Cielo Barcelona Observatori Fabra
El Observatorio Fabra es propiedad de la Real Academia de las Ciencias y las Artes de Barcelona. ©Alfons Puertas

El cielo de Barcelona es una pieza clave en el estudio del cambio climático

Hace 108 años que desde el Observatorio Fabra se recogen cada día datos meteorológicos que se envían a la Organización Meteorológica Mundial. Es uno de los pocos registros seriados más largos de Europa y ha permitido constatar que en 2022 la capital catalana ha vivido el año más cálido del último siglo.

Desde el año 1914, la temperatura, el viento, la lluvia, las nubes, los rayos y truenos, la calima, las horas de sol o los tornados y mangas sucedidos en Barcelona no han pasado nunca desapercibidos. Todo lo que ha intervenido en el estado de la atmósfera en este rincón del Planeta ha sido medido, grabado, fotografiado y anotado personalmente por meteorólogos desde la cumbre de un cerro vecino a la montaña del Tibidabo, donde está el Observatorio Fabra. Inaugurado en 1904 por el rey Alfonso XIII, es propiedad de la Real Academia de las Ciencias y las Artes de Barcelona (RACAB), que tiene su sede en las Ramblas, y 250 años de historia.

A 415 metros sobre el nivel del mar, especialistas en meteorología han recogido, de manera ininterrumpida durante más de 100 años, datos que sirven para estudiar el clima y evaluar si cambia o no. Son datos muy buenos para el estudio del cambio climático porque han sido tomados diariamente, en tres momentos diferentes de cada uno de los 365 días del año: a las 7, a las 13 y a las 18 horas. “Ni durante la guerra civil se detuvo esta actividad”, precisa Alfons Puertas, uno de los meteorólogos que actualmente trabaja en el Observatorio Fabra haciendo esa minuciosa tarea de recogida de datos. “Esto, climáticamente hablando, interesa mucho porque desde el 1914 hasta hoy representa una serie muy larga de información que, en Catalunya, solo el observatorio del l’Ebre también ha reunido”, dice Puertas. 

“En España, solo tres o cuatro, entre ellos uno en Madrid y otro en Cádiz y, en toda Europa, una docena, son los observatorios que cuentan con series tan largas de datos; una información que, para el estudio del clima, es la que más se valora”, añade el meteorólogo. “Y nuestra singularidad —puntualiza— es que son datos no solo instrumentales, sino también personales, información fruto de la observación individual realizada todos los días del año”. 

Todo lo que él y sus compañeros ven y mesuran desde el Observatorio Fabra lo envían al Servei Meteorològic de Catalunya, y a la Agencia Estatal de Meteorología, desde donde lo hacen llegar a la Organización Meteorológica Mundial.

En realidad, en el Observatorio Fabra se recogen datos desde el 1904, cuando fue inaugurado, pero la serie ininterrumpida se cuenta a partir del 1914, que fue cuando Eduard Fontseré, meteorólogo, astrónomo y sismólogo, fundador y director del Servei Meteorològic de Catalunya, bajó al jardín instrumentos medidores —que anteriormente estaban situados en un lugar más elevado— para, así cumplir con la normativa internacional.

Entre los diferentes instrumentos, además del pluviómetro, el termómetro, el evaporímetro y la veleta y el anemómetro (para medir dirección y velocidad del viento, respectivamente), hay un heliógrafo, una bola de vidrio que es una lupa, delante de la cual se coloca cada día un cartón, de forma que allí donde incide el sol, el cartón se quema. Y así es como se mide cuántas horas de sol hay al día. 

Cuatro personas componen el equipo de meteorólogos que cubre las observaciones desde el observatorio todos los días del año, sin excepción de ninguna fiesta. “Nuestra finalidad no es la previsión meteorológica, sino hacer observación. Somos los notarios que certificamos el tiempo que ha hecho”, aclara Alfons Puertas.

Vista de Barcelona desde el Observatori Fabra, que recoge los datos meteorológicos de la ciudad desde hace más de cien años. ©Alfons Puertas

Con los registros hechos en Barcelona, explica, “la principal conclusión de nuestra serie es que la temperatura, clarísimamente, está subiendo. Desde el 2014, lo ha hecho casi dos grados”. El pasado día de Navidad, Puertas explicó en un tuit que el Observatorio Fabra había batido por segunda jornada consecutiva su récord de temperatura máxima en diciembre. El observador reportó un valor de 22,1 °C, superando el récord que se había registrado el día anterior, de 21,7 °C. Según Puertas, es el mayor valor desde el inicio de la serie, en 1914. El anterior máximo en un mes de diciembre había sido de 20,6 °C, en 2015.

