Hay obras que cuesta acabarlas y Barcelona tiene bastante experiencia en ello. La Escuela Industrial acaba de estrenar una parte incompleta del recinto, situada en el edificio central del complejo, al que se accede por la calle Urgell. Este edificio se empezó a construir en 1926, pero la crisis económica y el cambio de régimen político con el fin de la dictadura de Primo de Rivera dejaron inacabados el espacio que quedaba debajo la cúpula que corona la fachada y que se tenía que convertir en el paraninfo —salón de actos académicos— de la institución educativa. Noventa años más tarde, se ha puesto fin a las obras, que han permitido habilitar el espacio como sala polivalente con capacidad para 600 personas, donde se pueden celebrar congresos, conciertos, obras de teatro, pasarelas… Muchas posibles opciones que permitirán a los barceloneses descubrir este nuevo espacio de la ciudad.
La reactivación de las obras en el paraninfo se produjo en 2017 y los trabajos se alargaron hasta 2020. La Diputación de Barcelona ha sido la encargada de dirigir el acondicionamiento de este espacio, que ha supuesto una inversión de ocho millones de euros. La institución supramunicipal es la propietaria de la Escuela Industrial desde principios del siglo XX, donde quería crear un centro de enseñanza técnica. Previamente, había sido una fábrica textil, propiedad de los hermanos Batlló i Batlló. El recinto se inauguró en 1870, pero tuvo una corta vida fabril, dejando de funcionar en 1889.
A pesar de esto, la Escuela Industrial destacó ya desde bien pronto por su valor arquitectónico, que se ha convertido en uno de los emblemas de la ciudad. Detrás de la construcción de la fábrica Batlló se encuentra el prestigioso arquitecto valenciano Rafael Guastavino, que alcanzó el éxito cuando emigró a Estados Unidos gracias a la popularidad que adquirió uno de sus elementos principales, una bóveda de ladrillo que incorpora hierro y cemento. En EEUU, fue el responsable de las bóvedas de la estación Grand Central o el puente de Queensboro de Nueva York.
El estilo de Guastavino se respetó en el edificio central de la Escuela Industrial, el del paraninfo, que no formaba parte de la estructura original de la fábrica y se empezó a construir en 1926, cuando la inminente Exposición Internacional de 1929 provocó una fiebre constructora en la ciudad. Joan Rubió i Bellver imitó las texturas de piedra y ladrillo que hay en otro edificio del recinto, el del Reloj. El arquitecto diseñó una entrada coronada con una cúpula, que tenía que ser la cubierta del paraninfo. Las obras de la fachada y de la entrada se acabaron, pero no pasó lo mismo con las del paraninfo.
Hasta que la Diputación de Barcelona no ha decidido condicionar este espacio entre la entrada y la cúpula del edificio central, lo que iba a ser el paraninfo había quedado olvidado y solo se recuerda que sirviera al ejército para guardar material para las milicias universitarias, una modalidad que facilitaba a los universitarios compaginar los estudios con la mili.
Ya renovado, el primer uso que ha tenido el paraninfo ha sido el primer pleno presencial de la Diputación de Barcelona desde febrero de 2020, que ha tenido lugar este jueves. Tradicionalmente, se celebran en la sede principal del organismo, el edificio de Can Serra, ubicado en Rambla Catalunya. Pero la pandemia ha hecho inviable el espacio, que no permite garantizar las distancias de seguridad necesarias.
Segundo plan de resiliencia local
En el pleno de la Diputación de Barcelona, se ha aprobado por unanimidad un plan de resiliencia local, dotado con 50 millones de euros, que tiene que servir para reactivar económicamente los municipios de la provincia después del impacto de la crisis del coronavirus. Este plan es la segunda parte del que aprobó el organismo en mayo de 2020, con un presupuesto de 100 millones de euros y que ya se ha ejecutado casi al 100%.
A diferencia del primero, centrado en atender la emergencia, el nuevo plan de choque tiene por objetivo fomentar el desarrollo local sostenible y hacer frente a las nuevas necesidades que han surgido con la pandemia, como la digitalización, según ha explicado la presidenta de la Diputación de Barcelona, Núria Marín. Se adaptará a las necesidades de cada municipio y se espera que tenga una aplicación inmediata, con el objetivo de que las acciones que se financien queden terminadas el año que viene. Asimismo, no se descarta ampliar el presupuesto en los próximos meses, en función de las necesidades de los ayuntamientos.