Filmoteca Catalunya
La sede del Raval se inauguró el 21 de febrero de 2012. © Filmoteca

Los diez años de la Filmoteca en el Raval

Casi 1,3 millones de espectadores han pasado por sus salas en esta primera década en la Plaza de Salvador Seguí

La Filmoteca de Catalunya cumple este lunes diez años en el Raval. Fue el 21 de febrero de 2012 cuando empezaron las proyecciones en la nueva sede, que respondía a la necesidad de poder concentrar en un único lugar todas las actividades que impulsa este equipamiento cultural dedicado al cine. Antes de acabar aquí, había tenido múltiples ubicaciones, entre las que muchos aún recuerdan la última, en el antiguo cine Aquitania, en Avenida de Sarrià, donde estuvo veinte años. A las sesiones que ofrecía, se sumaron el archivo de películas, la biblioteca, las exposiciones y los servicios educativos, repartidos en diferentes dependencias. “Una larga aspiración de la Filmoteca era disponer de una sede propia que lo aglutinase todo”, cuenta su director, Esteve Riambau, en una entrevista con The New Barcelona Post.

Se acabó concentrando todo en el nuevo edificio que se construyó de la nada en la Plaza de Salvador Seguí. Solo se llevó a otro lugar su archivo de películas, que se ubicó en el Parc Audiovisual de Terrassa. Es ahí donde se preservan más de 40.000 títulos y unas 200.000 bobinas, que abarcan desde principios del siglo XX y ponen un énfasis especial en el cine catalán. La elección de focalizar la actividad en el Raval despertó la suspicacia de algunos que creyeron que alejaría a los espectadores. Voces apocalípticas pronosticaron la catástrofe, con la certeza de que se producirían múltiples incidentes y se tendría que avisar constantemente a la policía. “Nunca hemos tenido ningún problema”, recalca Riambau.

El centro cultural también era consciente de que nunca ha sido una de las principales necesidades que tiene el barrio en el que se encuentran, pero han intentado contribuir a mejorar el entorno que le rodea, con sesiones en las que el Raval era el protagonista de las películas y colaborando con sus escuelas y asociaciones. Riambau añade que la plaza se ha transformado en estos diez años y, especialmente, gracias a La Monroe, el bar anexo a la Filmoteca. “Se han integrado absolutamente en el barrio y han sabido crear una atmosfera y un polo de atracción para gente joven. El bar ha cambiado absolutamente la plaza, de día y de noche”, señala.

Obres Filmoteca Raval
La sede en el Raval se alzó sobre un solar que era propiedad del Ayuntamiento. © Filmoteca

La Filmoteca no se puede explicar sin su entorno, como demuestra uno de los episodios que recuerda Riambau al repasar los diez años en el Raval. La tarde del 17 de agosto de 2017 se estaba proyectando Río grande, dirigida por John Ford y protagonizada por John Wayne y Maureen O’Hara. A pocos metros, en la Rambla, se estaba produciendo un atentado terrorista que dejó 13 muertos. “La decisión que tuvimos que tomar era si interrumpíamos la proyección y sacábamos a los espectadores o manteníamos la calma, cerrábamos puertas y esperábamos a que acabase la película para salir ordenadamente”, explica. Se optó por la segunda opción, haciendo salir a los usuarios por la puerta de atrás y diciéndoles que no fueran a la Rambla. “No pasó nada, pero la furgoneta estaba muy cerca de aquí y el terrorista pasó al lado de la Boqueria. Estábamos en el epicentro”, añade.

Ese ha sido uno de los momentos complicados que ha vivido la Filmoteca durante estos diez años en el Raval, como lo ha sido también la pandemia, aunque los buenos momentos han sido los que han acabado predominando. “Episodios destacados ha habido muchos, la mayoría buenos. El balance no puede ser más positivo”, defiende Riambau. Como cuando la actriz y cantante alemana Hanna Schygulla visitó Barcelona con motivo de la retrospectiva que se le había dedicado y lo hizo con la única condición de poder cantar en la misma sala de cine de la Filmoteca, cerrando su concierto con una canción de Lili Marleen. Riambau también recuerda cuando vino una hija de Orson Welles y Keith Baxter, uno de los actores de una de sus películas, Campanadas a medianoche. La visita se acompañó de una proyección del film en la iglesia de Cardona, donde se había grabado buena parte de la película.