2022, un año meteorológico de récords de calor

Esta misma semana, el Observatorio Fabra ha hecho balance del conjunto de 2022, un año en el que se ha batido el récord de temperatura media anual. Nunca hasta ahora la temperatura registrada durante todo un año en Barcelona se había situado en los 18,1°C, por encima de los 16,8°C de 2020. El pasado año también fue extremo en número de noches tropicales, ya que nunca se habían contabilizado 76 noches en las que la temperatura no bajó de los 20°C. El ejercicio también pasará a la historia meteorológica por el récord de días de calor, con 73 días con temperaturas máximas de más de 30 °C.

Alfons Puertas: “Nuestra finalidad no es la previsión meteorológica, sino hacer observación. Somos los notarios que certificamos el tiempo que ha hecho”

El trabajo de los meteorólogos en la cumbre barcelonesa es un trabajo de hormiguita. Tienen muchas rutinas que les hacen estar en los espacios exteriores, en las terrazas o en los jardines del observatorio. Mañanas y tardes observando el cielo y el horizonte les lleva a fijarse en muchos detalles. La presencia del arco iris, la irrupción de truenos, si hay tormenta sobre el mar y el tipo y cantidad de nubes que se ven desde lo más alto del observatorio lo contempla y anota cada meteorólogo. Alfons Puertas, junto con Javier Martín-Vide, es autor del Atlas de Nubes del Observatorio Fabra, una colección fantástica de fotografías que muestran el gran espectáculo que es nuestro cielo en ciertos días y momentos del año. El de Barcelona es el primer observatorio que publica un trabajo fotográfico así, con todas las imágenes hechas desde mismo lugar. El trabajo, que es una maravilla para los ojos, mereció el premio Serra d’Or.

Alfons Puertas, técnico de la Sección de Meteorología del Observatorio Fabra, mostrando el heliógrafo, que contabiliza las horas diarias de sol. ©Carme Escales

Tornados y mangas

Otra curiosidad que nos comenta Alfons sobre los fenómenos meteorológicos vividos desde la cumbre barcelonesa es que cada año ven tornados y mangas (tornado sobre el mar). A veces la misma lluvia no lo permite ver, pero pueden darse, porque siempre se acaban viendo. 

Otra cosa que ven desde la terraza del observatorio es la isla de Mallorca. No es ningún mito –recalca el meteorólogo-, “unas 30 veces al año, sobre todo en otoño, en invierno y a principios de la primavera, y al alba, cuando empieza a clarear el día, vemos la sierra de Tramontana, donde se encuentran las montañas más altas de la isla”. También el Pirineo nevado, el Puigmal y el Montseny se pueden ver en días claros.

Y, en paralelo a las horas y horas acumuladas de observación a vista de ojo, en el Observatorio Fabra se van grabando continuamente, durante las 24 horas de cada día, todos los seísmos que se llegan a sentir en Barcelona. “Hay unos 400 terremotos al año en Barcelona, que es la realidad sísmica de muchos lugares. Son muy pequeños. Estos, en concreto, vienen del Pirineo e irradian hacia aquí”.

Desde el observatorio, Javier Martín-Vide y Alfons Puertas fueron fotografiando las formas del cielo para su Atlas de Nubes del Observatorio Fabra. ©A. Puertas

La actividad meteorológica y sísmica del observatorio completa, en realidad, la tarea por la que es más conocido y se continúa dando a conocer al público este edificio donde hay dos telescopios, dos joyas perfectamente conservadas. Uno más grande, del año 1903, con tecnología del siglo XIX, pero construido en el siglo XX y que todavía hoy está en funcionamiento. “Se usa para mirar la luna y los planetas, pero a nivel divulgativo”, concreta Alfons Puertas. El otro es una pieza de museo que no se usa. 

A través de la empresa dinamizadora cultural Sternalia, se pueden reservar visitas nocturnas guiadas y, de junio a octubre, participar en las Cenas con estrellas, que combina la divulgación científica con una cena al exterior del observatorio, con unas privilegiadas vistas nocturnas de la ciudad de Barcelona. En la visita guiada al observatorio se va repasando su historia y actividades, y se entra en diferentes salas, como la de actas, que conserva el mobiliario original. Hoy se usa todavía para las reuniones de la junta directiva de la academia.

Con el aumento de la actividad y la vida en la ciudad de Barcelona, la contaminación lumínica fue complicando la observación de los astros a nivel profesional, por ello, hace 15 años se acabó  construyendo un nuevo observatorio, en la sierra del Montsec, en la comarca leridana de la Noguera, en el prepirineo, que está gestionado desde Barcelona y también es propiedad de la RACAB. 

