La cultura del vermuteo vive años de apogeo. Los aperitivos que acaban convirtiéndose en comidas son ya un ritual, al igual que las cenas improvisadas informales que surgen en torno a unas copas de vino. Pero no siempre es fácil dar con el local adecuado, especialmente cuando tienes ganas de probar alternativas al que se ha convertido en tu lugar de peregrinación habitual o cuando quieres huir de las ya cansinas patatas bravas o de las tapas de hummus. En este sentido, propuestas como la del Celler Jordana se convierten claramente en un aliciente para salir de casa y romper con la monotonía.
Este establecimiento regentado por Manel Pujol abrió hace unos meses en la calle Floridablanca 88 de Barcelona —entre Viladomat y Borrell—, incorporándose por la puerta grande a la ruta gastronómica imprescindible del barrio de Sant Antoni. Aquí el vermut de la casa pasa claramente a un segundo plano, ya que lo interesante del local es su extensa oferta de vinos y unos originales platillos que no dejan indiferente a nadie, como el tartar de alcachofa con anchoas del Cantábrico, el empedrat de bacalao ahumado o la coca de salmón, yogur griego y miel.
Antes de empezar, dos grandes elementos que debemos tener en cuenta: en Celler Jordana no hay fogones, es decir, su sugerente propuesta es una cocina 100% fruto del ensamblaje, es decir, de combinar ingredientes de la máxima calidad con aderezos perfectos o terminados con un golpe de calor en un pequeño horno salamandra. La segunda premisa: este local no surge de la nada, no es ningún experimento, todo lo contrario, trae a Barcelona una fórmula de éxito contrastada que lleva una década triunfando en el pueblo de Alella, en el Maresme.
Todo empezó en 2013, cuando Manel Pujol, que trabajó durante muchos años en el Club del Gourmet de El Corte Inglés, se quedó con el Celler Jordana de Alella, un pintoresco colmado que vendía vinos a granel desde 1957. Aprovechando su experiencia en el Club del Gourmet, Pujol transformó el Celler Jordana en una tienda de venta de vinos y productos gastronómicos con degustación, convirtiéndose con los años en un lugar de peregrinaje obligatorio en el Maresme, con una oferta de 550 referencias de vinos nacionales e internacionales. Todos estos vinos pueden consumirse en el propio local a precio de tienda, pagando únicamente un pequeño suplemento en concepto de descorche.
Pujol hacía años que quería trasladar a Barcelona este concepto y finalmente ha encontrado el local para replicar la fórmula, aunque con algunas diferencias. La carta es la misma, pero en Alella sigue teniendo un mayor protagonismo la tienda, mientras que en Sant Antoni es un espacio 100% dedicado a la degustación, aunque también pueden comprarse botellas de vino y latas de conserva premium de marcas como La Brújula, La Catedral, Los Peperetes o Lafuente, que aportan los ingredientes troncales de su cocina de ensamblaje.
En la sucursal barcelonesa de Celler Jordana la oferta vinícola también es más reducida que la que ofrece su hermano mayor, pero es enorme en comparación a la carta de vinos habitual de la mayoría de restaurantes de la zona: se puede elegir entre cerca de 160 referencias. Destacan especialmente los vinos de la DO Alella, por lo que el Celler Jordana de Sant Antoni se convierte en la auténtica embajada de esta pequeña denominación de origen en Barcelona. Así, encontramos más de 40 vinos de los 114 que se elaboran en la DO, de bodegas como Alella Vinícola, Alta Alella, Can Matons, Raventós d’Alella, Bouquet d’Alella o Testuán, por nombrar algunas. ¿La gran ventaja? Se venden a un precio muy competitivo, huyendo de la habitual práctica de duplicar o triplicar el coste de las botellas que impera en los restaurantes.
“Siempre he considerado que no es correcto que los restaurantes vendan los vinos a un precio sangrante; en el Celler Jordana de Barcelona apostamos por ofrecer las botellas a precio de tienda y solo aplicamos un suplemento de 6 euros por el descorche; si el cliente compra la botella para llevársela a casa se lo descontamos”, explica Pujol.
Para acompañar a los vinos, la carta ofrece interesantísimas propuestas para compartir, empezando con unas ostras Poget Fine de Claire nº3, un plato de jamón ibérico Cinco Jotas, caña de lomo Joselito, longaniza Riera Ordeig o tabla de quesos. Es imprescindible dejarse sorprender por el tartar de alcachofa (14’90€) o por el empedrat de bacalao ahumado y tomate. Las lentejas trufadas con foie (9,90€) y la coca de salmón con yogur griego y miel son también dos buenas elecciones para maridar con blancos como el Cau d’en Genís de Alta Alella (pansa blanca) o el Blanc Allié de Raventós d’Alella (chardonnay).
La potencia del sabor va in crescendo si optamos por sugerencias con un toque de calor, como la espectacular coca de queso Comté de 24 meses (afinado por Xavier), ceps y panceta Maldonado (7,90€) o la de porchetta con Blue Stilton. Sin palabras. Tampoco deja indiferente el bikini trufado de mortadela de Bolonia (9,90€) o el de jamón de bellota, que podemos acompañar con los tintos Orbus 2016 de Alta Alella (syrah) o Costa del Maresme 2010 de Alella Vinícola (garnacha).
“Yo no soy cocinero, en Celler Jordana no tenemos fogones ni falta que nos hacen: nuestra propuesta es una cocina 100% de producto, no de fuego”, apunta Manel Pujol, que recomienda acabar el ágape con unos buñuelos de chocolate o unos carquinyolis, acompañados por una copa del vino generoso de solera Marfil Molt Dolç, elaborado con la uva pansa blanca pasificada.
El precio medio de Celler Jordana se sitúa alrededor de los 35 euros y, actualmente, abre de lunes a sábado por las noches —excepto los martes, que el local está cerrado—, los sábados también a mediodía y los domingos solo a mediodía. Pujol ya se prepara para duplicar su apuesta por la capital catalana con la apertura de un nuevo restaurante en la calle Loreto, en el barrio de Les Corts.