Algunas de las obras editadas por Pasta de dibuix. @Instagram

Giorgio Agamben, un clásico en catalán

La editorial Pasta de dibuix publica en catalán uno de los clásicos del pensamiento contemporáneo: 'Homo Sacer', de Giorgio Agamben

Regalar la condición de clásico a un texto de filosofía publicado en 1998 podría parecer temerario, porque esto del canon exige mucha polvareda a los libros. Pero así cabe adjetivar sin duda Homo Sacer (El poder soberano y la nuda vida), obra culminante del pensador Giorgio Agamben que ahora podemos leer en catalán gracias a la tozudez de Iñaki Martínez Ortigosa. En 2020, Iñaki aprovechó la pandemia para convertirse en un hombre orquesta y parir la editorial Pasta de dibuix con el simple (y necesario) objetivo de ofrecer a los lectores algunas obras canónicas de la filosofía contemporánea en catalán. Bienaventurado sea el colega, que ha decidido no gastar el tiempo llorando debido a nuestra pertinaz sequía en el campo de ensayo, sino en enmendarla porque, aparte de editar, traduce su catálogo y lo publicita como si le fuera la vida en ello.

 En un presente de escasísima ambición cultural y con las instituciones del país en perpetua siesta, aprovecho la ocasión para recordar que los editores independientes (es decir, pobres) como Martínez Ortigosa nos están manteniendo en pie el tenderete. Éste es un tiempo de listón bajo y uno debe recordar cosas muy básicas, como que una nación vigorosa necesita tener el pensamiento bien musculado. Esto implica, ante todo, que el ensayo no sea el hermano pequeño eterno de aquello que llamamos literatura catalana, pero también que nuestros lectores (¡y escritores!) cuenten con los instrumentos conceptuales del mundo contemporáneo en nuestra lengua para poder traficar y estrujarlos a voluntad. Es en este sentido que la publicación de Homo Sacer resulta especialmente oportuna; los grandes textos filosóficos son aquellos que nos obligan a pensar de otra forma y este libro se encuentra sin duda entre unos pocos escogidos.

Con una precisión analítica ilimitada y una inteligencia que a menudo da bastante rabia (el pensador es romano en las formas, pero germánico en el método), Agamben escribió Homo Sacer como una especie B-side del imaginario sobre el contrato social moderno. Mientras la mayoría de pensadores de Occidente se obnubilaban conceptualizando la política a base de acuerdos racionales y leyes, Agamben se dedicaba a desentrañar los lugares comunes de la paz para recordarnos que el poder es ante todo un fenómeno de exclusión y terror. Es así cómo el filósofo recuerda que la política moderna se dirige violentamente a la preservación de la vida y, lejos de un pacto benevolente, la base de la soberanía es aquella renuncia por la cual regalamos al poderoso la posibilidad de establecer un estado de excepción permanente. El poder, este Homo Sacer, es finalmente el espacio de quien está dentro de la ley sólo porque puede salir de la misma. 

 Todo aquello que habíamos leído de jóvenes en este ensayo (la normalización política de los estados que suspenden la ley con tal de sobrevivir, la progresiva transformación de la política en un asunto relativo a la biología) y que nos había parecido un mundo de ciencia ficción, gana una inquietante actualidad ahora que el mundo posterior al 11-S neoyorquino y la pandemia nos han condenado a un presente donde las leyes son papel mojado y la política opera como una receta farmacéutica. Tras contemplar impunemente los genocidios de exiliados en el Mediterráneo y el empobrecimiento sistemático de la ciudadanía europea por parte de los gobiernos tecnócratas del continente, la profecía del italiano, según la cual el futuro de la política moderna tendría muchas semejanzas a los campos de concentración (una tesis de la que, hay que decirlo todo, han abusado autores mucho más mediocres que Agamben), gana un sentido de actualidad inevitable. 

Este Homo Sacer, insistiré hasta quedarme mudo, no sólo debe celebrarse por el hecho de poder leer finalmente a Agamben en catalán, sino porque que su cruda visión de la política pueda llegar a impregnar nuestro imaginario cívico, espantosamente naïve y conformado por unos líderes que siempre han preferido los Boy Scouts a leer Thomas Hobbes. Entiendo el carácter temerario de esta mi Punyalada de hoy, no sólo porque pida a los lectores adquirir (y leer) un libro de filosofía, sino también porque les sugiere zambullirse en un texto que les exigirá quebraderos de cabeza. Los lectores suelen recomendar libros fáciles y llenos de luz. Así nos va. Yo hoy os propongo un libro deliciosamente oscuro y muy difícil. Porque lo de pensar, vale la pena recordarlo, cada día se está complicando más.