Telescopio Fabra, hoy con mínima actividad profesional, dados los altos niveles de contaminación lumínica en la ciudad. Sí tiene un buen uso divulgativo en las visitas al observatorio.

Programa europeo

La especialidad astronómica propia del Observatorio Fabra actualmente es el seguimiento y vigilancia de asteroides y cometas, y no la astrofísica del universo. Se localizan rocas que orbitan alrededor del sol, mucho más numerosas y pequeñas que los planetas. La sección de astronomía, dirigida inicialmente por el ilustre astrónomo Josep Comas y Solà, tradicionalmente ha trabajado en pequeños cuerpos del sistema solar, como por ejemplo asteroides y cometas. En este tiempo se han descubierto 12 asteroides y 2 cometas, uno de estos últimos, periódico.

Desde 2010 se trabaja muy intensamente en el campo de la basura espacial (desechos en órbita terrestre de origen humano) con el Telescopio Fabra-ROA Montsec (TFRM) situado al Observatorio del Montsec. Concretamente, desde 2016, participan muy activamente en el programa espacial de la Unión Europea denominado Space Survelliance and Tracking (SST-UE), establecido por decisión del Parlamento europeo, en 2014. La misión del Observatorio Fabra con el TFRM es la detección y catalogación de la basura espacial, principalmente en la zona Geoestacionaria, obteniendo posiciones astronómicas de precisión para poder calcular la órbita de los objetos y prevenir posibles colisiones.

Toda la información sobre el seguimiento de asteroides se envía al Minor Planet Center, que es el organismo internacional dirigido por la Unión Astronómica Internacional que centraliza todos los datos. Los propios astrónomos acuden al observatorio cuando saben que un asteroide se puede acercar más de lo normal a la tierra y desde cada centro planean el seguimiento. Pero prácticamente toda la parte astronómica se hace desde el Montsec.

Los responsables de los desechos espaciales somos los humanos, porque son restos de satélites antiguos que se lanzaron al espacio hace muchos años. Y, a pesar de que ya no se usan, todavía rondan en el exterior de la tierra.

Imagen de la basura espacial alrededor de la tierra. ©Secció Astronòmica de l’Observatori Fabra.

Origen del Observatorio Fabra

La observación astronómica fue la razón impulsora de la creación del edificio del Observatorio por parte de la RACAB. En el éxito del proyecto una mujer tuvo un papel clave. Dolors Puig era la esposa de Camil Fabra, el dueño de la fábrica textil Fabra y Coats, que estaba en el barrio de Sant Andreu de Barcelona. Los hijos darían nombre al paseo de Fabra y Puig. A Dolors le gustaba la astronomía y parece ser que fue ella quien sugirió a su marido que hiciera el donativo testamental que permitió llevar a cabo el propósito que la RACAB tenía previsto construir en el Tibidabo. El proyecto fue encargado al arquitecto José Domènech y Estapé, autor también de la Facultad de Medicina de la UB, el Hospital Clínico, la antigua sede de Gas Natural en el Portal del Ángel y la cárcel Modelo.

Asesorado por José Comas, el arquitecto tuvo que diseñar un pilar con sus propios cimientos ubicado en el centro del edificio que sostiene el telescopio, porque así este no toca el edificio y evita que los pasos de cualquier persona lo hagan temblar. Una cúpula protege el telescopio del viento y se abre hasta un metro para permitir la observación del cielo. El telescopio lleva, además, una cámara fotográfica incorporada.

Telescopio histórico del Observatorio Fabra, hoy en desuso, que puede contemplarse durante la visita guiada. ©Carme Escales

Vida familiar en un entorno científico

El año 1903, cuando el observatorio se inauguró, se contrató a una familia para que hicieran de masoveros. Vivían en el observatorio y se encargaban del mantenimiento del edificio y de los campos de su alrededor, donde tenían huertos, gallinas, conejos y cabras. Eran Gabriel Campo y Juliana Cunchillos, y sus hijos, Gabriel y Santiago. El hijo mayor formó parte posteriormente de la sección meteorológica del observatorio, mientras que el pequeño continuaría como masovero, y también su hija, María. La cuarta generación ya no se vinculó a las tareas del observatorio. Desde entonces, después de unos ochenta años de haber visto nacer y fallecer a familiares Campo, ya no vive nadie en el edificio, y los aposentos que habían sido su vivienda son ahora despachos.