No ha pasado ni un año, pero qué año, desde que el cocinero malagueño Dani García bajara la persiana de su restaurante, Dani García, despidiéndose así —sin mucha pena y con bastante gloria— del universo Michelin en particular y de la alta cocina en general. Ni 365 días después, mientras el mundo parece girar lentamente, el universo García ya ha dado unas cuantas vueltas al sol: Leña, en Marbella; Dani, la brasserie del Four Seasons de Madrid, y ahora La Gran Familia Mediterránea, un proyecto de delivery con el que por fin el chef llega hasta los paladares de los barceloneses para alimentarlos con algunos de sus platos más icónicos.
No falta el brioche de rabo de toro en las opciones, pero también ofrece una horquilla más amplia, apta para todos los gustos. Y a tenor de la acogida que ha tenido, parece que la cosa funciona. “Me hubiese encantado que mi llegada a Barcelona hubiese sido con un restaurante”, cuenta García en una conversación mantenida en mitad de rodajes, proyectos y reuniones, “pero este no es el momento de aterrizar en una nueva ciudad, con todo el desembarco que supone la apertura de un restaurante, así que hemos encontrado la solución intermedia”.
Y más o menos es, efectivamente, lo que La Gran Familia Mediterránea propone, una marca creada bajo el paraguas de Dani García, con una variedad de opciones gastro disponibles solo en formato para llevar. “La creación de este formato no fue fruto del confinamiento, pero la pandemia lo aceleró”, aclara. “Nosotros tenemos una especie de cajón virtual con diferentes tipos de conceptos y marcas y, entre ellos, teníamos un delivery”, explica García. Y continúa: “La historia comienza hace un par de años, cuando un amigo, Félix Ruiz (cofundador de Tuenti), soltó un término del que yo no había oído hablar nunca, dark kitchen o ghost kitchen, algo que meses más tarde también escuché en Nueva York, pero ahí se quedó”.
Bravas, rabo de toro y hasta sushi
Pero para lo que a muchos una pandemia supuso un parón profesional y hasta vital, para el cocinero malagueño fue el impulso definitivo: “Cuando llegó el confinamiento, llegó el momento. La Gran Familia Mediterránea, nuestra línea de negocio de delivery, surgió de forma natural como un mix de todo, de lo que nos han contado sobre cómo trabajan el concepto en Estados Unidos, de la experiencia de amigos como Ruiz y de mi propia experiencia personal como cliente y como comensal”. Y añade: “Para un formato delivery como el nuestro, ejemplos como que mi hija se pelee con su hermana porque una quiere cenar pizza y la otra japonés fueron definitivos, porque fue así como pensamos en una marca paraguas y que de ella colgaran diferentes cocinas donde escoger”. Efectivamente, la familia es grande y la selección generosa, con platos que van desde una ensaladilla rusa con atún hasta una bandeja de sushi o platos más personales como su famoso brioche o un Mac & Cheese con cuatro quesos mediterráneos
Puede que la familia no se elija, pero en este caso García no ha dejado nada al azar, a pesar de que, como él mismo confiesa, hasta hace unos años ni siquiera había escuchado el concepto que hoy le está dando tantas alegrías. “Una dark kitchen es una cocina absolutamente normal, pero sin sala, y está ubicada en lugares estratégicos, pero inimaginables. En Madrid tenemos tres, en Barcelona dos y en Marbella una, y estamos buscando en más sitios”, indica.
García suma y sigue: “Claro, lo bueno de este tipo de proyectos es que crecer es fácil y el riesgo y la inversión es diez veces menor que en un restaurante”. No se ve como un pionero en este negocio, teniendo en cuenta que Paco Roncero y Ramon Freixa también cogieron una cocina aparte y crearon algo similar. Para Dani García, “ellos también entendieron bien este concepto, con una diferenciación entre la alta cocina, como debe ser”.
Para un formato delivery como el nuestro, ejemplos como que mi hija se pelee con su hermana porque una quiere cenar pizza y la otra japonés fueron definitivos, porque fue así como pensamos en una marca paraguas y que de ella colgaran diferentes cocinas donde escoger
Sin proyectos “físicos” a la vista
A pesar de ser un amante confeso de Barcelona, García aún no tiene un proyecto en firme para ella, pero sí “numerosas propuestas”. Aclara por qué Madrid, y por partida triple, y aún nada en la ciudad catalana, basándose en las diferencias entre ambas capitales. “Barcelona y Madrid son muy diferentes gastronómicamente hablando y mientras que Madrid tiende más a un formato más grande, donde todo cuenta más, no solo la cocina, Barcelona es todo lo contrario, más foco en la cocina y un concepto más íntimo”, expone.
Es evidente que la gran familia, mediterránea o no, en la que ha convertido García su imperio gastronómico no contempla, de momento, presencia física en Barcelona, algo que el cocinero confirma, no sin deshacerse en explicaciones por el camino. “De alguna manera nos hemos resistido un poco a dar el paso y hemos apostado primero por Madrid porque allí el lunes, martes o miércoles no es lo mismo que en Barcelona, por muchas cuestiones, entre ellas una cultural. La gente sale mucho más en Madrid que en Barcelona y, siendo honestos, si tengo dos millones de euros y me pregunto dónde los meto, obviamente preferiré un restaurante que llene cada día”, razona.
Hemos apostado primero por Madrid porque allí el lunes, martes o miércoles no es lo mismo que en Barcelona, por muchas cuestiones, entre ellas una cultural. La gente sale mucho más en Madrid que en Barcelona
Que la pandemia ha sido una buena excusa para estar presentes en Barcelona de una manera más rápida y más ágil, como lo es a través de un delivery, es algo innegable, “aunque sea con una de nuestras marcas más low cost”, afirma García, a quien le hubiese gustado llegar a la capital con alguno de sus últimos y más aplaudidos conceptos, como Leña o Lobito, pero la sensatez les decía que esta era la “mejor forma” para desembarcar, de momento, en la ciudad. “Pero tiempo al tiempo, todo llega”, remarca.
Y a pesar de que el cocinero afirma que duerme y que hasta que tiene días libres, “liberarse de la alta cocina también te deja más tiempo”, pero lo cierto es que está imparable. “Lo que pasa es que llevamos años trabajando en todo esto y tenemos la inercia de todo lo que queríamos hacer, segundas marcas… Y todo está funcionando bien. Al final yo solo me dedico a darle forma, yo no estoy friendo croquetas porque es inviable”, ilustra. Y agrega: “Estamos haciendo lo que queríamos hacer”. No imagino nada mejor en la vida para tener éxito. Y de eso, García, sabe un rato.