Eugeni Verdú escriptor pintor
Abogado en activo, Eugeni Verdú aprovecha las horas nocturnas para dedicarse a escribir, pintar y hacer música.
EL BAR DEL POST

Eugeni Verdú: Nada es casualidad

“Soy abogado en ejercicio, y me gusta, pero desde siempre me obligué, robando tiempo al tiempo, a seguir con las letras y el arte. De no ser el ave nocturna que soy, hubiera resultado imposible”, explica Eugeni Verdú, fresca caña en mano, acodado a la barra del Bar, tras pedir que si algo ha de sonar de fondo sea La Competència de RAC1 o alguna de sus bandas de referencia: rock clásico de la talla de Pink Floyd, Led Zeppelin o Lou Reed, antítesis de aquella radio frustrante de su juventud, basada “en Julio Iglesias, Raphael o Camilo Sesto, lo que me daba la sensación de vivir en un país que no era el mío”. Ya ha anochecido y se halla en el final de su jornada laboral, e inicio de la otra.

Abogado en ejercicio desde 1981, este barcelonés cosecha del 57 debutó en 2010 como escritor con la novela de intriga histórica Opus Spicatum: La Crónica Prohibida y acaba, como quien dice, de volver al ruedo con su segunda obra, la exitosa La abadía de los herejes (Roca). “Ahora estoy revisando de nuevo el texto para preparar la edición de bolsillo que, según me indican, ya llevará el sello de bestseller, que no valoro por sus implicaciones económicas, sino porque anima a seguir trabajando. Reconforta saber que al lector le has gustado, que el sacrificio ha valido la pena”.

— ¿Y preparas ya nueva obra? 

— A medio plazo creo que empezaré a concebirla, pero antes trabajaré mucha documentación.

De naturaleza curiosa, “ávido por aprender y con una buena dosis de constancia”, en su juventud el parroquiano sacaba sus mejores notas en las asignaturas de historia, literatura y pintura. “¿Casualidad? No creo”. Con dieciséis años ya escribía, fotografiaba, pintaba y tocaba la guitarra.

— Militabas en una banda de rock, ¿no?

— Sí. Y después de once años hemos decidido reagruparnos, aunque será con fecha de caducidad: dos ensayos y una actuación para este otoño. Mi dedicación a la música se concibe únicamente como afición, pero justo es reconocer que ha resultado ser la mejor válvula de escape y de efecto inmediato. Es como el boxeo, pero cambiando los guantes por vatios.

Eugeni Verdú escriptor pintor
El escritor ha publicado este año su segunda y exitosa novela, La abadía de los herejes, a punto de salir en edición de bolsillo con la etiqueta bestseller.

Tirando del hilo

Convencido de que en su trayectoria nunca deja de haber un hilo conductor, el escritor afirma que cuando escribe, pinta o estudia no lo hace “pensando en un futuro, sino simplemente por saciar una necesidad personal del momento”. Por ejemplo, cuando terminó su primera novela, la releyó y se limitó a guardarla en un cajón. “Años después, la casualidad hizo que una editorial que andaba en busca de nuevos escritores supiera de mí a través del marchante que llevaba mis cuadros. Así es cómo publiqué”.

— ¿Y lo de los cuadros?

— Similar. En lo que respecta a la pintura, me descubrió un cliente de mi propio bufete de abogados. ¡Imagínate cómo la juega el destino! ¿Casualidad o causalidad?

¿Quién sabe? El caso es que buscar la raíz de ese hilo que une arte, sonido y escritura no es fácil y remite a diversos momentos como “el día que, de niño, quise pintar al óleo cuadros de Nonell para, muchos años después, acabar haciendo expresionismo abstracto, o el verano en que concebí mi primera novela, o aquel invierno en el que decidí estudiar la civilización Maya y terminé fascinado por todas las culturas precolombinas, el arte africano y el románico. O, también, cuando compré una guitarra eléctrica y decidí fundar un grupo de rock. En todo caso, hay que puntualizar que, si bien esos momentos son importantes y acumulativos, es muy posible que todo hubiera quedado en nada sin el acierto que tuve al abrir, tras fallecer mi padre, un despacho pluridisciplinar de abogados con dos de mis mejores amigos. La abogacía me desgastó mucho, pero también me lo ha dado todo”.

Eugeni Verdú escriptor pintor
Amante del Rock clásico de los 70, el autor militó como guitarrista en una banda que en breve se va a reunir para unos ensayos y un recital otoñal.

Una ciudad que gusta saber que está ahí

“Barcelona me vio nacer y, pese a que no soy propenso a recorrer sus calles ni bañarme en sus playas, no sabría mudarme a otro lugar. Me gusta saber que tengo el mar y el Gótico muy cerca, aunque no los vea”, explica el parroquiano, ultimando los sorbos finales de su caña y pidiendo ya otra, antes de confesarse “admirado por la capacidad de resiliencia de esta ciudad: ese saber afrontar con éxito las continuas adversidades”.

Especialmente molesto con “esos políticos obsesionados en expulsar el coche de la ciudad sin presentar alternativas”, Eugeni Verdú define lo de “reducir el número de carriles de las calles o frenar las mejoras de sus accesos” como medidas absurdas que implican el incremento exponencial de la contaminación del aire y la acústica. “No hay que ser muy espabilado para saber que esas retenciones y colapsos multiplican por tres la contaminación que sufren los ciudadanos, la energía consumida, el coste económico, el tiempo perdido y el estrés que supone; pero eso no parece importar a nuestros responsables”. Por este motivo, asegura que hace años renunció a usar su coche para circular por Barcelona. “Pero lo que es seguro es que eliminar carriles no es la solución”.

— Lo que soluciona muchas cosas es nuestra oferta gastronómica. Y esa segunda caña la puedes acompañar con un menú, unas tapas, raciones o plato combinado. Todo exquisito.

Algo brilla, entonces, en la mirada de Eugeni Verdú, que centra su atención en las viandas disponibles y se lo piensa un momento, antes de reconocer que no es de mucho comer.

— Pero soy muy sibarita –añade, rápidamente–, así que me quedo con lo de las raciones, ¡y por supuesto con la alternativa del tapeo!

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Eugeni Verdú se siente especialmente admirado por la capacidad de resiliencia que, a lo largo de su historia, Barcelona ha sabido demostrar.