Una vida a toda prisa, sin paradas ni apeaderos, deja poco margen para pensar, decidir y planificar la mejor manera de progresar en la dirección que solo nosotros podemos saber si queremos. De ahí que sean tan necesarias y valiosas iniciativas como la que llevó a crear hace 37 años en Gales el Hay Festival, una organización que celebra el pensamiento, la literatura y el intercambio entre personas. A través de charlas, talleres, conciertos y proyecciones entorno a una conversación se abren espacios mentales para imaginar el mundo que debería ser.
El festival se fue expandiendo por diferentes países y en España se celebra este año la 18ª edición del Hay Festival Segovia. Tendrá lugar del 14 al 17 de septiembre, pero desde este mes ya se celebran actos previos, y en localidades diversas, pues desde Segovia, a través de la fórmula del Hay Viajero, se ha querido expandir el espíritu del festival. Este lunes en Barcelona, la experiencia ha hecho su primera parada. Ha sido en el auditorio del MACBA, con un coloquio centrado en los retos e inquietudes frente a un futuro aparentemente gobernado por la inteligencia artificial (IA), y bajo el título Imaginar un futuro humanista. Qué espacio quede en ese futuro para el humanismo, la felicidad, la naturaleza y la interacción personal fue lo que trataron de esbozar en su diálogo la investigadora especializada en IA Nuria Oliver, cofundadora y directora de la Fundación Unidad ELLIS Alicante; la directora de Fundación Banco Sabadell, Sonia Mulero, y el periodista Miquel Molina.
En un momento en el que los algoritmos deciden ya la información que recibimos, y los automatismos reemplazan a los cerebros humanos, como el chatGPT, sin transparencia sobre las fuentes de origen de los contenidos con los que construimos una “supuesta” realidad, educación y regulación son “absolutamente necesarias”, tal como apuntó la especialista en IA, Nuria Oliver. “Educación, en todos los niveles, empezando por una transformación de los programas educativos obligatorios, hasta una ambiciosa inversión en las empresas, la ciudadanía y la clase política”, considera Oliver. “También se precisa regulación, igual que existe para poner en el mercado cualquier otra tecnología o herramienta a disposición de la sociedad, productos de cosmética, fármacos, electrodomésticos, juguetes o ropa. Del mismo modo que en todo ello hay un control y regulación, hay que velar porque el uso de la inteligencia artificial no sea negativo para nadie”, añadía.
En palabras del director adjunto de La Vanguardia, Miquel Molina, “es necesario algún tipo de posicionamiento de los países, y actitudes que podrían parecer demasiado dramáticas, como la del gobierno italiano, que vetó en un principio el chatGPT, son avisos que pueden hacer que los gobiernos reaccionen un poco, que se planteen algo también, parecido o no”. En ese sentido, Molina quiso recalcar que ahora en campaña electoral ningún partido está hablando de ello, cuando —en su opinión— “vamos muy tarde” como para que nadie esté haciendo nada, de ahí que considere que ciertos golpes en la mesa sean necesarios.
Movilizarse
“Estamos en la cuarta revolución industrial que está transformando la realidad”, apuntaba Nuria Oliver. Y, pese a que el posicionamiento europeo ya se ha mostrado a favor de hacer converger la implementación de la tecnología con el respeto de los valores europeos centrados en el bienestar del ser humano, y lo pretende controlar a través de agencias especializadas en ello en los diferentes países, Oliver plantea también la necesidad, en paralelo, de una movilización social, desde abajo. “Deberíamos, como sociedad, movilizarnos y actuar. Del mismo modo que se dio la revolución social en la industrialización, para defender los derechos de los trabajadores y las trabajadoras en las fábricas, creo que ahora también la necesitamos, para asegurar que el desarrollo tecnológico va a tener como objetivo mejorar la calidad de vida de las personas. De todas, no de unas únicamente”, precisó. Y llamaba a cuestionarnos “qué es lo que podemos hacer para tener la tecnología que queremos”.
No es un tema menor, la tecnología nos acompaña a diario, directa e indirectamente, pero su velocísima evolución engulle la capacidad de reacción. Los ponentes subrayaron, por ejemplo, el poco margen, y cada vez menor, para poder discernir la verdad que se nos cuenta en Internet de la voluntad de manipulación que se pueda esconder tras los contenidos, pues muchas autorías desaparecen en las redes. Y esa falta de transparencia es un riesgo latente, de ahí la importancia de velar por una inteligencia artificial humanizada. No es un no a la innovación tecnológica e informática. Como explicó bien Nuria Oliver, “necesitamos la inteligencia artificial para una educación cada vez más personalizada, para la producción de energías renovables, para una medicina de precisión. Pero al mismo tiempo debemos reconocer que plantea grandes retos y limitaciones que tenemos que abordar”.
