Restaurante Cresta Colorada Barcelona
Detalle del interiorismo del local, con la barra en primer plano
EL RESTAURANTE

Cresta Colorada, brasa mexicana

En cuestión de veinte años, el paisaje de la cocina mexicana en Barcelona ha pasado del cartón piedra tex-mex a la estimulante riqueza de conceptos cada vez más especializados. Cresta Colorada huele a pollo asado, a tortillas recién hechas y al humo del mezcal: Clásicos con “jiribilla”.

El día que Juan Carlos Ruelas le comentó a Cayetano Zertuche que en San Francisco no paraban de inaugurar rosticerías, los dos coincidieron: había que probar el formato en Barcelona, pero a la mexicana. Corría el año 2019, y los dos socios apostaron por abrir Cresta Colorada en una ciudad donde el pollo a l’ast es religión, y el guacamole se consume a paladas.

COME, Oaxaca, Tlaxcal, Costa Pacífico, La Curandera o La Güerita Mexicana son solo algunos ejemplos de la variedad de registros que tenemos en Barcelona. En los últimos años, hemos asistido a un goteo constante de aperturas con un denominador común de autenticidad made in Mexico. Entre ellas, este restaurante ha asomado la cresta.

Ubicado en la esquina de Córcega y Enrique Granados, el recién inaugurado Cresta Colorada sobrevivió a la pandemia gracias al apoyo de los vecinos, que siguieron acercándose al nuevo mexicano del barrio a recoger su dosis de pollo para taquear durante el cierre de la hostelería. La terraza del local –de apenas tres mesas– fue otra tabla de salvación en tiempos de restricciones bajo techo. 

Hoy, Cresta Colorada cuenta con un equipo de 11 personas. Juan Carlos Ruelas, además de socio fundador, es uno de los jefes de cocina junto a Mariano Cusatis. En la sala, Chiara Quarta se encarga de que todo fluya por el carril de la alegría. 

Tacos de porchetta al pastor.

La seña de identidad del restaurante es la brasa, por la que pasan prácticamente todos los ingredientes de su cocina. Además del famoso pollo, marinado con hierbas y especias, y servido con salsa de chipotle, en Cresta Colorada tocan otras carnes, como la porchetta (al pastor); la arrachera (tiras de entraña asadas, servidas con queso y guacamole) o la cochinita, que cada noche duerme entre las cenizas del carbón. Incluso las verduras, que emplean para las salsas, pasan aquí por el peaje del humo.

Aquí se puede acompañar el cebiche con un orange wine.

En un taco, tan importante es la sustancia como la tortilla que la abraza. Y en este local, les gusta complicarse la vida, boleando a mano, cada día, la masa de maíz nixtamalizado que les proporciona La Reina de las Tortillas, garantía de calidad en estos asuntos.

Para los que, con más voluntad que conocimiento, nos iniciamos en la cocina mexicana con las tortillas de trigo industriales de Old El Paso, los Doritos Dippas y todo tipo de salsazas radioactivas; hincarle el diente a una tortilla de maíz recién hecha, dorada, y aún humeante, es un pequeño milagro que nos redime de nuestros pecados de juventud y supermercado.

Detrás de la barra, las botellas de mezcal se intercalan con las de vino natural. Sobre estos vinos, Cayetano Zertuche nos cuenta que “decidimos incorporarlos a la carta porque son menos formales que los vinos convencionales y van muy bien con la comida mexicana. Además, su filosofía va de la mano con la de los mezcales, por la parte de trabajo artesanal que llevan detrás”. Por lo general, Cayetano explica que los clientes se dejan llevar, aunque de vez en cuando también aparece alguno que le pide “el vino con más sulfitos que tengas”.

El mezcal, admitámoslo, tampoco es que sea la bebida más fácil de la historia.

El mezcal, canción de humo y fuego.

A la vista, parece agua, pero este destilado de agave es una canción de humo y fuego, que debe tomarse poco a poco, “a besitos”.

Un buen inicio puede ser la margarita de mezcal, vertical y profunda como el vaso largo en que se sirve. Cuando le pedimos a Cayetano que nos describa el mezcal en pocas palabras, nos habla de “profundidad, artesanía y mucho carácter.”

El interiorismo de Cresta Colorada, de un cromatismo que irradia el chaflán entero, lleva la firma de Lorena Zertuche, la hermana de Cayetano. Lorena, mediante el uso de objetos cotidianos convertidos en iconos pop, busca darle la vuelta al imaginario folklórico de su país: de repente, los agaves son baldosas, del techo cuelgan unas balanzas transformadas en lámparas, y en la pared, los cepillos rojos de unas escobas juegan a ser crestas.

Eso es “jiribilla”, darle un giro a las cosas.

Decoración con “jiribilla”, obra de Lorena Zertuche

Cresta Colorada

Córcega, 244

Abierto de martes a sábado en horario de comida y cena

Domingos sólo al mediodía

Lunes cerrado

Precio medio: 25€-35€ por persona