— ¿Qué estarías haciendo un viernes a esta hora (13h) si no hubieras quedado conmigo?
— Estaría de reunión en la radio. Hasta las dos aproximadamente, así que ya estaríamos terminando.
— ¿El viernes es el mejor día de la semana?
— Sí, porque es el último. El jueves también me gusta mucho y el sábado, pero el viernes siempre es mejor. Y te diré que el lunes no me disgusta.
— Al revés del mundo.
— No, porque es el principio. Me da más pereza el miércoles, por ejemplo, que es un día que ni sube ni baja.
— ¿Cómo gestionas tu vida social si te levantas de noche, cuando las calles todavía no están puestas?
— A ver… yo me levanto temprano, pero como lo hace muchísima gente.
— Sí, pero…
— Sí, es verdad. Me levanto muy pronto, pero duermo mis seis horas, que para mí ya son suficiente. Así que por la tarde puedo hacer cosas, y hago muchas. Siempre hago un poco de siesta, pero después puedo ir al gimnasio o a cenar si es pronto. Tengo una edad en la que me puedo permitir algunos excesos que cuando eres joven también te los permites, pero con agotamiento añadido. Así que vida social sí que tengo.
— ¿Qué vida social haces?
— Una que me gusta cada vez más y es la que yo quiero hacer. No la que me obliga el trabajo. Ir a algún restaurante y charlar con los amigos de lo que no hablo habitualmente en la radio. No quiero hablar de política. No quiero ni hablar del Barça. En cualquier caso, si tengo que hablar del Barça, lo hago un poco.
— Con una agenda comprimida como la tuya tendrás que decir que no a menudo. ¿Ha costado aprender a hacerlo?
— ¡Mucho! Hace tiempo, cuando hacía periodismo deportivo con 18 o 19 años e iba a los entrenamientos, convivía con deportistas muy conocidos que tenían la misma edad que yo. Y a todos podía hablarles desde la perspectiva que me daba el anonimato de periodista deportivo de la radio de la época. Y recuerdo un día decirle a Pep (Guardiola): “Tú lo que tienes que hacer es aprender a decir que no”.
— ¿Tú le decías a Guardiola que tenía que aprender a decir que no?
— ¡Claro! Porque era la época en que él era un chaval joven y los veteranos le mandaban cada semana a visitar una peña diferente. Y yo le decía: “¿Pero cada semana? ¡Tú lo que tienes que hacer aprender a decir que no!”. Después con los años, cuando me veía cómo iba me decía siempre: “¡Eh! Ahora eres tú quien debe aprender a decir que no”.
“Me levanto muy pronto, pero duermo mis seis horas, que para mí ya son suficiente. Así que por la tarde puedo hacer cosas, y hago muchas. Siempre hago un poco de siesta”
— ¿Le hiciste caso?
— Siempre me acordaré de una frase que me dijo David Trueba, que la tengo guardada y que en su día dijo Rafael Azcona, uno de los mejores guionistas de la historia del cine en España. Y dijo: “El verdadero secreto de la felicidad es aprender a decir que no”. Y es verdad. Yo estoy aprendiendo a hacerlo, ¡pero he tardado mucho! Y todavía siento que hay veces en que no puedo.
— ¿Cómo conociste a Pep Guardiola? Es de dominio público que sois muy amigos.
— ¡Fue una apuesta!, y además hice trampa, pero él eso ya lo sabe.
— ¿?
— El día en que Pep debutó con el primer equipo del Barça le entrevisté en Catalunya Ràdio. Era un sábado al mediodía y recuerdo que Joan Patsy, que era muy amigo de Johan Cruyff, me dijo que ese día Pep iba a jugar. Y cuando le estaba entrevistando le pregunté: “Pep, ¿crees que jugarás mañana?”. Yo ya sabía que sí, pero él me dijo que no. Y le reté a hacer una apuesta en directo. Le dije: “Si juegas, me pagas una cena. Si no juegas, te la pago yo”. Y gané yo la apuesta porque evidentemente jugó.
— ¿Pagó la cena?
— ¡Por supuesto! En el Tramonti.
— ¿Y sólo con esto ya nació esa amistad?
— Sí.