Otra retrospectiva fue la que trajo a la capital catalana a Maria de Medeiros. La actriz portuguesa quiso poner en valor las películas más pequeñas que había hecho y consintió que se incluyera Pulp Fiction, pero pensó que nadie iría a ese pase porque está en internet y era muy conocida. Acabaron viniendo más de 200 personas. “La puede haber visto todo el mundo y puede estar en Youtube pero verla en una copia de cine, en pantalla grande, en versión original subtitulada y presentada por ti solo es hoy, aquí y ahora —le dijo Riambau a De Medeiros—. Esta es la diferencia que nosotros nos podemos permitir y hay un público que sabe que se encontrará con ese plus”. Junto con el Phenomena, son la única sala que proyecta cine analógico de la ciudad. Hasta ofrece música en directo para acompañar a las películas mudas.

Pianista Filmoteca Joan Pineda
Joan Pineda, el histórico pianista de la Filmoteca, acompañando con el piano una película. © Filmoteca

Y es que el público de la Filmoteca es, además de exigente, muy fiel. Con la pandemia, solo se ha perdido un 25% de los espectadores, pasando de los 100 usuarios de media por sesión a los 75. También cuentan con unos 400 abonados anuales, más allá de los espectadores puntuales. “Hay gente que la ves aquí cada día”, recalca Riambau. Con todo, la sede del Raval celebra su décimo aniversario con un histórico de casi 1,3 millones de espectadores, que han acudido a más de 13.000 sesiones. 2015 fue el año con más público, con 148.768 asistentes, mientras que, como no podía ser de otra manera, 2020 fue el que tuvo menos, con solo 66.752.

Pese a esto, la covid les ha servido para poner en valor la presencialidad: “Una Filmoteca es un equipamiento físico en el doble sentido de la palabra. Para conservar las películas, se tiene que hacer físicamente: tienes que estar ahí para recibir las latas y los discos duros y los tienes que guardar. Desde el punto de vista de las proyecciones, para nosotros, son proyecciones de cine en una sala a oscuras y con el público presente”. Por lo que, para Riambau, el 26 de junio de 2020 también quedará marcado en el calendario histórico de la Filmoteca, siendo el día en el que volvieron a la actividad después del confinamiento y lo hicieron con Do the Right Thing de Spike Lee.

Plaça Filmoteca
El equipamiento cultural celebra el décimo aniversario de la sede del Raval con un histórico de más de 13.000 sesiones. © Filmoteca

De cara a los próximos aniversarios

Una de las máximas incertidumbres que viven todas las filmotecas del mundo, y el sector del cine en general, es la evolución de la digitalización, que ha dejado atrás las películas analógicas y ha apostado por las digitales. “Mientras el cine era analógico, sabíamos que, colocando las películas en rollos de celuloide a baja temperatura y sin humedad, se conservaban durante decenas y centenares de años. Cuando la industria decide digitalizar el cine, se facilita la difusión, pero abre la gran incógnita de la preservación. Una película digital son cuatro terabytes, una burrada de memoria, y la única posibilidad es que lo coloques en un superordenador que cada año va ampliando su memoria y cruces los dedos para que no se pierda y que de aquí diez años haya aparatos capaces de reproducir la tecnología de hoy”, explica Riambau. Todo esto, claro está, hace subir el precio de la conservación, con un coste entre seis y diez veces más alto que las bobinas. “La incertidumbre es absoluta”, enfatiza.

No fracasar en uno de sus objetivos principales, la preservación del patrimonio cinematográfico, es uno de los retos de futuro que afronta la Filmoteca, pero no el único. Riambau también señala la necesidad de digitalizar su archivo, para hacerlo más accesible y lograr una mayor difusión, y dotarse de más independencia jurídica, como la que tienen otras instituciones culturales, por ejemplo, el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) y la Biblioteca de Catalunya.

Arxiu Filmoteca Catalunya Terrrassa
Las películas digitales presentan más problemas de conservación que las bobinas, que son las que aún representan buena parte de las 40.000 películas que se guardan en el archivo en Terrassa. © Filmoteca