No es la primera vez que alguien propone una ciudad gobernada por gestores. No es lo mismo plantear el “gobierno de los mejores” que apuntar directamente a una gestión apolítica y sin ideología. La persona que ha lanzado esta idea en los últimos días se plantea ser candidato a la alcaldía, pero paradójicamente dice que no quiere hacer política: la idea es fichar a gente sin condicionante ideológico y, a partir de ahí, tomar las decisiones más eficientes o más eficaces o más objetivamente provechosas en el balance de resultados. Se supone que el juicio de estos resultados deberá realizarse mediante un excel, o un powerpoint bien explicado a todo el mundo, porque se trata de no ofrecer mensajes políticos sino la fría garantía de que esa opción es la mejor. Deje las decisiones de su vida para los técnicos. Dé paso a la gestión profesional de los asuntos colectivos. Haga como yo, no se meta en política.
Si esto es así, vamos a poner algunos ejemplos aplicados en Barcelona para ver si puede funcionar la fórmula: por ejemplo, el tranvía por la Diagonal. Un proyecto que ha sido rechazado en referendo por la ciudadanía y que, tantas veces como se ha presentado en el pleno del consistorio, también ha sido rechazado. Pero que aún así se hará, porque supongo que los ciudadanos no sabemos suficiente y nuestros representantes no votan bien, y en cambio habrá importantes informes técnicos que avalan su construcción. Unos informes que deben hablar de movilidad y sostenibilidad, de que hay que apostar por un transporte público no contaminante y que, supuestamente, el uso del tranvía descongestionaría de coches el centro. Bien, esto es prefectamente posible. Sin embargo, sería también perfectamente posible que existieran varios informes técnicos (también de alta cualificación profesional) que aconsejaran renunciar al proyecto porque la descongestión no se consigue eliminando calzada, porque para transporte público no contaminante ya tenemos los buses y vehículos eléctricos , y porque se pueden conectar los tranvías sin afectar a este eje central con una cicatriz grande y permanente. Llegados a este punto, ¿qué informe elegiremos? ¿Quién elige entre los técnicos? ¿Un robot? ¿Existe una manera objetiva de determinar qué especialista es mejor y y cuál es peor? ¿Vamos a currículums, a ránkings, a cantidad de proyectos ejecutados con éxito? E, incluso así, ¿cuántos serían suficientes y qué sería el “éxito”? Conozco a un gobernante, muy poco democrático, que técnicamente sabía construir unos pantanos excelentes. Y muy exitosos.
Otro caso: por ejemplo, las supermanzanas. Una idea que, más allá de los despachos de arquitectos o urbanistas, respondía en teoría a una necesidad ideológica. Un principio bastante compartido, por cierto: hacer más habitables las manzanas de la ciudad creando espacios libres de coches y ofreciendo más calzada a los peatones. Tan compartida, era la idea, que el alcalde anterior ya impulsó sus primeros proyectos. Ahora bien: ponerlas en un sitio u otro, ¿obedecerá a criterios técnicos o políticos? La gran pregunta sería, por ejemplo, si el Eixample puede permitirse una supermanzana en su corazón geográfico y de densidad urbana. ¿Sí? ¿No? ¿Favorecerá esto la descongestión automovilística o, por el contrario, creará un caos circulatorio permanente y aún más contaminante? ¿Tenemos alternativas al coche bastante bien preparadas? ¿Cómo vamos de transporte público eficaz y regular? ¿Y cómo vamos de parkings en los accesos de la ciudad? Y la gente que utiliza el coche para trabajar, de forma todavía necesaria, ¿qué tendrá que hacer? ¿Todas estas preguntas tienen respuesta eminentemente técnica, o bien es necesario tener una visión ideológica para decantar la decisión? De nuevo, ¿quién nombra al técnico? ¿Deberemos confiar en su autoafirmación que “I am not a robot” o bien, precisamente, haremos ver que hay una manera no política de tomar decisiones colectivas? Y aún más importante: ¿la gente sería capaz de creérselo?
El propio postulante a candidato afirmó, hace unos años, que en un determinado referéndum él votaría que sí e inmediatamente se iría del país. Supongo que se trataría de una decisión técnica, avalada por varios estudios y balances, fruto de una indiscutible hoja de resultados y certificado por la más prestigiosa de las consultorías de la metrópoli. Si no, sería francamente decepcionante. Tomar decisiones por convicción humana, o por principios. No, tú no. A ti, precisamente, no te veo.