— Pero eso te habrá pasado con mucha gente porque tú cada día entrevistas a muchos Pep Guardiola, y no creo que todos hayan acabado siendo amigos tuyos…
— Pero eso ocurrió en una época en la que él debía tener 17 o 18 y yo 21 o 22. Éramos un poco de la misma generación. Y, además, a mí esa gente que tiene recursos especiales para hablar, me gusta mucho. He conocido a muchos futbolistas y he vivido con futbolistas, pero no he tenido la relación que tengo con Pep.
— Me intriga mucho saber por qué pones el despertador a las 4:24h.
— Porque me gusta mucho el número 4
— ¿Sólo por eso?
— Me gusta mucho el número 24, me gusta mucho el número 14, me gusta mucho el número 44. El 84 también. Pero como levantarse a las 4:44h era demasiado tarde y a las 4:14h era demasiado temprano, entre y cuarto e y media estaban las 4:24h.
— O sea, ¿no es cosa de superstición?
— A ver, de hecho, es un TOC eh…
“He conocido a muchos futbolistas y he vivido con futbolistas, pero no he tenido la relación que tengo con Pep Guardiola”
— Y si no pones el despertador a esa hora, ¿qué pasa?
— Cambiar las obsesiones es doloroso. Si es involuntario te das cuenta de que no pasa nada, pero si cambio el despertador de forma voluntaria tengo la sensación de que algo va a ocurrir.
— ¿Cuándo dedujiste que estas manías podían ser un TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo)?
— El TOC con Jaume Padrós —presidente del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona— y el TDAH con una psicóloga infantil. Recuerdo que el doctor Padrós me dijo: “Tú eres un TOC de manual”. Hice un test y efectivamente era un TOC de manual.
— ¿Lo has aceptado tal cual o has intentado mejorarlo?
— Lo he aceptado. Mejorarlo no porque soy TOC, sino dejaría de serlo y me convertiría en una persona diferente. Esto del TOC no es sólo un tema de supersticiones. Hay afectaciones desde el punto de vista psicológico que son graves, como aquellas personas que creen que las están persiguiendo y realmente están convencidas de ello. O los que somos hipocondríacos, que pensamos que tenemos una enfermedad y estamos convencidos de tenerla.
— Y somatizamos. En esto nos podemos dar la mano…
— Un día me dolía mucho la boca del estómago y yo estaba convencido de que era un cáncer de estómago. Pero muy convencido. Y me fui al médico, a ver al doctor Bargalló y cuando le expliqué mis síntomas me dijo: “Tienes una gastritis”. Y yo lo negaba, le decía que no podía saberlo porque no me había hecho ninguna exploración. Y su respuesta fue racionalmente impertinente.
— ¿Qué te dijo?
— Me dijo que llevaba más de cuarenta años dedicándose a esto y volvió a decirme que yo tenía una gastritis pero que si quería me tumbaba en la camilla, me exploraba y me hacía las pruebas que hiciera falta. Lo hizo y volvió a decirme: “Tienes una gastritis”.
— ¿Y te quedaste tranquilo?
— Cuarenta y ocho horas. Hasta que me hice una endoscopia y una colonoscopia y entonces fue cuando dije: “¡Ahora sí!”
— La covid ha agravado muchas de nuestras manías.
— Sí, pero con esto ocurre algo muy curioso. Lo bueno de los TOC es que cuando nos dicen aquello que tememos no nos hundimos como les ocurre a muchos otros. ¿Me explico?
— No mucho.
— ¡Yo tenía pánico a la covid, mucho pánico! Y cuando me dijeron, “tienes covid”, la reacción fue más de miedo a la expansión o contagio que no el miedo a tenerlo.
— ¿Eres de buscar en Google qué significan tus síntomas?
— ¡Claro! ¡Pero esto lo hace todo el mundo! Tengan o no tengan TOC. Los del TOC buscamos un cáncer y los que no son TOC buscan la realidad, que seguramente sólo se trata de un lunar o de un grano de esos.
“Lo bueno de los TOC es que cuando nos dicen aquello que tememos no nos hundimos como les ocurre a muchos otros”
— Volvamos a tu agenda. Al líder de la de radio le debe llamar la gente importante del país. ¿Más para pedirte favores o para poder decir que han comido con Jordi Basté?
