El presentador Marc Giró, en el Bar Antúnez de Barcelona. ©Àngel Bravo
UN COLACAO CON...

Marc Giró: “Estoy preparado para comer cartón”

Habla rápido porque tiene la capacidad innata de escuchar y pensar rápido, por eso sorprende cuando afirma que en la vida le gusta ir lento. No bebe, no viaja, no se relaja y no escucha música. Profundizar en las emociones de uno de los profesionales más histriónicos del país no es fácil porque, aunque no lo parezca, vive en una contención permanente. Publica libros, escribe artículos y presenta actos que compagina con el programa de radio 'Vostè Primer' en Rac1 y 'Late Xou' en el circuito catalán de TVE.

— Veo que para merendar también te acicalas. Me había hecho ilusiones de que vendrías en chándal.

— No, en chándal no.

No debes ni tener chándal.

No tengo, no. Y mira que soy hijo de los 80 y a los niños de esa época los vestían en chándal mono. Aunque yo era más de pantalón de franela y cuadro escocés. Pero de chándal no.

— Cuando te llamé para hacer la entrevista pensé que me dirías que no. Porque tengo la sensación de que últimamente todo el mundo te busca. ¿Lo vives así?

— No. Tú sabes que nuestro trabajo va a rachas. Yo tengo casi 50 años. Y hay subidas y bajadas y ahora es posible que yo esté en lo alto. Pero en la cuestión laboral sigo pensando cómo he pensado siempre, no me preocupa cuál es el impacto que pueda tener.

— ¿Qué quieres decir?

— Pues que yo ahora estoy arriba, tengo más trabajo y, por tanto, tengo más visibilidad. Estoy en Rac1 todos los días y con Late Xou en la tele una vez por semana. Un programa, por cierto, que ha funcionado mucho a nivel de impactos. Pero mi modo de pensar, dile empresarial u organizativo, sigue siendo el mismo de siempre.

Aprovechar el momento.

— Sí, pero a ver, yo aprovecho el momento para invertir en el futuro. A un médico de urgencias o a un cardiólogo no se le dice: “¡escuche, usted está haciendo muchas operaciones!”

— Lo decía porque parece que Catalunya te haya descubierto hace poco, cuando, en cambio, llevas muchos años dedicándote a este trabajo.

— Porque he estado muchos años viviendo en Madrid. De todas formas, yo no soy tan consciente de esa repercusión que tú dices. Es como cuando Candela Peña me contaba que ella a veces interpreta algo y el director le dice: “me gusta mucho cómo has hecho esto, vuelve a hacerlo” y ella le contesta: “es que no sé qué he hecho” y me cuenta que es porque a veces ella está, pero es como si no hubiera ido. Pues a mí me ocurre lo mismo. La forma que tengo de trabajar ha sido siempre el éxtasis.

— No sé si acabo de entenderlo.

— Pues que no sé de qué va exactamente todo esto.

— Pues va de que parece que ahora estés haciendo de golpe todo lo que no has podido hacer antes.

Es que yo creo que lo que estoy haciendo ahora no lo podría haber hecho hace 10 años. Porque ahora tengo más cabeza, más años, hago las cosas sin miedos. Ahora soy mucho más libre que hace 10 años. Pero no me extraña lo que me está pasando porque he ido haciendo un camino en el que he entendido que, en el negocio del entretenimiento periodístico, puede llegar a ocurrir esto que me ha pasado. Pero es que yo tampoco he sido ambicioso. Yo conozco el oficio desde muchos puntos de vista, como tú, y esto es fundamental.

¿En qué sentido lo dices?

En el sentido de que cuando yo hago radio, estoy haciendo radio. Cuando hago tele, estoy haciendo tele. Porque hay gente que hace tele o hace radio y en el fondo no están haciendo eso. Están buscando repercusión, visibilidad, o desean ser famosos o hacerse ricas. Que a mí me parece muy bien y es lícito. Yo, en cambio, no estoy por el beneficio industrial. Yo soy un asalariado, tengo mentalidad de asalariado. Mi estrella soy yo mismo.

¿Qué te hizo regresar a Barcelona?

Como sabes, yo estoy casado con Santi Villas. Y cuando yo he tenido trabajo en Barcelona él lo ha tenido en Madrid y viceversa. Por eso siempre hemos tenido dos pisos abiertos. Recuerdo que mi padre siempre decía: “¿pero vosotros por qué no ahorráis?”. Primero porque la gente cree que los sueldos de la tele y la radio son los de los años 80 y 90. Y no. A ver, yo no sé si hay gente que cobra como en los 90, que seguro que sí, pero a nosotros no nos ha tocado ni creo que llegue a tocarme nunca. Y por eso teníamos dos casas abiertas, porque teníamos que ir a donde está el trabajo. Y… ¿Qué me habías preguntado?

