leyendo entre líneas, podría ser una idea lanzada sobre su posible siguiente obra: “echo en falta una buena guía de la Barcelona de Pepe Carvalho, con fotografías de la época de la cantidad de lugares que había, bares, restaurantes, y que ahora han desaparecido”.
–Sí, una guía de aquella ciudad que fue antes de sus fastos olímpicos. Estaría muy bien.
–Supongo que todos tenemos nuestra geografía sentimental, la mía estaba allí.