— Tampoco me llaman mucho…
— Me cuesta creerlo.
— Yo creo que esto ha pasado a mejor vida. Yo no soy un periodista político. Estoy convencido de que llaman más a Lola Garcia de La Vanguardia que a mí.
— Estando en directo has leído mensajes que te han escrito diputados desde el Parlament de Catalunya.
— Porque me están escuchando en ese momento. Pero lo de “quedamos para comer que te contaré”, pasa muy poco. Mucho menos de lo que la gente pueda imaginarse. Lo hacen eh… y voy. Pero también me ven como un bicho raro. Porque no soy de los suyos.
— ¿No eres de los suyos?
— No. Cuando empecé a hacer las mañanas Pepe Antich (director de El Nacional y antes de La Vanguardia) me dijo: “Tú tienes algo muy bueno y algo muy malo. Lo malo es que no tienes cultura política y lo bueno es que no tienes cultura política”. Y a mí esto me ha ido muy bien.
— Les dará vergüenza pedirte según qué.
— Yo creo que me dejan por imposible muchas veces. Para que entiendas la idea te diría que yo estoy más cerca de Helena García Melero que de Jordi Barbeta. ¿Hablo de política? Sí. ¿Hablo de deportes? También. ¿Hablo de médicos? Sí. Pero no soy periodista político.
— ¿Cómo describirías el sentimiento que te genera saber que todos los días te escuchan 755.000 personas?
— Yo tengo una vida muy normal, muy convencional y hasta cierto punto aburrida. Y así la quiero seguir teniendo. ¿Qué quiero decir con esto? Que no quiero pensarlo. Sí que tengo una responsabilidad social. Siempre lo digo, somos la segunda o tercera voz que suena por las mañanas en las casas de la gente. Es verdad. Pero no quiero tener una responsabilidad más allá de ésta.
— Es decir, tienes un punto de inconsciencia.
— Hombre, tú ahora imagínate que te dijeran: “Cogeremos esta silla donde estás sentada y la pondremos delante de siete campos del Barça, una encima de la otra y te pondremos allí en medio con un micrófono”. Yo no querría entrar en ese campo. Por tanto, mejor este punto de inconsciencia que decías. Y también de cierta incredulidad.
— El ego, y en este trabajo nuestro abunda, inevitablemente saldrá reforzado. ¿A ti quién te hace tener los pies en el suelo?
— Adriana, mi ex que es mi mejor amiga y que lleva mucho las riendas en todo esto. Y mis hijas, porque yo a ellas les preocupo poco. Me escuchan poco, vamos, a lo sumo, cuando su madre las lleva en coche. Y ver que en tu casa pasan bastante de ti es muy importante. También intento rodearme de gente que no me dora la píldora, no soporto el servilismo. Y me gusta mucho la gente que conozco que no me conoce.
— ¿Cuál fue tu primer trabajo?
— Este.
— ¿La radio?
— Sí, claro.
“Siempre lo digo, somos la segunda o tercera voz que suena por las mañanas en las casas de la gente. Es verdad. Pero no quiero tener una responsabilidad más allá de ésta”
— ¿Pero nunca has hecho nada que no fuera esto?
— Es que sólo sé hacer esto.
— Tampoco te has probado haciendo otras cosas. ¿En qué habrías sido bueno?
— Veterinario, pero me dan miedo las gallinas. O bombero. Creo que habría sido un buen psicólogo también. Porque me gusta mucho escuchar a la gente, intentar ayudarles, me siento muy cómplice de ello. Seguramente porque yo no lo tuve y te proyectas en lo que habrías querido para ti.
— Somos de una generación en la que el tema emocional en casa, nos lo comimos con patatas.
— Pero también hemos tenido una ventaja. Hemos abierto un camino porque hemos sido de los que hemos dicho públicamente que ir al psicólogo o al psiquiatra no es malo, no es una enfermedad. Si no hubiera sido por el psicólogo y el psiquiatra vete a saber dónde estaría yo ahora. Me han ayudado mucho y lo recomiendo mucho.
— Nunca lo has escondido.
— Es que creo que nuestra responsabilidad social como periodistas es utilizar la primera persona para que aquella gente que te está escuchando se pueda sentir cómplice de lo que tienes y sufres.
