Ferran Vallespinós
Ferran Vallespinós navegando.
EL BAR DEL POST

Ferran Vallespinós: Renacer seis veces

“En una edad en la que se supone que debería jugar a la petanca y bailar pasodobles en excursiones con el Imserso, he aquí que navego, hago largos recorridos en bicicleta, cocino a diario, ejerzo de divulgador científico, escribo en varios medios de comunicación, sigo con mi actividad como experto en medio ambiente, estoy en plataformas ciudadanas en contra de un mal despliegue de las renovables, doy conferencias, desarrollo un segundo doctorado en Historia Contemporánea y escribo novelas. No está mal…”, reflexiona Ferran Vallespinós a pie de barra, dando cuenta de un gintónic de Beefeater “con poca ginebra, mucho hielo y tónica Schweppes, sin más complicaciones”.

Ha llegado al anochecer, “soy ave nocturna; invertir un tercio de la nuestra cortísima vida en dormir me parece una mala inversión a no ser que tengas sueños, entonces es maravilloso”, y ha pedido que de fondo suene “música clásica, y no un todólogo hablando que nos estropee la conversación”.

En estos días ve la luz Las horas huecas (RBA), su segunda novela tras su debut en la narrativa de ficción con Los colores del último puerto en 2020, y con una conspicua producción de libros sobre ciencias, medioambiente y ecologismo a sus espaldas. “Si esta nueva novela es bien acogida por los lectores, voy a sentirme muy orgulloso, porque es mi trabajo más personal: yo solo, frente al ordenador, creando y destruyendo personajes como si fuera un dios”.

'Las horas huecas' Ferran Vallespinós
Portada de Las horas huecas, el último libro de Ferran Vallespinós.

Nacido en el seno de una familia obrera golpeada por la guerra, “con mi padre siempre trabajando pero siempre próximo”, Ferran Vallespinós fue el primero en ir a la universidad, “fui buen estudiante de Biología, casi un sobresaliente. Compaginé trabajo con estudios, jamás suspendí una asignatura, temeroso con los últimos estertores del franquismo, investigo y hago un doctorado, participo en campañas oceanográficas en distintos mares del mundo, me canso de la ciencia, traduzco unos 40 libros, fundo una empresa consultora, entro en política y acabo de alcalde de mi pueblo, Tiana, durante doce años. Cruzo el Atlántico en un pequeño velero con otros dos locos y, a la vuelta, tenemos un accidente a mil kilómetros de la isla más cercana. Ahora escribo novelas”.

Tras sorber un buen trago de su gintónic, el parroquiano retoma la palabra: “Tras analizar lo que he hecho, me atrevo a definirme: inquieto, cínico a veces, irónico siempre, conversador infatigable, buscador de experiencias, sibarita en la comida, pienso que justo y no engreído, soñador, tozudo, siempre dispuesto a aprender. Y, a pesar de todo, con frecuencia inseguro. Enamorado de la vida”.

Una vida que son varias

De su trayectoria profesional, Ferran Vallespinós destaca cuatro momentos clave: “Decidir ser biólogo y decantarme por una carrera científica. Abandonar la ciencia oficial y crear una empresa de ciencia aplicada. Entrar y salir de la política como forma de contribuir al bien común sin apego al sillón, pues fui alcalde sin sueldo. Y, finalmente, escribir novelas, algo que siempre deseé pero durante demasiado tiempo aplacé. Me gusta reinventarme. El placer de renacer en cada proyecto nuevo”.

Una vez leyó “’que la vida es una enfermedad de transmisión sexual que siempre acaba mal’. En consecuencia, ya que nuestro camino sólo es la desaparición, vivamos intensamente y con pasión y, si no tenemos otras vidas, vivamos varias en ésta”.

— ¿Y tú cuántas dirías que llevas ya?

— He vivido sucesivamente cinco vidas y ahora estoy instalado en la sexta, la de escritor.

Sobre la personal, Ferran Vallespinós cree que “ha sido bastante plana, sin puntos de inflexión, aunque no tengo claro si he resuelto bien las disyuntivas que se han planteado a lo largo de los años”. Aún así, el primero, entre los logros de su trayectoria vital, que cita es “sin duda haber sabido transmitir, en condiciones y buenos resultados, un 50% de mis genes a mis hijas y el 25% a mis nietos”.

Ferran Vallespinós
Ferran Vallespinós ha sido alcalde, biólogo, empresario, divulgador en materia de ecologismo y medio ambiente, traductor, colaborador en varios medios de comunicación y, hoy por hoy, novelista.

Historia en cada esquina

“¿Cuánto le costaría al presupuesto municipal que nadie viviera en la calle ni tuviera que mendigar para comer?”. Este y otros aspectos como “la desigualdad, la injusticia, la violencia gratuita de algunos, el sufrimiento de los niños, la falta de oportunidades reales para todos” son algunos elementos del “drama invisible que se produce en la Barcelona cosmopolita, cool, de diseño, intelectual, satisfecha de sí misma”. Una ciudad por la que, no obstante, el parroquiano siente un gran y especial afecto.

“Vine a vivir a Barcelona, desde un pueblo cercano, en los años 70. Ciudad gris con grises en la calle, cerca del Escorxador aún pasaban rebaños de corderos por la vía pública, la contaminación por las térmicas del Paral·lel y Sant Adrià era alta, el agua de mar, un asco. Estaba todo por hacer. Y se hizo, con la ilusión de recuperar la democracia. Y Barcelona finalmente se transformó con el impulso olímpico y, en una pequeñísima parte, participé en aquellos trabajos. La ciudad tiene cosas increíbles. No hay otra en la que puedas citar a alguien en un cruce y puedas concretar: mar-Llobregat o montaña-Besós. Cultura, gastronomía, calles para pasear, historia en cada esquina”. Historias de la historia, de hecho, como una que enamora particularmente a Ferran: “La construcción de la Catedral del Mar; si realmente sucedió como cuenta Falcones en su novela, es una gesta increíble que el pueblo, con su esfuerzo físico acarreando piedras desde Montjuïc, lograra construir un templo tan sobrio y bello a la vez”.

“No hay otra ciudad en la que puedas citar a alguien en un cruce y puedas concretar: mar-Llobregat o montaña-Besós”

— Lo que es una gesta notable es la oferta gastronómica que atesoramos en el Bar. Tenemos de todo: raciones, tapas, menú, platos combinados…

Se hace, entonces, un reverencial silencio, mientras el escritor, reputado gourmet y aplaudido cocinero, examina el despliegue culinario que se le ofrece.

“Plato combinado jamás; es una media de varias cosas que hace que las malas rebajen a las buenas. Ración es una buena opción, sobre todo en los bares de los mercados de Barcelona. Hubo una época prepandémica en que comía con frecuencia en mercados, con productos de proximidad garantizados. Un menú me ha de convencer por la presencia de un buen plato que tenga equilibrio con el precio: si el menú es de 12 euros, sabes que la lubina será de piscifactoría”.

— Aquí todo es fresco y, en su defecto, si no quieres salado tenemos un buen despliegue de dulces.

Ferrán Vallespinós ríe entonces, con la respuesta rápida en la  boca:

— Que sea salado, el dulce ya lo pongo yo.

Ferran Vallespinós
Otra de las vidas de Ferran Vallespinós ha sido la de cocinero.