Xavier Theros, periodista y escritor.
El periodista y escritor barcelonés Xavier Theros. © Consuelo Bautista
ENTREVISTA A XAVIER THEROS

Cuando las calles pertenecían a la Sexta Flota

Tras casi 15 años desde que viera la luz, La Campana reedita el fundamental La Sisena Flota a Barcelona del escritor y cronista Xavier Theros. Un libro esencial que explora con meticulosidad las casi cuatro décadas en que las calles del Barrio Chino (y aledaños) se vieron atestadas de marineros estadounidenses. A través de múltiples entrevistas, hemeroteca y una necesaria pizca de memoria sentimental, el volumen plasma —con todos sus colores y olores— la pisada que el señoreo de aquellos chavales fornidos tuvo en un entramado callejero que mutó, desde el tercermundismo de una posguerra en que la cartilla de racionamiento todavía estaba en uso, hasta el despegue de una ciudad a punto de dejar de ser preolímpica, a medio camino entre la ilusión por estar en el mapa y el cabreo por todo lo que aquello iba a suponer.

Un bombazo, pocos meses después del referéndum de la OTAN, puso fin a aquel idilio que se había iniciado en 1951 con el atraque del primer portaaviones americano en el puerto y, con éste, la entrada en nuestra urbe del tabaco americano, del rock & roll y el rhythm & blues, de la Coca-Cola y, sobre todo, de dólares que podían comprar lo impensable. A partir de 1987, los marineros yanquis desaparecieron de nuestras calles. Su lugar lo tomaron hordas de turistas, entre los cuales algunos que habían visitado la ciudad con anterioridad enfundados en uniformes de la US Navy. Pero esa larga permanencia de la Sexta Flota en Barcelona había dejado su huella, y nada iba a quedar igual.

— Echando la vista muy atrás, ¿cómo te nació la idea de escribir sobre la Sexta Flota en Barcelona?

— Empezó siendo una pequeña crónica para el diario El País, que después se convirtió en reportaje, y finalmente en libro. Partió de una epifanía, una noche de copas en el bar Kentucky de l’Arc del Teatre, un lugar que todavía conservaba algunos recuerdos del paso de los norteamericanos por la ciudad. Mi sorpresa fue que no se hubiese publicado nada al respecto, entonces todavía era un tema menospreciado por la crónica local. Aquello coincidió con la crisis de 2008, que un año más tarde se llevó por delante a la prensa de este país. Yo fui uno de los afectados, así que le propuse a La Campana escribir el libro a cambio de un adelanto, y a eso me dediqué en exclusiva durante los siguientes meses. Fue una experiencia apasionante y extenuante a la vez, que no volvería a repetir.

— En el libro juntas una extraordinaria cantidad de información sacada de libros y de la hemeroteca, con una enormidad de entrevistas que incluyen a camareros de la época, prostitutas, marineros americanos y personajes variados del Barrio Chino. ¿Cuánto tiempo te llevó completar la obra?

— Algo más de un año de dedicación completa. Empecé con los primeros personajes que había entrevistado ya para El País, sobre todo con Manolo Pellicer, el propietario del Kentucky, que fue quien me inició en el tema, y con el periodista Eladio Gutiérrez, que me puso en contacto con algunos de los mejores testimonios del libro. Al mismo tiempo, puse un anuncio en todas las webs de asociaciones de marineros de la Sexta Flota de los Estados Unidos, solicitando recuerdos, impresiones, comentarios de su paso por Barcelona. La respuesta fue entusiasta, recibí casi doscientos testimonios de todas las épocas, desde la primera visita en 1951, hasta las últimas a finales de los ochenta, donde hablaban de comida, de bebida, de música, de amores y diversión.

— Haciendo balance: ¿qué dirías que trajo de bueno la Sexta Flota con su llegada a Barcelona?

— Los marineros trajeron dinero, mucho dinero. Y modernidad, mucha modernidad. En una ciudad donde todavía funcionaba la cartilla de racionamiento, parecían llegar directamente de Hollywood. Con ellos se introdujo el sistema de vida americano, la Coca-Cola, los donuts, los platos combinados, el queso Cheddar y la leche en polvo, el jazz moderno, el rock & roll y la salsa, los pantalones tejanos, el cortaúñas, los encendedores Zippo, hasta los calzoncillos tipo slip. Los lugares que ellos frecuentaban se convirtieron en la Meca para los espíritus más inquietos de la ciudad, locales donde podía escucharse una música que no sonaba en las radios nacionales.