— ¿Fuiste buen estudiante?
— No fui malo, pero tampoco bueno.
— ¿Qué vínculo había en casa con la radio para que con 10 años ya pudieras ponerte delante de un micrófono?
— Ninguno. Más allá de que en casa se escuchaba mucha radio. Y que un día en un bar del barrio de Horta había un periodista de radio, Agustín Rodríguez, que le dijo a mi padre que buscaban niños para un programa y le preguntó si me dejaría probarlo. Fui y ya no salí.
— ¿Y te acuerdas de ese día?
— Tengo la imagen de ese niño de 10 años jugando en el suelo del bar de Horta. Y recuerdo mucho la época de Radio Joventut. En Vía Augusta número 17. Y recuerdo la recepción, el teléfono, la redacción. Siempre digo que me gustaría mucho volver a los sitios donde crecí. Creo que sería un gran formato televisivo. Ir a los sitios que te han visto crecer de pequeño.
— ¿Por qué no haces más tele?
— Porque no me han ofrecido nada últimamente. Tampoco tengo mucho tiempo.
— ¿Por qué dijiste que no a presentar el FAQS? Fuiste la primera opción.
— Porque era hablar de política de lunes a domingo.
— La vida es política.
— Ya lo sé. Mira, dije que no y creo que hice bien. Pero sigo pensando que fue un programa necesario.
“Un día en un bar del barrio de Horta había un periodista de radio, Agustín Rodríguez, que le dijo a mi padre que buscaban niños para un programa y le preguntó si me dejaría probarlo. Fui y ya no salí”
— ¿Cuánto de estar en el lugar oportuno y en el momento indicado y cuánto de talento hay en el éxito de tu carrera profesional?
— Ha habido todo. Primero ha habido suerte. Imagínate que mi padre ese día no está en el bar del Ateneu d’Horta y Agustín Rodríguez ese día tiene un resfriado y no va. Y suerte también de haber aceptado una llamada de Joan Manuel Surroca para decirme que su hermano sería jefe de programas de una nueva radio de la Generalitat (Catalunya Ràdio) y que hiciera una prueba. Por tanto, hay un componente de suerte evidente pero también un componente de capacidad de trabajo, y de sacrificio no sólo mío sino de mi familia. Y un punto de aprendizaje con el que he ido haciendo.
— ¿Cuál ha sido la clave para que Rac1 hiciera el sorpaso a Catalunya Ràdio?
— Primero un error gravísimo de la empresa pública. Es muy difícil construir y muy fácil destruir. Y eso se destruyó muy rápido. Al irme yo se fue uno de los de toda la vida, aparte de dejar un hueco en los deportes. Y al año se marcha otro, y al cabo de dos años, otro. Con lo cual en cuatro años te cargas las mañanas, la tarde y la noche a la vez que rearmas a la otra emisora.
— ¿No hay mucho también de un estilo diferente de hacer radio?
— Seguramente, porque yo no podía hacer esta radio en Catalunya Ràdio.
— ¿Por qué no?
— Porque Catalunya Ràdio es una empresa muy interdepartamental. Y yo estaba haciendo los deportes por la noche y no podía ir allí a decir según qué. Y de repente me encuentro que voy a Rac1 y que junto a mi mesa está la mesa del director de la radio. Y me convierto en un nexo de unión con él. Y todas mis locuras radiofónicas las compartía con el director. El hecho de ser poca gente y muy bien avenidos hizo que todo fluyera con mucha facilidad.
“Yo no podía hacer esta radio en Catalunya Ràdio“
— ¿Dónde tienes todos los premios que te han dado?
— Dos de los tres Ondas los tengo en casa y el tercero en la radio. El premio Rey de España lo tengo en la radio, el de Òmnium también. Muy repartidos.
— Pregunta surrealista. Si pudieras elegir, ¿preferirías ir al futuro o volver al pasado?
— Al pasado porque al futuro espero llegar. Revisarme, reinventarme, remirarme. Encontrarme con la gente que ya no está, hablar con ella.
— En junio hizo un año que murió la madre. Tú ese día estabas en Estambul apoyando a Pep en la final de la Champions. Debió de ser un momento terrible.