Te había preguntado, ¿qué te hace regresar a Barcelona?

— Pues a mí me echaron de Marie Claire, que era algo que ya íbamos viendo que sucedería hacía tiempo. Se fue reestructurando la plantilla hasta que de 30 terminamos quedando 5. Era como un Gran Hermano. Y fue el negocio de mi vida porque me indemnizaron después de casi 20 años. Piensa que yo no había ahorrado un duro nunca y la indemnización de Marie Claire todavía la tengo guardada. Y tuve que buscarme la vida. Yo toda mi vida, siempre he estado buscando trabajo, levantando teléfonos y pidiendo hacer colaboraciones.

— ¿Cuál fue tu primer trabajo?

Hice de canguro. Fue en el 92, cuando hacía de voluntario olímpico y tenía 17 años. Yo estaba en el Real Club de Polo de Barcelona, ​​porque yo siempre he montado a caballo y escuché que una pareja de voluntarios buscaba canguro y les dije: “Yo esto lo puedo hacer”. Y recuerdo que me dijeron: “Pero tú eres un chico”. A mí me sorprendió mucho porque yo había tenido de canguros a chicos. Y aquí me di cuenta de que yo era un chico también.

¿Fue allí?

— Si porque hay un tipo de macho que está convencido y piensa en ello todo el rato. Pero yo no pienso que soy catalán todo el día, ni que soy marica todo el día, ni que soy macho todo el día, ni que soy guapísimo todo el día. No tengo esa conciencia del ser constante. Pero veo que hay gente que sí.

¿Y cómo fue lo de hacer de canguro?

— Toda la carrera —Historia del Arte— hice canguros. Y mira, fue fabuloso porque encontré una oportunidad de negocio. Descubrieron que era más práctico contratarme a mí que a una chica porque no tenían que acompañarme a casa después y a las chicas canguros sí, por ese miedo que todavía hoy sigue presente a que las violaran o atracaran. Y a mí me daban dinero para el taxi para que volviera solo, ya que tenía menos posibilidades de ser violado, como efectivamente es.

— ¿Qué haces cuando no tienes nada que hacer?

A mí me gusta mucho trabajar. Y ahora que estamos en un bar, que es como un escenario, te digo que, si a mí me fallara todo y no pudiera dedicarme a lo mío, sería camarero. Yo sería un buen camarero o un buen recepcionista de hotel. Porque son rituales, ambientes civilizados y yo en los ambientes civilizados funciono. Yo tengo TDAH y no podría estar en un laboratorio viendo una célula transformarse en algo. Pero los espacios que son rituales los llevo bien.

— Pero yo te había preguntado por lo que haces cuando no tienes nada que hacer. ¿Cómo te relajas?

— Yo no me relajo. A mí la relajación me parece un privilegio.

Pero vamos a ver, el día que no tienes nada que hacer, ¿qué te gusta hacer?

— ¡Pues cuando no tengo nada que hacer, no hago nada! Soy muy ordenado. E incluso si me dicen de hacer algo, soy capaz de no hacerlo.

¿Qué no imagina a la gente de ti?

— Mi oficio es que la gente imagine de mí lo que ellos quieran.

¿Y ya está?

A ver, muchas veces la gente como que te ve en televisión se piensa que yo siempre estoy como cuando salgo en el Està Passant de TV3.

— ¿Y no?

— No, porque tendrían que ingresarme en un hospital. Porque ese ritmo, cardiovascularmente hablando, sería imposible de llevar.

¿Algo más que la gente no imagine de ti?

Esta entrevista es muy profunda, ¿no? Pues mira, que soy una persona que no va con prisa. Esto me lo dice mucho el equipo del Vostè Primer. Soy una persona lentísima. Creo que las cosas deben tomarse con mucha calma. La verdad es que gestiono muy bien el tiempo. Soy muy ordenado. También te diría que la gente me imagina menos peludo de lo que realmente soy. A ver si te convence más a esta.

¿No te depilas?

— No. Una vez me depilé el culo y pensé que había sido una idea terrible que no recomiendo a nadie.

— ¿Qué música te gusta escuchar?

— Yo no escucho música. Esto es algo increíble que a la gente le sorprende mucho.

— Nunca lo habría dicho.

— Yo no tengo Spotify, ni me he grabado nunca un casete, ni me he comprado un disco, tampoco soy un fan acérrimo de ningún tipo de música. ¡No me interesa nada teniendo como tengo (hace una pausa y golpea sobre la mesa) un extraordinario talento musical! Es el talento que tengo más desaprovechado.