Un portaaviones frente a la costa barcelonesa.
Jóvenes mirando a un portaaviones frente a la costa catalana. © Emilio Pérez de Rozas.

— ¿Y qué trajo de malo?

— La prolongación del franquismo, ese ente agotado y aislado tras la Segunda Guerra Mundial, que gracias al amigo americano sobrevivió tres décadas más. Los Estados Unidos enviaron a la Sexta Flota como avanzadilla diplomática para afianzar los Pactos de Madrid de 1953. A cambio de instalar bases militares y atraer a la dictadura a la órbita capitalista, le dieron cobertura al Régimen, que muy pronto ingresó en organismos internacionales como la ONU, al mismo tiempo que recibía los beneficios del crecimiento europeo en forma de comercio y turismo.

— Para quien no haya leído aún el libro (y ya está tardando): de todas las anécdotas que recoges ahí, ¿cuáles son tus preferidas?

— Anécdotas hay muchas, los marineros eran adolescentes, muchas veces reclutados a cambio de recibir becas universitarias, que llegaban a la ciudad con varios sueldos íntegros en el bolsillo, después de largas travesías en barcos donde no había ni mujeres ni alcohol. Desde el marinero que se quedó encerrado en los lavabos del bar California, y que fue el único superviviente del accidente que se llevó la vida de 49 americanos, en enero de 1977, hasta la de los marinos borrachos que interrumpieron la circulación del metro en 1972, corriendo por los túneles; desde la niña del colegio Collasso i Gil del Barrio Chino, a quien los tripulantes del petrolero USS Marías apadrinaron, hasta el señor Fernández, que daba clases de inglés a las prostitutas barcelonesas, en la terraza del bar Cosmos, para que estas se pudieran entender con sus nuevos clientes.

— En su día el libro tuvo mucho éxito, convirtiéndose en un fenómeno de culto nada más nacer. ¿Es cierto que sobre la base de éste se planteó hacer un documental con el hoy difunto Francesc Betriu?

— En la Navidad de 2010, el escritor Juan Marsé adquirió unos cuantos ejemplares de mi libro y se los regaló a sus amigos. Uno de ellos fue Francesc Betriu, con quien me estuve reuniendo durante dos años haciendo el guion de un documental que no encontró financiación. Era el momento más bajo de la crisis y nadie soltaba un duro, ni para un director con su prestigio. Betriu era un tipo sensacional, nos reuníamos en el desaparecido Can Pitarra y luego hacíamos larguísimas sobremesas. Incluso llegamos a fantasear con hacer un documental sobre el terrible Conde de España, un loco de atar que fue gobernador militar de Barcelona durante el reinado de Fernando VII. Desgraciadamente no conseguimos realizar aquellos proyectos, pero guardo un gran recuerdo de mi amistad con él.

Miembros de la Sexta Flota de Estados Unidos en Barcelona.
Marineros estadounidenses de la Sexta Flota se mezclaron con los barceloneses hasta la década de los 80. © Nat Farbman

— Al margen de tu labor como cronista, te has lanzado al ruedo narrativo con las aventuras del capitán Llampades, con La fada negra y el más reciente Tothom ha de morir. ¿Para cuándo veremos la tercera parte?

— De momento, este mes de octubre presento una nueva novela: Aquí no dorm ningú, también para La Campana. Un relato ambientado en el Barrio Chino de 1933, que cuenta las peripecias de un detective encargado de localizar a un adolescente alemán de buena familia, en una ciudad que nunca cierra, entre vendedores de cocaína, locales de travestidos, carreras clandestinas de automóviles, bandas de atracadores, gente que huye del nazismo y nazis. “Una trepidante historia de amor y balas, en una ciudad donde no duerme nadie”. Mi idea es que esta sea la primera de una trilogía dedicada al Distrito Quinto, con una segunda parte situada en los cincuenta y una tercera en los años ochenta. Por lo que se refiere a las aventuras del capitán Llampades, como muy bien dices, estoy escribiendo la tercera parte, que transcurre en la localidad fabril de Sants en el invierno de 1849 a 1850. Cuando la termine ya avisaré. Tampoco puedo decir mucho más de ella, todavía nos estamos conociendo.

— Ostras, ¡todo esto suena de fábula! ¿Algo más que añadir?

— En pocos días, el 21 de septiembre, ofrezco una ruta de la Sexta Flota por sus escenarios naturales, que partirá y terminará frente a Drassanes dentro de la Setmana del Llibre en Català. Y quiero recordar que a mediados de octubre aparecerá en librerías Aquí no dorm ningú. ¡A ver qué les parece!