El Cruïlla es un festival de gran formato, con un cartel internacional que no excluye el talento local. Del 12 al 14 de julio el Parc del Fòrum acoge un macrofestival que quiere mimar a sus públicos tanto como a sus artistas. Este año destacan David Byrne o Jack White, dos ex líderes de bandas legendarias como Talking Heads y White Stripes, grandes nombres como Gilberto Gil, leyendas de la electrónica como Orbital o artistas locales como Ramon Mirabet, Joan Dausà o La Pegatina, sin olvidar talentos emergentes como Núria Graham o Joana Serrat.
El Cruïlla quiere ser un antídoto contra los males que afligen a los festivales de gran formato. Es posible ver todos los fines de cartel sin miedo a perderse tu artista favorito porque actúan simultáneamente. Limita el número de entradas a la venta para garantizar el confort de los asistentes y evitar colas agónicas y aglomeraciones imposibles. Tiene especial cuidado con detalles como el impacto medioambiental, introduciendo novedades como los vasos biodegradables o tecnologías que reducen el consumo energético, aunque, con humildad, Herreruela no quiere colgarse medallas de ecologismo de salón. Y también presta especial atención a incluir en el cartel artistas locales, evitando la sensación de estar en un festival que tanto podría hacerse en Barcelona como en cualquier rincón de un mundo cada vez más globalizado. Por último, defiende con orgullo el eclecticismo musical y evita ser un festival sesgado a un estilo musical determinado. Un evento, pues, que, por encima de los grandes números y los récords en cada edición, prefiere ofrecer una experiencia confortable, musicalmente rica y coherente con un mundo en el que el público escucha música por streaming y ya no asimila música basándose en el formato álbum, sino que ama canciones de diferentes artistas y acaricia momentos más que formatos.
Los festivales musicales son máquinas de producción complejas, que viven año tras año ciclos de creación, concepción y producción que exigen equipos humanos flexibles y cambiantes. Desenmarañar esta situación no es fácil y Herreruela, quizás influido por su pasado de formación científica (estudió informática y telecomunicaciones en Mataró, y luego trabajó en el sector de las finanzas internacionales antes de dedicarse a la promoción musical) insinúa orgulloso que el Cruïlla es pionero en el uso de tecnologías, desde la estrategia de precios, cambiantes según los canales de comercialización, hasta la innovación en detalles como los vasos biodegradables, la implementación y tecnologías de bajo consumo, las pulseras que evitan el uso de dinero dentro del recinto o la inclusión de espectáculos escénicos, este año a cargo de la Fura o una muestra del Aquelarre de Cervera.
Un macrofestival a escala humana, que este año tendrá un escenario central monumental diseñado por el artista Lluís Danés, y que aspira también algún día a abrirse aún más al mar y superar los límites de un recinto idóneo para festivales, el Parc del Fòrum, pero que quizá tiene demasiado cemento y demasiada poca brisa marina.