— Mi madre ya estaba mal pero nunca pensé que aquello ocurriría mientras yo estaba en Estambul. Y recuerdo estar en una tienda junto al Gran Bazar comprándome una corbata con Jaume Roures y dos de sus hijos. Y recibí la llamada. Reaccioné de la mejor manera que pude y lloré cuando marcó el gol el City porque allí se desató todo. Por suerte tenía al lado a Pere (el hermano de Pep) y a Joan Patsy.
— ¿Tú piensas en la muerte?
— Sí, por supuesto. Me da miedo el sufrimiento, pero no sólo el mío. El de los demás. Generar mal y tristeza me atormenta mucho.
— ¿Cómo llevas hacerte mayor y que cada vez haya más velas en la tarta?
— ¡Mal! Pero no soy un Peter Pan. Antes las cenas de gente mayor eran de gente mayor. Ahora por suerte hay mezclas. Gente de cincuenta que va con gente de veinte. Los de 30 que van con los de 40. Y eso me da cierta paz. Los que tienen PeterPanismo son personajes patéticos.
— A mí me pasa que siempre creo que todo el mundo tiene mi edad y luego resulta que podrían ser mis hijos.
— Pues esto está muy bien. ¿Y por qué ocurre esto? Pues porque tú necesitas de esa gente porque tú eres así. Y a la gente que somos así, se nos nota. Otra cosa es cómo estamos por dentro. Que si no te sale una cosa te sale otra.
— No te imagino sin hacer nada.
— Ni yo.
— O sea, que es imposible que tú estés sin hacer nada.
— Nadie está sin hacer nada.
— A mí me encanta no hacer nada.
— ¡Pero si siempre se hace algo! Es como aquellos que te dicen: piensa en blanco. Y piensas en blanco, pero después ya estás haciendo otra cosa.
— ¿Cómo eres cuando te enfadas?
— Me enfado poco. Con el equipo del programa prácticamente no me enfado nunca. El problema es que como estoy poco cabreado cuando me cabreo, me cabreo mal. Y entonces es: “Apartaos”.
“Me enfado poco. El problema es que como estoy poco cabreado cuando me cabreo, me cabreo mal”
— ¿Eres más racional o espiritual?
— Soy espiritual, pero te diré que cada vez soy más racional gracias a la psicología.
— ¿Has hecho alguna vez meditación?
— He hecho yoga.
— No te imagino haciendo yoga.
— Me encantaría hacer meditación, pero tengo un problema y es que esto de tener que estar pensando en blanco, me pone muy nervioso. Y pienso: “¿Ahora tengo que estar cuarenta y cinco minutos sentado, sin hacer nada?”. Siempre que me dicen que piense en blanco pienso en la obra de teatro Arte del Flotats, pero claro, una vez he pensado en blanco entonces me aparece la obra de teatro, los actores, Flotats y ya me despisto.
— ¿Has visualizado cómo será el último día de El món a Rac1?
— He pensado en lo que debería decir y no lo sé. Y sobre todo si tengo que llorar, lloraré. Y si tengo que reír, reiré. Y no voy a grabarlo. Lo haré en directo. Si me emociono pues me emocionaré porque es lo que toca.
— ¿Eres de lágrima fácil?
— Lloro en los momentos en los que menos te lo esperas. Y en cambio me cuesta mucho llorar cuando toca llorar. En el funeral de mi madre, por ejemplo, no lloré, pero cuando llegué a casa recuerdo que Sergi Ambudio, compañero de la radio que perdió a su madre muy joven, me mandó un mensaje y me dijo que me pusiera una película para llorarlo todo. Y me puse El color púrpura de Spielberg que es la película con la que más lloro de mi vida.
— ¿Todavía lloras con El color púrpura?
— Es una película extraordinariamente terapéutica. Como Los puentes de Madison o Tomates verdes fritos. Me las pongo y echo una buena llorada. Pero es lo que te decía, que yo nunca lloro cuando toca. De hecho, nunca hago nada cuando toca.
— Seguramente sea parte de tu encanto. Termino. ¿Cómo te gusta tomarte el Cola Cao?
— Es muy importante que tenga grumos, sino no, no me lo tomo. Y me encanta coger los grumos con la cuchara y ponérmelos en la boca hasta que te viene ese punto de tos.