Desde el jueves 27 de octubre hasta el domingo 6 de noviembre, se celebra en Barcelona la 20 edición del In-Edit, el festival nacional más importante —y uno de los pesos pesados del panorama internacional— dedicado al cine documental centrado en la música, convertido en una de las grandes citas del otoño en la ciudad.
Junto con el Primavera Sound y el Sónar, que también nacieron en la Barcelona posolímpica que quería seguir manteniéndose en el mapa, el In-Edit es uno de los pocos agentes culturales de la ciudad que hace muchos años que está internacionalizando las propuestas nacionales y reivindicándolas. Sólo que, en el caso de este festival, no es el público el que viene, sino que es el festival el que viaja.
Con motivo de su cumpleaños, el fundador y director del In-Edit, Uri Altell, mira atrás y repasa los orígenes y los episodios más destacados de un festival que ha llevado la marca Barcelona a ciudades como Madrid y Hondarribia, pero también a países como Grecia, Países Bajos, Brasil y Chile.
— Empecemos echando la mirada atrás. ¿Cómo fueron los inicios del In-Edit?
— Allá por el año 2000, antes de que existiesen las plataformas, la mayoría de documentales que ponían en la tele eran los de la 2, de animales, y la gente los veía para echarse la siesta. Yo me juntaba con cuatro amigos para ver otro tipo de documentales y teníamos la loca idea de verlos en pantalla grande.
— ¿Cómo llegaron a pensar en montar un festival?
— Tuvimos la suerte de empezar con un evento para una conocida marca de ginebra, que fue nuestro sponsor durante muchos años. Lo hicimos en el City Hall, donde proyectamos un documental musical, y los gerentes nos propusieron mantener una programación para los viernes. Pero yo estaba pasando por un proceso terapéutico y lo último que necesitaba era estar en un club, además de los costes que podía suponer en cuanto a rendimiento. Así que la cosa se tradujo en condensar la programación de un año en diez días. Había calculado unos 50 documentales, tantos como semanas factibles, que es la misma fórmula que hemos mantenido desde entonces. Y así nació el In-Edit, que, además, buscamos celebrarlo en semanas que no hubiese ninguno otro evento importante en la ciudad.
— Seguro que hay muchos, pero explíquenos algún momento memorable en la historia del In-Edit.
— El festival ha sido un reflejo de lo sucedido en Barcelona en estos 20 años. Desde aquellas primeras ediciones con proyecciones como No Direction Home de Martin Scorsese o The Devil and Daniel Johnston de Jeff Feuerzeig, que marcaron a mucha gente que no eran los habituales del In-Edit, ha pasado de todo. El año de la pérdida de Alberto Pascual, padre del festival como yo, pasaron muchas cosas, como que tuvimos la suerte de contar con el gran Bebo Valdés. Esos fueron dos momentos extremos. Luego nos expandimos internacionalmente sin dejar de crecer; las colas para las proyecciones se han seguido repitiendo; y también tuvimos un antes y un después en nuestro décimo aniversario, con el pase de Searching for Sugar Man de Malik Bendjelloul y todo lo que aconteció después, hasta su galardón en los Oscars. La verdad es que hay muchos momentos y es difícil nombrarlos todos.
— También la industria del cine y la música se ha transformado mucho en este tiempo, y la forma en la que consumimos cultura ha dado un salto, sobre todo con la irrupción de las plataformas de streaming.
— Nosotros valoramos la posibilidad de ofrecer video on demand a nuestro público. Primero, a través de la plataforma Filmin y, luego, creamos In-Edit TV, donde pueden visionarse no sólo los documentales que proyectamos durante el festival, sino algunos de los más votados por el público. Con la cantidad de títulos que proyectamos, es imposible verlos todos durante el evento y queremos dar ese plus también a aquellos que no pueden asistir al festival porque, por ejemplo, están fuera de la ciudad.
— Pero, ¿han notado estos cambios de hábito en los espectadores?
— Durante el año, la gente nos tiene muy abajo en su lista de cosas por ver, puesto que antes verá una serie o un programa que tenga pendiente en las plataformas. Pero, cuando llegan las fechas del festival, tenemos un público fiel que tiene ganas de ver esos documentales musicales que le proponemos, en pantalla grande. No tanto como un fenómeno fan, buscando a la estrella, sino también como un descubrimiento, ya sea de un sonido, unas bandas, un estilo, o el rostro más íntimo de algún personaje del panorama de la música. Nuestro lema sigue siendo “historias humanas por encima de la importancia de los músicos”.
— Es cierto que tienen un público que no falla.
— El espectro musical que abarcamos es tan grande que, también, de algún modo, hace que nuestro público sea muy dispar y, por lo tanto, podamos llegar a más gente que de entrada no tenga nada que ver entre si.
“Durante el año, la gente nos tiene muy abajo en su lista de cosas por ver. Pero, cuando llegan las fechas del festival, tenemos un público fiel”
— ¿Cuántos espectadores prevén registrar en esta edición, poscoronavirus y de celebración?
— Esperamos unas 40.000 personas, cifra que representa un incremento del 30% en relación a 2018, que fue un gran año. ¡Y eso que fuimos unas 400 personas en la primera edición!
— De 400 a 40.000 asistentes y 20 años en activo, con la covid de por medio. ¿Cuál cree que ha sido la clave del éxito del In-Edit?
— El festival tiene un componente de descubrimiento, pero, además, es un acontecimiento social. Porque quedas con tus amigos, no sólo para ver los documentales, sino también para tomar algo o asistir a alguno de los eventos que hay en paralelo —como los conciertos, charlas o fiestas—, y eso no lo hemos perdido, al contrario. Es uno de los festivales del otoño de Barcelona y la suerte de contar con tantos colaboradores implicados, tanto nacionales como internacionales, es que podemos ofrecer a nuestro público una calidad y variedad inigualables. Es también un punto de reunión para la industria musical.
“El festival tiene un componente de descubrimiento, pero, además, es un acontecimiento social”
— Vamos con la edición 2022. ¿Qué nos recomienda?
— Destaca un especial, de la mano de Moritz, que incluirá clásicos que retrotraen a pases memorables del festival o que perduran como hitos del género, como Anvil: The Story Of Anvil, Dig!, Jazz on a Summer’s Day, Soul Train: The Hippest Trip in America, Summer of Soul, The Devil and Daniel Johnston y The Punk Singer. Seguiremos teniendo la Sección Oficial, de la que recomiendo El káiser de la Atlántida y No callarem. En Panorama Internacional, habrá imprescindibles como Omara y Sinéad O’Connor: Nothing Compares. No quiero dejar de nombrar a las tres ganadoras de los Premios In-Edit de Grecia, Brasil y Chile, Broken Sound, Manguebit y Violeta Existe, respectivamente, así como la sección de cortos, que va a estar muy bien también.
— ¿Qué futuro quiere para el festival? ¿20 años más?
— Ojalá 20 más, ¡sí! Vamos a seguir con la internacionalización y expandiéndonos. Y aprovechando esas sinergias que ya hemos conseguido, plantear otros festivales, también de documentales, pero esta vez de moda y hacia la primavera. Y nuevos proyectos potentes que aún no puedo explicar…