— ¿Por qué tienes un gran talento musical?

— Porque aparte de que lo tengo y tengo oído y afino, a mi escuela vinieron unos japoneses y después de hacer pruebas a todos los alumnos nos seleccionaron a mí y a otra persona. Nos querían llevar a Japón a darnos clases de música porque éramos dos personas con un oído privilegiado. Y dije que, a Japón, a aprender a tocar el violín, ¡no iba ni loca!

— Por tanto, no tendrás ninguna canción que te evoque nada.

La música, si vas a un concierto, o a un entierro, o a una coronación, si tienes que cantar un salmo, si tienes que bailar, tiene un motivo de ser fantástico. Ahora bien, decir lo de: “voy a sentarme y me pongo a escuchar música”, pues esto a mí no me ha pasado en la vida. Yo he sido mucho de bailar sevillanas. A mí la música me emociona por sistema. Pero no escucho música. En todo esto hay una parte muy psiquiátrica que si quieres te la cuento.

Por favor.

— Esto que te voy a contar ahora me lo detectan muy rápidamente los psicólogos, que es cuando les dejo. Es cuando me dicen: “déjate ir”, “usted debe soltarse”. Y eso también sorprenderá, porque parece que yo sea una persona muy suelta. Y yo les digo: “mire escuche, yo soltarme, no me puedo soltar”. Porque eso de soltarme yo ya me lo sé. Si yo me dejo ir, no volveré. Por tanto, es menester que yo no me suelte. “Y usted está despedido como psiquiatra por no haber acertado”.

Por tanto, entiendo que vives con el freno de mano puesto constantemente.

— ¡Permanentemente! Y les agradecería a todos ustedes que también se contuvieran. Porque hay gente que es muy pava. La contención, la renuncia, la acción… tienen que ver con la libertad. Y eso de querer arreglarlo todo no tiene que ver con la libertad. Vuelvo a lo de la música de antes. Yo no podría dedicarme a la música de ninguna manera porque estaría loca. Y por eso he dejado el alcohol también, como tú sabrás perfectamente, y no me drogo con absolutamente nada, porque yo estaría ahora loca total. Porque yo soy salvaje. Yo estoy diseñado para el amor.

— ¿Para amar o para que te amen?

Para el amor, en todas sus facetas. Y esto es un peligro total. Yo debería estar subvencionado porque si dejara ir toda mi capacidad sexo-erótico festiva, no podría hacer nada más, no podría estar aquí contigo ahora porque estaría tumbado en un harén. Yo podría hacer feliz a muchísima gente, muchísimos catalanes y catalanas, pero entonces debería estar subvencionado porque si no, ¿de qué vivo yo? Te diré más. He tenido la gran suerte de nacer en una familia trabajadora, de las que tienen que levantarse para trabajar, ¡todos! Porque si hubiera nacido en una familia diferente, yo estaría echado en el sofá, cayéndome la baba y sin hacer nada. Porque me habría soltado.

¿Escuchas tus programas? ¿Te miras en la tele?

Ahora ya no. Al principio sí porque cuando eres más pequeño tienes miedo a hacer el ridículo. A veces veo que cuelgan cosas en las redes y digo: “¿uy, esto lo hecho yo?”. Por lo que te decía antes de Candela Peña, que a veces estoy, pero no he venido.

— ¿Ahora ya no te da miedo hacer el ridículo?

Para nada. Yo trabajo con el ridículo. A mí los límites del humor me la soplan, pero mira, yo quiero saber dónde están los límites del ridículo. Si el ridículo está ahí, pues vayamos un poco más allá.

¿Eres hipocondríaco?

No, pero voy al médico si es necesario. A mí a los 35 años me dolían las rodillas y apenas podía caminar. Lo dejé pasar y ese dolor, nunca más volvió. Ahora tengo otro y pienso, este será el de los 50. Y habrá uno que me acabará matando.

¿Cómo vas a celebrar los 50?

Lo de cumplir años no lo celebro en absoluto. Me es totalmente indiferente.

Y que cada vez haya más velas en el pastel, ¿te angustia?

— No. Yo creo que hay una sensación del paso del tiempo y de la vejez, de cómo cambia tu entorno, de cómo envejecen tus padres, tu marido, tu caballo, los sobrinos que se hacen mayores, los hijos que se marchan de casa… y todo esto te va acercando a la muerte. Yo pienso mucho en la muerte.

¿De qué modo piensas en la muerte?