Son retos para todos, pero que en el ámbito profesional de la información se vive con inquietud. “Cómo se puede regular la manipulación informativa es una auténtica preocupación”, confesaba Miquel Molina.
Dando la vuelta al calcetín, sin embargo, surge la oportunidad de hacer emerger la verdadera profesionalidad periodística, y dar alas y un mayor sentido a un periodismo “más crítico, más personalizado, más propio, menos de réplica, que ofrezca un producto más personalizado en línea con las audiencias”, decía el periodista. No sin ignorar, como añadía, “el gran potencial de la inteligencia artificial de difundir mentiras, deepfake, e irrumpir a gran escala, lo que está creando una situación de auténtico riesgo”, apuntaba.
También Nuria Oliver sabe ver en ello el medio vaso lleno. En su opinión, “la generación masiva de contenido no veraz, con técnicas de inteligencia artificial, ofrece a los medios una oportunidad para ofrecer información veraz, como garantes de ello. Vamos a tener que ir a medios reputados que deberán certificar la verdad en todo aquello que puede ser noticiable”. Molina cree, además, que “se va a valorar mucho que la persona que informa estaba allí —donde suceden las noticias—. Incluso, se atrevía a vislumbrar cierta esperanza para la supervivencia del papel”, como medio genuino y auténtico, ajeno al peligro de suplantación de identidad digital como pasa ya en las redes.
Nuria Oliver: “Vamos a tener que ir a medios reputados que deberán certificar la verdad en todo aquello que puede ser noticiable”
La directora de Fundación Banco Sabadell, Sonia Mulero, también afirmaba que “aprender a identificar y discernir cuándo una fuente es reputada o no va a ser muy importante, porque vamos a coexistir con sistemas de inteligencia artificial que no tienen por qué haber sido entrenados bajo un marco de veracidad”. Mulero lo considera un contexto propicio, una oportunidad para el pensamiento crítico y la forma de expresión a partir de disciplinas como el arte y la escritura, un motivo más para implementar en la educación de ese pensamiento crítico.
Pensamiento computacional
Y enlazando la introducción del pensamiento crítico en las aulas, Nuria Oliver sugería una educación transversal, puesto que la inteligencia humana es múltiple y diversa. En una ideal reforma educativa, cree que sería óptima “una asignatura de pensamiento computacional, no necesariamente delante de un ordenador”. Sin él —puntualiza—, se pueden dar a conocer, igualmente, el pensamiento algorítmico, para aprender a resolver problemas con la tecnología, saber sobre datos, redes y hardware. “Todo ello es tan importante como desarrollar habilidades que quizás estamos perdiendo, como la creatividad, el cuestionarnos las cosas y las habilidades sociales y personales, así como el lenguaje no verbal que tendemos a perder”. Plateaba: “Si cada vez más niños y adolescentes usan la tecnología en lugar del cara a cara, perderemos inteligencia social y emocional, porque sabemos que la naturaleza es sabia y lo que no se usa, se pierde”.
No se pasó por alto, en el debate, la responsabilidad individual de usuarios y usuarias del espacio en la red. Precisaba sobre ello Nuria Oliver que “algo que es muy importante entender es que los humanos somos generadores de los datos de los que se valen las empresas de inteligencia artificial. Sin datos, las aplicaciones no se nutren ni aprenden. Por ello, es el momento de pensar qué datos estamos generando y por qué los estamos generando”.
Sonia Mulero: “La capacidad crítica es la que nos hará ganar a las máquinas, y la educación nos hará libres para saber qué es verdad y qué no”
Plagio, censura y sesgo algorítmico en el arte y la creación de todo tipo muestran un panorama enormemente complejo para la convivencia del humanismo y la inteligencia artificial. Pero, en el debate en el MACBA quedó claro que, en esa complejidad, “la capacidad crítica es la que nos hará ganar a las máquinas, y la educación nos hará libres para saber qué es verdad y qué no, y los medios tienen la oportunidad de preservar esa veracidad”, resumía para concluir la directora de Fundación Banco Sabadell, Sonia Mulero.