“Estoy contento con mi trayectoria. Vivo sin prisas, con la madurez suficiente para disfrutar de los proyectos en los que me meto sin depender de que me validen, de que me aplaudan. Creo que se puede ser feliz sin necesidad de comerte el mundo y, simplemente, vigilando que el mundo no se te coma a ti”. El escritor y periodista Francesc Soler saborea su copa de vino blanco vespertina, una liturgia que procura observar cada tarde, “aunque es curioso lo mucho que cuesta encontrar bares en Barcelona que te sirvan buenos vinos o cavas de aquí, a pesar de que somos una potencia vinícola a nivel mundial”.
Suenan los primeros compases de La femme d’argent que abren el Moon safari de Air, y “parece increíble que hayan pasado ya más de 25 años desde que se publicó este disco”. La atmósfera del Bar se anima. El parroquiano sonríe, confortable y con la mirada viva, despierta, pese a que lleva de pie desde las 3:45 de la madrugada. Cada día se levanta a esa hora, reminiscencia de un gran trozo de su vida al frente de informativos de radio matinales. “Y eso que yo me metí en periodismo guiado por el gusto por escribir, por narrar historias negro sobre blanco”, rememora a propósito de una época dulce, donde maestros como Joan Barril o Joan Manuel Tresserras le enseñaron algo más que las simples herramientas para trabajar. “Además de enseñar, aquellos profesores inspiraban”.
Nacido en Roda de Ter, mientras otros chavales jugaban al fútbol y soñaban con ser Schuster, el particular Olimpo del joven Francesc lo componía la santísima trinidad de literatos locales: “Miquel Martí i Pol, Emili Teixidor y Miquel Obiols, que falleció hace muy poco y que, además de ser un gran creador televisivo, también era un gran escritor”. De ellos y de la escuela pública del pueblo, el parroquiano ha heredado ese gusto por el catalán musculoso, colorido, de la zona. “Esas expresiones y palabras que hay que mantener vivas porque explican una forma de pensar, de vivir, que es muy de ahí, y que no se reflejan en el catalán simple, funcional, que se habla en la ciudad”.
Venir a vivir a Barcelona fue, por otro lado, y en parte, liberador. “Fue cuando salí del armario, y debo decir que fue un proceso festivo. Nunca llevé una doble vida ni nada parecido, pero cuando se lo dije a mi familia, lo hacía ya como un joven adulto. Para mí, de hecho, la homosexualidad tiene mucho de autosuficiencia. De que empoderarse depende sólo de uno mismo. Y también de empatía, porque, aunque yo no lo he sufrido, formo parte de un colectivo que sigue estando perseguido en muchos lugares del mundo”.
Haber vivido lo suficiente
Llegó un momento en la vida de Francesc en el que, tras casi una década y media trabajando en Catalunya Ràdio, se impuso la necesidad de un cambio. Y ese cambio tenía mucho que ver con la necesidad de escribir. “En 2021 sentí que ya había vivido las suficientes cosas como para tener algo interesante que escribir, algo más que libros de entrevistas, que era lo que hasta entonces había publicado”.
Así nació Barcelona, demà o aquesta tarda, una sátira sobre la ciudad “sufrida por alguien que vivió muchos años en el barrio de la Sagrada Familia y vio cómo se fue convirtiendo en el infierno”. Sorbe un poco de vino, sonríe, prosigue: “Es que me siento como Nostradamus, porque muchas de las cosas que decía en este libro sobre la gentrificación, los turistas, la masificación, ¡se han ido haciendo realidad!”. Su siguiente obra, El somriure del dofins, abordó un registro muy diferente. “Era el libro que llevaba dentro desde hacía años. Una autoficción imaginada que me obligó a dirigir una mirada de adulto a los escenarios y momentos de mi niñez y adolescencia”.
Con el recién publicado Sarah, mereixes saber-ho (Rosa dels Vents), el autor vuelve a cambiar de tercio, esta vez para hilar un thriller de complicidades, de amistad y fraternidad frente a una violencia machista capaz de adquirir múltiples rostros, diferentes formas de herir, de dañar, de poner en evidencia la grotesca peligrosidad del maltratador. Esta carrera de escritor se complementa con colaboraciones en varios medios como TVE, RAC1, TV3 o este mismo diario, con la sección mensual Hashtag Barcelona.
Reinventarse demasiado
“Mi relación con Barcelona ha ido mutando, desde unos primeros años en los que la viví como mi refugio, mi casa, hasta la actualidad, en que tengo con ella una relación de ambivalencia en la que no puedo evitar preguntarme si, a cambio de todo lo que me demanda, esta ciudad me da un retorno equivalente”, razona el autor.
El parroquiano no disimula su amor por el Eixample, que para él refleja la esencia moderna, ordenada y europea de una ciudad “que, no obstante, me da una sensación como de quererse reinventar demasiado y demasiadas veces, con lo que pierde su esencia, su tradición, y acaba dando la sensación de que todo es efímero, provisional. De que, aquí, las cosas no pueden durar”, observa poniendo punto y final a su copa de vino.
— Lo que perdura siempre es la calidad de la comida de este Bar. Por si quieres cenar alguna cosa después de la copa.
Francesc Soler sonríe.
“Soy muy de tapas, va mucho con mi carácter tastaolletes”, replica. “Y es algo que también va mucho con mi forma de escribir, cambiando de géneros y estilos a cada obra”, añade, sin quitar ojo de la carta de tapas y raciones.