Pues pienso en cómo será. La mía y la de mi entorno. Hablar de la muerte es el gran elefante en la habitación. Y a mí me gustaría acercarme a ella con cierta responsabilidad. Por eso dejé de beber. Por eso intento votar opciones que defiendan una ciudad con menos coches o, por ejemplo, intento cruzar mirando para que no me atropellen y lo que es más importante, intento no atropellar yo. Como estoy interesado en una muerte responsable, tampoco quiero ser el responsable de ninguna muerte. (ríe)

¿Hay algún viaje que te haya cambiado la vida?

No. Yo no soy nada de viajar. Yo, como mi padre, creo que el ocio es horroroso. He viajado mucho por trabajo y está muy bien y hay que viajar mucho. Pero ya tengo cerca de 50 años y creo que ahora deben viajar los que no han viajado.

¿Tienes el teléfono de algún político?

— No. Creo que no… ¡ah sí! Pero nunca le contesto.

¿Te escriben mensajes los políticos?

Sí, es probable que sí. Pero nunca les contesto. Nunca contesto el teléfono en general.

No viajas, no escuchas música, no contestas al teléfono…

— Y cada vez follo menos. O sea, estoy perfecto. Me he quitado de encima a gente muy pesada.

— ¿En qué te gusta gastarte el dinero?

En todo. No soy nada tacaño. Y el próximo mes quiero hacer un ejercicio: comprarme sólo la comida indispensable. Porque creo que a mí me ha pasado por encima el capitalismo y el consumismo. Yo soy un animal consumidor y a mí me provoca una gran felicidad gastar.

— Porque te los habrás podido gastar…

— Yo recuerdo no tener un duro y gastar. Me gusta gastar y comprar cosas buenas, porque duran más. Y creo que todo el mundo debería tener derecho al acceso al buen diseño. Por tanto, debemos votar opciones que estén a favor de la creación de riqueza para todos y repartida.

— ¿Lo ves factible a nivel político?

— Yo no sé si será factible o no, pero es la única solución.

— ¿Si te pierdes dónde te busco?

— Tú llámame que tienes mi teléfono. A los políticos no se lo cojo, pero a ti sí.

— Pensaba que me dirías en Formentera.

— En Formentera… ¡a ver hasta cuándo se podrá pagar eso! Porque yo he ido siempre, pero compartiendo casa, y tú también. ¿Quieres que te confiese algo?

— Por favor.

— Que a mí Formentera me gusta mucho. Pero a mí la playa nunca me ha gustado. Ni de pequeño. Y en mi casa han sido todos muy marineros, pero a mí no me gusta la playa. O sea, a ver repasemos: no me gusta la música, no me gusta la playa, no follo, no soplo velas, no me depilo y no contesto a nadie el teléfono… y Formentera para los de Formentera. Y nosotros en casa con las superilles, bien fresquitos.

— ¿Temes que este momento dulce acabe?

— Mira, yo estoy preparado para comer cartón.

— ¿Cuándo se acabe el caviar?

— ¿Esto es como el libro aquel de Carmen Posadas no? Hoy caviar, mañana sardinas. Pues eso. Si caviar, caviar y si sardinas, sardinas y si cartón, cartón. Y saber esto te da autonomía y libertad de acción, que es lo que los showmans y periodistas necesitamos.

— ¿Qué parte de responsabilidad tiene Santi Villas en el éxito de Marc Giró?

— Santi Villas es el señor que posiblemente, y no porque sea mi marido, sea quién más sabe de televisión de los que yo conozco. Y a mí me ha dirigido mucha gente. El éxito del Late Xou es suyo, clarísimamente. Porque hace una tele clásica.

— ¿Debemos volver a los clásicos en televisión? ¿Estamos abusando demasiado de la dictadura de la modernez?

— Los canales de comunicación que tenemos ahora, todos son extraordinariamente válidos. Depende de la gestión que tú realices a nivel emocional. La televisión clásica o convencional sigue funcionando porque es alta costura. Y yo, que he trabajado muchos años en moda, te diré que, para vender un pintalabios en las redes antes Chanel tiene que hacer alta costura. La televisión clásica es la alta costura. Y cuesta dinero.

— ¿Late Xou es alta costura?

— Mire, a usted el programa que estamos haciendo le puede gustar más o menos, yo le podré gustar más o menos, pero indiscutiblemente lo que yo hago en RTVE Catalunya es un muy buen programa de televisión y me atrevería a decir, mira qué huevos que tengo, que es posiblemente el mejor programa de televisión que se está haciendo actualmente.

— ¿Cómo te gusta tomarte el ColaCao?

— Siempre con muchos grumos, haciendo una pasta y con leche entera. Y me gusta hacer burbujas hasta que sale del vaso.